En esta segunda tanda de episodios los guionistas pueden ahorrarse todo lo relacionado con nuevos personajes y presentaciones. Nada nuevo una vez que Mateo ya está plenamente integrado en la comunidad de vecinos. De modo que tenemos una trama central en la que la relación entre el huraño médico y la maestra de escuela Adriana (interpretada por Natalia Verbeke que consigue cierta química con su pareja) copará la mayor parte de la serie.
Al tiempo, diversas subtramas centradas en los vecinos de San Martín del Sella irán avanzando poco a poco: la relación entre Elena y Alfredo; el noviazgo de los chavales; la condición sexual de Ernesto; los intentos desesperados por parte de Carol para quedarse embarazada... Todo eso aderezado con algunos casos médicos que acaban siendo resueltos por Mateo y con el terrible contraste entre este mismo y sus vecinos o con la misma Adriana (y su familia).
Aunque siempre hay momentos para el drama, es el humor sin duda lo predominante en esta serie que ha tenido momentos muy buenos, en especial en sus inicios: en un ejercicio sorprendente por lo raramente que se ve en el panorama de series español, los creadores de Doctor Mateo decidieron hacer algo tan sencillo como potenciar los puntos buenos de la temporada anterior e intentar mejorar los puntos malos. De ese modo la serie arrancó apostando fuerte por la relación de amor-odio entre Adriana y Mateo, haciendo hincapié en la incapacidad de este último para relacionarse. Ganó en ritmo y se dejó de lado algunos tópicos que ya fueron usados en la primera temporada. Su punto culminante se alcanzó más o menos a mitad de la emisión, cuando el buen doctor consigue, en un solo capítulo, vencer su miedo a la sangre, volver a operar de nuevo –salvando la vida de una niña- y darse un revolcón antológico con Adriana, empezando una relación de lo más pasional y placentera.
Hasta aquí chapeau, pocos peros que ponerle a la serie que estaba siendo entretenida, graciosa y que se veía ayudada por la interpretación de Gonzalo de Castro, la cual ha cosechado algunos premios y la mayoría de elogios por parte de los aficionados.
Claro que, ahora venía la de arena... En otro alarde de lo que nunca se debe hacer en una serie de ficción, todo lo que se llevaba haciendo bien hasta entonces se estropeó ante la innata capacidad que existe en nuestra industria de no arriesgar jamás, no jugar con el público ni hacer evolucionar a sus personajes. En definitiva, no cambiar la fórmula que funciona, no vaya a ser que matemos a la gallina de los huevos de oro. Un capítulo le dura a Mateo la felicidad: en el siguiente vuelve a recuperar su antigua hemofilia –por una razón bastante absurda, una cosa es que no tenga confianza para operar y otra que desarrolle terror a la sangre- se enturbia su relación con Adriana y de ahí al capítulo final de este domingo una vuelta atrás vergonzosa, repitiendo todos los esquemas anteriores pero hacia el otro sentido, acabando finalmente como habíamos empezado: con el doctor dejando el pueblo rumbo a Nueva York para dedicarse a la investigación y su ruptura definitiva con Adriana. ¿Definitiva? Mejor ni lo pensamos, porque el año que viene tiene que empezar todo de nuevo. Y acabará igual también.
De la manera que tiene Antena3 de emitir su propia serie mejor no hablo. Qué manera de tirarse piedras contra su propio tejado.
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