jueves, 27 de febrero de 2025

La sustancia, de Coralie Fargeat

 

Ya son varias las películas de género que en los últimos años han triunfado en la temporada de premios, terreno normalmente poco propicio para a este tipo de propuestas. Es una tendencia que lleva repitiéndose ya varios años, en los que al menos una producción de este tipo llama la atención de los críticos. El año pasado Pobres criaturas (2023), una versión exagerada y bizarra del mito de Frankenstein en clave feminista, se llevó cuatro Oscars a casa tras ganar el León de Oro en Venecia. Todo a la vez en todas partes (2022), una epopeya multiversal repleta de humor absurdo y artes marciales en torno a un drama materno filial, fue la sorprendente ganadora del Oscar a Mejor Película –de los siete en total que se llevó-. 

La historia se repite con La sustancia, ganadora el año pasado del premio a Mejor Guion en el Festival de Cannes y del Premio del Público en Toronto; mientras que en 2025 ya se ha hecho con el Globo de Oro a Mejor Actriz para Demi Moore mientras está nominada a cinco estatuillas –incluidas entre ellas cuatro de las grandes-. Nada mal para una historia con un fuerte componente de terror, un gusto desorbitado por el gore y una de las muestras más bestias de body horror que se han visto en años. 

Demi Moore, ganadora del Globo de Oro por La sustancia

Fargeat debutó en la dirección en 2017 con la estupenda Venganza, una película adscrita al género de rape & revenge que fue muy bien recibida en festivales especializados como el de Sitges y en la que la directora francesa ya demostraba un buen tino a la hora de jugar con el gore y la acción. Para La sustancia, en calidad de guionista, productora y directora, no solo ha elevado las apuestas, sino que ha permanecido fiel a su estilo y sus inquietudes iniciales, lo que hace todavía más difícil de entender la gran aceptación entre la crítica más tradicional de su último trabajo. 

Para esto tiene mucho que ver las bases sobre las que se sustenta la historia principal, con ideas mucho más inteligentes de lo que parecen a primera vista. Y el extraordinario acierto en el casting principal. Porque la dirección de Fargeat, que tiende a lo exagerado y paródico, sobre todo en un crescendo cada vez mayor que hará las delicias de los aficionados al género, no encaja exactamente con lo que uno espera encontrarse en la ceremonia de los Oscars. 

Ya han pasado años desde Gremlins y todavía no nos hemos enterado de que las reglas están para seguirlas

Fargeat nos lleva a un Hollywood actual, pero anacrónico, donde un programa televisivo de baile busca nueva estrella tras despedir a su principal actriz, una antigua diva cuyos días de gloria cada vez quedan más atrás una vez ha cumplido los cincuenta. A Elisabeth Sparkle se le presenta, sin embargo, una última oportunidad: un misterioso tratamiento que la permite convertirse en la mejor versión de sí misma, joven, atractiva, irresistible. Pero como suele ser habitual en estas ocasiones, todo viene con un precio, en este caso, en forma de una serie de estrictas reglas que implican intercambios de cuerpos, transfusiones, agujas y consecuencias inimaginables. Fargeat además hace una apuesta muy consciente por los efectos más artesanales, en detrimento de los visuales y sin dejar pasar la oportunidad de realizar varios homenajes a clásicos del género, desde The Blob hasta La Cosa y sin obviar a Cronenberg, por supuesto –lo de la sustancia verde fosforito ya es un clásico; lo mismo te sirve para convertir a cuatro quelonios en tortugas adolescentes mutantes, que para resucitar a los muertos, que para sacar de tu propio cuerpo a tu mejor versión-. 

Una decisión muy valiente por parte de Demi Moore prestarse a protagonizar una película como esta, dada su propia historia personal en Hollywood –estamos hablando de una de las grandes estrellas de los noventa, que llegó a ser la actriz mejor pagada de la historia y que al poco tiempo cayó en el olvido tras un par de grandes fracasos críticos, que ni siquiera de taquilla-. Y además con la cantidad de tiempo que tiene que aparecer desnuda en pantalla, sobre todo teniendo en cuenta que tiene ya más de sesenta años –aunque no hay nada que se le pueda reprochar en ese aspecto, de hecho, interpreta a una mujer diez años más joven-. 

Margaret Qualley en un fotograma de La sustancia

Margaret Qualley le da la réplica como su mejor versión en un papel evidentemente muy físico. Ya son varios años desde que la descubrimos en The Leftovers, pero se está labrando poco a poco una carrera de lo más interesante, basada sobre todo en su enorme expresividad y su extraordinaria química con la cámara. También merece la pena, aunque se trate de un rol claramente paródico, el trabajo de Dennis Quaid por lo repelente que se deja filmar en todo momento por la directora francesa, en un papel pensado en un principio para Ray Liotta –hubiera sido otro éxito de casting, sin ninguna duda-. 

Es una película difícil La sustancia, pero atrevida en su planteamiento a la hora de mostrar la parte más negativa de la obsesión por la belleza, por mantenerse joven a toda costa y por la presión que sufren sobre todo las mujeres o aquellos que se dedican a la televisión o el cine. Me sigue sorprendiendo el éxito que está teniendo, sobre todo porque entiendo que contiene partes que pueden provocar un enorme rechazo en el público medio. Le auguro algún premio importante en la próxima ceremonia de los Oscars y me alegro enormemente por el reconocimiento tardío a una actriz como Demi Moore, por la consagración definitiva de Qualley y por la evolución de la directora francesa, que seguro que tiene todavía mucho que ofrecer al género.

La sustancia se convierte en un clásico instantáneo del body horror

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