miércoles, 2 de abril de 2025

DC Finest. Batman: Año Uno y Dos

Portada a cargo de David Mazzucchelli

Noviembre de 1986 marca un importante punto de inflexión para Batman como personaje. Tras más de cincuenta años de historias, alguien en DC Comics decide que ha llegado el momento de hacer borrón y cuenta nueva. Tabula rasa. A partir de entonces, todo lo que se había contado es dejado de lado, por lo que las principales colecciones de la editorial son relanzadas con un plan muy claro en mente: una renovación total. Superman incorpora a sus series otras nuevas y se le otorga un poder inusitado a John Byrne, uno de los grandes autores de la época, para que dé su versión del origen de Superman en El hombre de acero y a partir de ahí se encargue de varias de las principales colecciones de la franquicia. George Perez es el elegido para hacer lo propio con Wonder Woman, cuya serie es relanzada desde un nuevo número uno. Pero algo ocurre con Batman. 

La etapa de Lein Wein como editor del personaje acaba oficialmente con la publicación del Batman #400 USA, cediendo su puesto a un Dennis O´Neil que es rescatado in extremis por Dick Giordano desde Marvel para que se encargue del relanzamiento del personaje tras Crisis en Tierras Infinitas, el evento editorial que va a permitir un nuevo comienzo para sus héroes. O´Neil se anota un importante tanto con la publicación de El regreso del Caballero Oscuro, un proyecto que comenzó el mismo Giordano y que no pudo acabar por diferencias creativas con Frank Miller. O´Neil terminó el proyecto, que se convierte en uno de los grandes hitos del cómic de la época, una obra tan extraordinaria que solo puede medirse por su enorme influencia en los años posteriores. La de arena viene cuando encarga el relanzamiento de las colecciones de Batman a Steve Gerber y al propio Miller y la cosa simplemente no funciona –el nuevo editor decide prescindir de Gerber, pero de Miller es imposible, dado el tremendo éxito de su versión madura de Batman-. 

Batman y Robin, por Alan Davis

Las fechas de entrega se echan encima y los primeros números de la colección Batman que inauguran esta época son números autoconclusivos realizados por diferentes autores. El primero de ellos tiene a John Byrne como portadista, a Barbara J. Randall como guionista y a Trevor Von Eeden como dibujante –efectivamente, el artista más reconocido de todos ellos solo realiza la portada del tebeo-. A partir del siguiente Max Allan Collins toma las riendas de los guiones, contando con artistas algo más contrastados en el tablero de dibujo como Jim Starlin o Denys Cowan para contar una historia en dos partes en la que el Caballero Oscuro se enfrenta a un loco… que se cree Batman. 

Es entonces cuando O´Neil se apunta otro gran triunfo. En febrero de 1987 ve la luz Batman #404 USA, la primera parte, de cuatro, de la saga Año Uno en la que Frank Miller acabará de redefinir al personaje para las generaciones venideras, esta vez como escritor y contando con la ayuda de David Mazzucchelli, el dibujante con el que realizó Born Again, una de las mejores sagas de Daredevil de toda su historia. 

Portadas de Detective Comics a cargo de Alan Davis

La pareja de artistas narra el origen de Batman, ese primer año de vida como justiciero enmascarado, en paralelo con el primer año de policía en Gotham de Gordon. También se introducen otros personajes indispensables para la mitología del Caballero Oscuro en una trama sacada de esas ideas que Miller desarrolló en un principio con Gerber y que no fueron a ninguna parte pero trabajadas en una dirección diferente. El resultado, de nuevo, es formidable, en la que es probablemente la mejor historia del personaje en todos sus años de publicación. 

La única pega que se le puede poner es que se trata de un pequeño oasis en medio de unos números que no tienen mucho que aportar, sobre todo si los comparamos entre ellos. Año Uno es extraordinaria y la decisión de publicarla en la serie regular catapulta las ventas pero también crea una serie de problemas derivados –por ejemplo, en aquella época Batman vestía un atuendo gris con capucha azul y logo amarillo en el pecho, diseño del que Mazzucchelli no quiere ni oír hablar, por lo que crea una incongruencia con el atuendo del personaje al dibujarlo mucho más oscuro y con un emblema mucho más discreto en el pecho-. 

Último número de Alan Davis en Detective Comics

A cambio, este pequeño caos en la serie regular de Batman contrasta con el relanzamiento de Detective Comics en manos de un equipo creativo de ensueño que rinde a un altísimo nivel compuesto por el guionista James W. Barr y el dibujante Alan Davis –O´Neil se los trae de Batman y los Outsiders, una vez que el Caballero Oscuro ya no aparecía en la colección-. Ambos inician su etapa en el #569 USA –el número anterior, al igual que ese primer episodio suelto de Batman, es un crossover con el evento Legends dibujado por Klaus Janson-. La pareja de artistas permanecerá en la colección, de forma ininterrumpida, hasta el #576 USA, en julio de 1987, por un problema con el dibujante que O´Neil no sabe atajar. 

La que es la colección más robusta de las dos protagonizadas por el alter ego de Bruce Wayne se ve interrumpida por el ego del artista, que en esos años de su juventud todavía no había aprendido a domar. En su etapa inglesa ya había tenido varios roces con editores o artistas de la talla de Alan Moore y en DC no fue diferente: la abandonó para irse a trabajar con Chris Claremont en la franquicia mutante de Marvel Comics tras dibujar una pistola que no era la que Miller había elegido para Año Uno. La editorial le pidió que la cambiara y Davis se negó alegando que él la había dibujado primero y que tendría que ser Mazzucchelli el que la cambiara. Atrás quedaron un puñado de números estupendamente dibujados protagonizados por un Batman y Robin en clave aventurera cuyas historias no se quedaban atrás, planteando una serie de revisiones de varios de los principales villanos de la colección, como el Joker devolviendo a Catwoman a las filas de los enemigos del murciélago; el Espantapájaros o un peligrosísimo Sombrero Loco, que se convierte en una excusa para revelar jugosos datos del origen de Bruce Wayne y Batman en un número introspectivo excelente –también hay un episodio muy divertido en el que se reúnen varios de los mejores detectives del Universo DC trabajando juntos, incluido uno muy especial-. 

Mítica splash-page de Todd McFarlane para finalizar Año Dos

La marcha de Davis deja huérfana a la colección de un dibujante titular y además en el principio de una saga titulada Año Dos para aprovechar el tirón de la obra de Miller, aunque su argumento deja mucho que desear, con una serie de decisiones discutibles como el hecho de que Batman porte una pistola o se alíe con Joe Chill, el ratero que asesinó a sus padres, por mucho fin que justifique los medios. Aquí entra la figura de Todd McFarlane, que se las ingenia para ocultar que ha sido despedido de la única colección en la que en aquel momento trabajaba en Marvel para que lo contraten como artista, al menos hasta acabar los tres episodios que restan para finiquitar la saga. El trabajo del dibujante canadiense es todavía muy primerizo, a años luz del trazo elegante de Davis, pero ya se aprecian algunas de las características por las que se hará famoso, especialmente esa exageración a la hora de plasmar el atuendo de Batman, en especial su capa –aun así, es un trabajo inferior al realizado en la colección The Incredible Hulk, junto a Peter David-. 

El último número de Detective Comics que contiene este tomo, el #579 USA, continúa con Barr en un guion intrascendente pero cuenta con un dibujante que en poco tiempo va a convertirse en uno de los preferidos de los aficionados: Norm Breyfogle –al igual que McFarlane, todavía lejos de alcanzar sus rasgos más distintivos-. 

Página de Año Uno, de David Mazzucchelli

En paralelo, Allan Collins ha tenido espacio para sus historias en Batman, algo nada fácil tras la publicación de una obra maestra como Año Uno. La cosa no acaba de funcionar. Junto con una serie de dibujantes distintos -Chris Warner, Ross Andru o Dave Cockrum- decide centrarse en Jason, la encarnación del segundo Robin, narrando primero su origen –intentó robarle los neumáticos al batmóvil- y luego enfrentándolo a Dos Caras, el responsable de su orfandad. El principal problema es que esta caracterización del Chico Maravilla no podría ser más opuesta a la que vemos en Detective Comics y para colmo hay un momento en el que Batman decide prescindir de Robin, dado lo peligroso que resulta el trabajo de justiciero, para acto seguido adoptar un nuevo huérfano y comenzar a entrenarlo. 

Al menos hay otro número que podemos encontrar en este tomo que vuelve a salvarle la papeleta a O´Neil: el Annual#11 USA de la colección Batman, guionizado ni más ni menos que por Alan Moore, que otorga el punto de vista del relato a un psicótico Clayface en una de esas historias en las que el héroe es más un secundario en su propio cómic que otra cosa. 

En definitiva, el relanzamiento del personaje por parte de O´Neil es algo más caótico que el que ha tenido lugar en las colecciones de Superman o Wonder Woman. La etapa de Barr y Davis es estupenda, pero queda interrumpida de forma brusca –y además, por una tontería, no nos engañemos-. Por su lado, de Batman solo se puede salvar la aportación de Miller –el resto es un caos algo olvidable-. El Annual de Moore queda como algo anecdótico. Año Dos es una saga terrible, lo mismo que la de Jason Todd como Robin. –esta última, además, crea muchísima confusión en el aficionado-. En el horizonte todavía hay mucho margen de mejora, pero la popularidad del personaje no hace más que subir y subir, por lo que el editor sigue trabajando para encontrar el punto de equilibrio entre ambas series y eso incluye prescindir de ambos guionistas –de Collins hasta se puede entender, porque no hizo más que quejarse de cómo sus guiones eran constantemente retocados y simplificados mientras se los dibujaban unos artistas terribles-.

Página de David Mazzucchelli

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