domingo, 28 de agosto de 2011

En la boca del miedo, de John Carpenter


La película número 13 en la carrera de este gran cineasta se estrenó en 1995 y se tituló In the Mouth of Madness. Carpenter se encargó tan solo de la dirección y de la música, dejando esta vez las labores de guión de lado. Parecía que el director ya había dado lo mejor de sí en sus anteriores producciones, aunque todavía le quedaba un puñado de películas interesantes con las que seguir cautivando a sus seguidores.

Resulta curioso como los caminos de ciertos autores o artistas están condenados a cruzarse. John Carpenter era uno de los más reputados creadores de cine fantástico y de terror y Stephen King (La niebla, Rita Hayworth y la redención de Shawshank, El misterio de Salem’s Lot) era, es y siempre será uno de los escritores más vendidos del mundo, especializado en el mismo género que el director de Nueva Jersey. Dicho encuentro ocurrió en el año 1983 cuando el primero adaptó un relato del segundo: Christine –aunque tampoco metió mano en el guión-. El resultado fue desigual, siendo una película entretenida pero lejos de lo mejor que podía dar de sí Carpenter.


De vuelta a 1995, Michael De Luca se presenta como productor –era el presidente de New Line Cinema- y con un guión bajo el brazo escrito por él mismo para que Carpenter se lo dirija. En él encontramos muchas referencias y homenajes a la figura de King, con una gran cantidad de metaliteratura –e incluso de metacine en sus momentos finales- aderezados de manera que en su conjunto no sea muy difícil acordarse de la literatura de Lovecraft. De hecho saca mucho provecho del genio de Providence.

La película arranca con un poderoso tema de su banda sonora, una melodía de rock & roll que da paso a las primeras escenas de la película en forma de Prólogo a la acción principal: en un psiquiátrico acaban de traer a un nuevo paciente en su camisa de fuerza para admisión. Es violento y resulta difícil encerrarlo y no para de gritar que no está loco. En pocos instantes le vemos la cara y reconocemos el rostro de Sam Neill (Daybreakers), que venía de un momento dulce en su carrera tras sus papeles en El piano y sobre todo en Jurassic Park. Su entrevista con un médico preocupado por una serie de sucesos que tienen lugar en el exterior permitirá a los espectadores, por medio de un gran flashback, descubrir las circunstancias que lo han llevado a esa delicada situación, todo pintorreado y encerrado en una celda acolchada.


El planteamiento inicial de la historia es muy bueno y consigue atrapar la atención del lector: John Trent es un especialista en desenmascarar estafadores que trabaja por libre. Una importante aseguradora le contrata para que investigue a una editorial que quiere cobrar una suculenta suma porque su principal escritor estrella lleva un tiempo desaparecido y al que se cree muerto. Dicho escritor es Sutter Cane y no solo vende más que Stephen King, sino que sus seguidores están empezando a enfermar y a comportarse de un modo extraño y violento, como podrá comprobar el propio Trent de primera mano.

El dueño de la editorial –al que interpreta Charlton Heston- encargará a su editora jefa, Linda Styles, que no se separe del investigador cuando este parta tras una pista que acaba de descubrir: oculto en las portadas de todos los libros escritos por Cane se encuentra un mapa que señala un punto donde se cree hay una ciudad en la zona de Nueva Inglaterra –tanto Lovecraft como King son muy dados a situar la acción de sus novelas en esta zona geográfica de los Estados Unidos-.


Carpenter comienza a hacer uso de una serie de recursos que irán repitiéndose a lo largo de los 95 minutos de metraje: la repetición de escenas que ya hemos visto a través del prisma de los sueños y con una apariencia bien diferente. La escena de la brutalidad policial y el falso despertar de Trent o la inquietante aparición del ciclista una y otra vez son una buena prueba de ello, acompañado siempre por una banda sonora que refuerza los momentos de tensión y que Carpenter realizó junto con Jim Lang, un colaborador habitual.

La llegada al pueblo que no debería existir –Hobb´s End, una muestra más de la influencia de Lovecraft, así como los títulos de las novelas ficticias de Cane, que se parecen un montón a los títulos que solía utilizar el creador de En las montañas de la locura- marca el inicio de la parte más onírica y espeluznante, cuando Trent empiece a dudar de su propia cordura e incluso de la mismísima realidad, enfrentándose a algo mucho más allá de su comprensión humana.


Merecen destacarse varias conversaciones interesantes que irán sembrando la duda en el espectador. En su viaje en coche, Trent y Styles compartirán su punto de vista sobre qué es la realidad y qué ocurriría si, por ejemplo, fueran más los locos que los cuerdos y estos últimos tuvieran que recluirse en psiquiátricos. Con el mismo Cane, una vez se produzca el tan ansiado encuentro, también se enzarzará en una discusión dialéctica sobre qué fue antes: el propio Trent o el personaje de Trent creado por Cane en su última y más fatal novela, aquella destinada a traer a este mundo una serie de seres que se alimentan de la devoción que por él sienten sus millones de fans -¿se nota aquí cierta crítica al fenómeno fan, quizás? ¿O a las labores de marketing de las editoriales a la hora de promocionar un libro, película incluida?-.

Esta es la parte más lovecraftiana, cuando vislumbremos brevemente las deformes criaturas. El eterno retorno y la imposibilidad de salir del pueblo –atención a la secuencia que lleva un paso más allá una de las escenas más famosas de El exorcista- o el posterior destino inevitable me recuerdan más a King, pero es más una sensación personal que otra cosa.


El final de la película nos sorprenderá con una curiosa vuelta de tuerca, en un ejercicio de metacine bastante loable.

La mezcla de ideas en esta película es muy interesante, aunque se camine sobre ellas de forma muy breve. A las ya mencionadas hay que añadir algunas pinceladas de religión: la nueva biblia negra que está a punto de llegar a sus fieles seguidores y la acción que se desarrolla en esa catedral bizantina, descontando por supuesto las criaturas demoníacas que ascienden desde una oscura y profunda nada infinita; la trama de thriller con la que comienza la historia, ese fraude a la aseguradora, no deja de ser un gran macguffin; si no es posible discernir entre realidad y ficción, ¿cómo sabemos qué es real y qué no? ¿Si estamos locos o cuerdos?; Si algo nos aterra, ¿podemos disfrutar con ello? –una cuestión que lanza al aire Styles y que seguro Carpenter plantea al público-.

El director basa de nuevo su éxito en una combinación de encuadres y de planificación para sorprender al espectador en momentos clave y mantenerlo pegado a la butaca. Se cubre las espaldas recurriendo a las Industrial Light & Magic para que los efectos especiales que tiene lugar brillen por su propio peso, aunque estos sean pocos –Carpenter no renuncia a su marcado estilo artesanal y clásico-. Si a eso le añadimos su dominio de la atmósfera y de la música, los buenos resultados están asegurados.


Por desgracia ni la crítica ni la taquilla acompañó al cineasta. No perdió dinero, pero ni fue un bombazo ni le permitió ocupar de nuevo el lugar privilegiado que había tenido unos años antes. Todavía filmaría algunas películas más –hasta hoy: su último trabajo todavía está inédito en España- como El pueblo de los malditos, Vampiros, Fantasmas de Marte o la secuela protagonizada por Snake Plissken.

Esta película fue incluida por el propio director en una Trilogía del Apocalipsis, cuya primera parte fue La cosa y su segunda El príncipe de las tinieblas. Lograda la difícil tarea de unir dos mundos tan personales como los de Stephen King y Lovecraft; con una serie de ideas y subtramas que le dan el empaque necesario y de la mano de un actor protagonista, cínico y racional, al que da vida de forma fantástica Sam Neill; Carpenter nos sumerge en una historia de terror original que contiene varias escenas espeluznantes –me encanta el juego que da el cuadro, sobre todo por su sencillez- que son la delicia del espectador aficionado a este tipo de cine. 


2 comentarios:

  1. En su momento no es que me encantara pero luego me descubrí recordando cosas de la trama continuamente :D Suele gustarme Carpenter, aunque borraría "Fantasmas de Marte" de su filmografía XD

    saluditos

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  2. Sí, por desgracia sus últimas películas no alcanzan el nivel de las anteriores.

    Aun así tienen un no se qué que acaba llamándome la atención.

    Y gracias por el comentario.

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