Marco es un fotógrafo que ya no puede trabajar. Malvive con sus ahorros, incapaz de volver a la acción, a aquellas guerras donde ha sacado sus mejores instantáneas. Y es que Marco no se encuentra bien: cada poco tiempo y sin previo aviso sufre ataques de ansiedad, para los que tiene que medicarse.
La historia comienza justo cuando el joven Marco decide abandonar su terapia con el psicólogo. Se decide a visitar a su hermano y aprovechando que su cuñada tiene turno de noche se dedican a lo que más les gusta: jugar a videojuegos, fuma petas de los gordos y lanzarse proclamas a voz en grito el uno al otro. El recorrido inicial por la situación del fotógrafo nos lleva a conocer a sus padres, con los que tiene una relación en la que se toleran mutuamente y poco más.
Y es que Marco no sólo ha abandonado su trabajo, sino también su hogar y se ha mudado a una casa a las afueras con la única compañía de un gato llamado Adolf, por la mala leche que tiene. Las correrías de uno y otro –hombre y animal- les llevarán a relacionarse con los vecinos, algunos más amistosos que otros y por una casualidad conocerá a la veterinaria de la ciudad más cercana, Émilie, con la que iniciará una relación nada fácil. Y es que Marco, por encima de todo, sigue estando muy asustado.
Estas son a grandes rasgos las aventuras contenidas en el primer volumen de Los combates cotidianos, una de las obras cumbres del artistas francés Manu Larcenet, que en este caso se ocupa de la autoría completa y que se prolongó a lo largo de cuatro volúmenes en total, consiguiendo con meritoria justicia el Premio al Mejor Álbum en el Salón del Cómic de Angoulême en el año 2004.
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Marco intenta rehacer su vida de la mejor manera posible. A base de ansiolíticos, de tabaco y de alguna que otra fumada de vez en cuando ha conseguido establecerse con su novia y viaja de vez en cuando a París, donde visita a su hermano, su mujer y su sobrina. En la capital intenta que le publiquen su trabajo fotográfico o al menos hacer una exposición. Su nuevo tema son los astilleros y los que trabajan allí, en su pueblo natal donde su padre trabajó tanto, aunque ya está jubilado. El drama familiar se intensificará cuando su padre confiese que sufre de Alzheimer y que se niega a medicarse.
Vale mucho la pena este cómic. Por su historia, por su drama, por la mezcla entre costumbrismo, sentimientos extremos y finas dosis de sentido del humor, en especial en la relación con su hermano, muy irónico él en sus respuestas y pese que quiere a su hermano con locura no deja de decirle las cosas como son en realidad. Hay mucho miedo en el comportamiento de los personajes que van pululando por las páginas y muchas capas diferentes de lectura, como la ascensión de la derecha política más extrema en Francia está presente en muchas de las conversaciones. Resulta muy interesante la relación que establece con un vecino, un anciano con el que inicia una amistad y del que acaba alejándose cuando descubre su pasado en Argelia; y en el segundo tomo existe una reflexión muy interesante del artista y su obra y de cómo muchas veces acabamos confundiendo el uno con lo otro.
El estilo de Larcenet es sencillo, pero con poco consigue mucho. Pese a que usa muchas viñetas por página y el color es muy importante –los ataques de ansiedad del protagonista se distinguen enseguida con un trazo más borroso, confuso y un profundo color rojo- es en los rostros donde más disfruto del arte del francés. Con una sencillez extrema entendemos sin problemas las miradas de complicidad que se establecen entre Marco y sus allegados, ya sea con su novia, su hermano o con su propio padre. En los momentos en los que no hay diálogos –todos se dan en bocadillos, no hay cajas de texto- el paisaje y los personajes, su lenguaje corporal y sus expresiones mandan y con esto Larcenet consigue momentos de gran emotividad, ya sean de humor, de pena, de nostalgia o de profunda inquietud por un futuro incierto.
He comentado justo arriba que no hay uso de cuadros de texto, pero esto no es cierto. De vez en cuando Larcenet muda su estilo y divide la página en viñetas donde plasma una serie de rostros u objetos en primer plano en un estilo más realista, en blanco y negro y cada una de esas viñetas posee un cuadro de texto que nos muestra un poco del interior y los pensamientos del joven y perdido fotógrafo. Muy interesante resulta también ver como a lo largo de los cuatro álbumes que forman esta obra los lápices de Larcenet van cambiando poco a poco, adaptándose y haciéndose más serios, menos caricaturizados. No en vano es una obra que ha tardado más de cinco años en concluir, concretamente desde 2003 hasta 2008.
Los combates cotidianos continúan con la vida de Marco, se relación en pareja y su inminente paternidad y se potencia su trabajo fotográfico en los astilleros de su niñez, condenados a desaparece ante el progreso y el cambio político en Francia. Se nota una mirada nostálgica al pasado más inmediato, a ese cambio que la sociedad francesa –en realidad es extrapolable a toda Europa- acaba de llevar a cabo y a ese traspaso de poderes de los mayores a su descendencia, a la siguiente generación, justo a la que pertenece Marco, que debe devanarse los sesos por superar el día a día, librando su guerra particular, todos esos combates cotidianos que dan título a esta fantástica obra.
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"Los combates cotidianos" están esperando, me gustaría decir que en mi estantería, pero en realidad los tengo en cbr, ya que a México no llegan tantas, tantísimas cosas... Recién descubrí tu blog, me daré una vuelta por aquí... ¡Saludos!
ResponderEliminarHola Maya, por suerte en España el cómic ha sufrido un boom impresionante los últimos años y se publica casi todo lo interesante.
ResponderEliminarSi no puedes comprarlo y no te molesta el ordenador, pues nada, CBR, quñe se le va a hacer. Ya tendrás la oportunidad de hacerte con ellos.