De nuevo la sala dedicada a las exposiciones itinerantes –esta vez complementada con la situada en la planta baja del museo- acoge una retrospectiva de un gran autor, casi veinte años después de la última, que tuvo lugar en 1993.
Una oportunidad sin igual para acercarse a las nuevas obras del autor y así compararlas con las primeras, una manera única de apreciar su evolución e inquietudes. Dividida en tres secciones claramente definidas se establece cierta relación con las artes cultivadas por Antonio López: el dibujo, la pintura y la escultura.
Pero sin duda si hay un protagonista claro es la ciudad de Madrid. López se sube a las alturas de puntos estratégicos de la ciudad y con mucha paciencia –el artista trabaja con luz natural, pero no cualquiera, sino una escogida que le obliga a situarse a determinadas horas todos los días en un sitio concreto y sólo cuando las condiciones lo permiten, de ahí que tarde muchos años en finalizar la gran mayoría de sus obras- retrata una Madrid llena de colorido y al mismo tiempo vacía de contenido, lo que le da cierto toque de irrealidad, ya que no aparecen personas ni coches. Las perspectivas y el increíble detalle de estos trabajos es impresionante, algo que se puede apreciar también en los grandes grabados hechos a lápiz.
El resto de la exposición se va encuadrando dentro de dos temáticas más: El árbol, repleto de bodegones y Desnudo y escultura, guinda de lujo. Es imposible no sorprenderse ante las esculturas del cuerpo humano, sobre todo la del Hombre tumbado, una de sus últimas creaciones (2011).
No podía faltar la retrospectiva, situada en la planta baja para poder tener de un solo vistazo la posibilidad de comprender la carrera artística del autor.
Muy buena exposición, sorprendentes muchos de sus cuadros y esculturas, que se antoja ideal para pasar unas horas en estos calurosos fines de semana. Hasta el 25 de septiembre de 2011.
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