lunes, 25 de julio de 2011

La chica mecánica, de Paolo Bacigalupi


Esta novela que acaba de publicarse en España viene precedida de un éxito internacional que la ha llevado a cosechar los más prestigiosos premios y los halagos de la crítica especializada, así como del público aficionado a la ciencia-ficción.

Publicada por primera vez en 2009 en Estados Unidos, la revista TIME la situó en el noveno puesto de su lista de lo mejor del año en literatura de ficción y se hizo con el Premio Nébula. Al año siguiente le siguieron el Hugo, el Compton Crook, el John W. Cambell Memorial y el Locus a la Mejor Primera Novela. Sin duda las distinciones más prestigiosas en el género de la ciencia-ficción.

Bacigalupi siembra la clave de su éxito en la descripción realista de un mundo futuro, situado en el siglo XXIII donde los peores miedos medioambientales han tenido lugar: los carbones fósiles han desaparecido y el hambre se ha extendido. Son varios los países que han caído y las razas que han sido exterminadas, la mayoría de ellas por plagas y virus sintéticos que han campado sin control y contra los que la defensa es constante.

El primer tercio de la novela lo dedica el autor a hacer familiar al lector con su particular mundo, presentando a los diferentes personajes en un marco tan ajeno como puede serlo una Tailandia futurista cuya capital se encuentra asediada por las aguas y necesita de un constante esfuerzo tecnológico para no desaparecer bajo el nivel del mar. Es en dicha ciudad, cuyo monarca es una joven niña, donde tiene lugar una cruenta lucha de poderes políticos que quieren a toda costa asegurar su supremacía. Además del Regente tiene gran importancia un cuerpo militar, los Camisas Blancas, pertenecientes al Ministerio de Medioambiente; y aquellos que se deben al Ministerio de Comercio.

En un mundo donde lo más importante son las calorías, la comida para alimentar a millones y la energía, son las grandes compañías extranjeras las que pueden aportar diferentes soluciones, claro que su ayuda puede tener un precio demasiado alto. Así, Bacigalupi nos introduce en una red de intrigas y de conspiraciones; una partida de ajedrez cuyas piezas son un anciano superviviente a la matanza de toda su gente y que arrastra ser un yellow card, un paria refugiado chino con apenas derechos civiles; un blanco, Anderson Lake, que dirige una fábrica como tapadera, ya que en verdad es un agente secreto al servicio de una de esas grandes corporaciones que dirigen el mundo y cuyo único propósito es introducirse en el Reino; un Capitán de los Camisas Blancas que se ha prometido a sí mismo limpiar su gran ciudad, sean cuáles sean las consecuencias y finalmente la chica que da nombre a la novela, una New People, creada en un laboratorio de bioingeniería japonés para ser la sirviente perfecta y que abandonada en la metrópolis sobrevive a base de prestar su cuerpo perfecto en un antro de prostitución.

Todos estos personajes y alguno más irán cruzándose y relacionándose a lo largo de las quinientas páginas de este drama donde podemos encontrar muchos elementos comunes a otras historias de ciencia-ficción, como esas ciudades superpobladas, con un sistema de clases muy marcado donde los de inferior rango viven hacinados y a las cuales las superpotencias extranjeras anhelan y codician. Donde la mayoría de plantas y frutas han desaparecido, convirtiendo a la bioingeniería en el arma más grande con el que se puede contar y cuyo precio es los virus mortales y las plagas aniquiladoras que de vez en cuando mutan y pululan sin control.

Una novela entretenida y compleja, que quizá exige por parte del lector un extra, sobre todo al principio por el lugar donde se desarrolla y la descripción detallada que es necesaria de los diferentes aspectos de esa sociedad, siempre al borde de la aniquilación. Pero cuando uno llega a familiarizarse con los personajes y sus situaciones, entonces la cosa avanza a buen ritmo y la intriga se va haciendo cada vez mayor hasta la resolución final, muy bien lograda y que deja una pequeña puerta abierta a una continuación de la saga. Con el éxito que ha tenido, no sería de extrañar.

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