
Existen determinados personajes de ficción cuya identidad está tan arraigada en el imaginario colectivo que cada vez que vuelven a la acción –ya sea en forma de aventura animada, literaria o en forma de cómic- llaman la atención del público, ya sea aficionado de toda la vida o aquellos que se acercan por primera vez a estos mitos.
Drácula, el doctor Jekyll, Jack el Destripador, el monstruo de Frankenstein o el propio detective residente en Baker Street han gozado desde su mismo nacimiento de inmensa popularidad y, centrándose en el celuloide, una adaptación tras otra. Esto favorece que cada cierto tiempo se renueven, se actualicen, siempre con la idea de captar los favores de nuevos aficionados –después de todo, ellos no cambian, permanecen inmutables en su esencia y en cantidad de ocasiones las historias son siempre las mismas-.
El director británico Guy Ritchie se embarca en su obra más ambiciosa, intentando recrear a Holmes y a su inseparable compañero Watson de la manera más fiel posible al tiempo que se modernizan y se adaptan al público que hoy en día abarrota las salas. Lástima que el empeño que se propuso le viniera demasiado grande.
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Sin duda lo mejor de esta aventura ha sido la elección de su pareja protagonista. El giro hacia esas películas de compañeros, de acción y aventura beneficia a ambos actores que se llevan bastante bien en pantalla y cuyos papeles se han customizado para adaptarse a sus propios roles. Así, aparte de un físico más musculoso, el Holmes interpretado por Robert Downey Jr deja de lado su parte más taciturna e irreflexiva, su gusto por ciertas sustancias estupefacientes o su asexualidad; y las sustituye por carisma puro y duro, determinación y chulería, gracia natural y picardía. Watson ya no es un gordito simpático veterano de guerra; es un médico impulsivo y combativo, algo quejita sobre las costumbres de su compañero, al que, por otro lado, quiere perder de vista a toda costa; es solvente en las peleas cuerpo a cuerpo y mantiene un constante toma y daca con Holmes en forma de diálogo lleno de chascarrillos. Pero ambos actores lo hacen muy bien. El sentido del humor está presente en todo momento y las partes de comedia predominan sobre el misterio o la propia acción.

El otro punto destacable es la ambientación de la Londres victoriana. Como toda producción de Joe Silver, Richie ha contado con abundantes efectos especiales para recrear esa época del año, ya sea en forma de planos aéreos que muestran la ciudad o el vestuario y representación a pie de calle. Pero como le suele ocurrir a las producciones del famoso Silver, no es más que un gran envoltorio para algo que se queda en nada. El guión no despierta el mínimo interés para mantener la atención del espectador si no fuera por las continuas escenas de acción que pueblan la cinta. Las explicaciones finales de Holmes, si bien concuerdan con todo lo visto, se exponen de forma atropellada y los recursos del famoso detective se repiten demasiadas veces –tiene un olfato prodigioso-. Por no hablar del grave error de enseñarnos al principio de la película donde se va a dar el enfrentamiento final.

Aún así, el resultado podría haber sido mucho más interesante, más allá del muy manido entretenido. Con unos actores secundarios más que correctos (Rachel McAdams como una guapa Irene Adler; Mark Strong como el malvado Blackwood en una interpretación digna de cualquier enemigo de James Bond; Eddie Marsan como Lastrade, que aparecía en Little Dorrit) y una producción más que notable y un guión sencillo, tópico, pero pasable, ¿qué falla? Sencilla y llanamente, el director. A Ritchie le viene grande esta superproducción y se empeña en todo momento de que no nos enteremos de nada. Resulta curioso como, ante su gran oportunidad, sus carencias quedan más que patentes. Las luchas son confusas y poco claras, apenas vemos lo que pasa, excepto cuando los enemigos ya están en el suelo y todo ha terminado. El uso de la música estridente –no tengo muy claro para qué sirve esto, ¿distraer a la platea?, ¿ocultar carencias?- es ensordecedora y ni siquiera la partitura de Zimmer me ha gustado, demasiado ruidosa.

En definitiva, no me ha gustado mucho esta nueva versión de un Sherlock Holmes con más puntos a favor con la saga de James Bond que con otra cosa. Downey y Law lo hacen muy bien y se bastan ellos solos para sostener la cinta. Pero poco más. La idea era buena, no me meto con la caracterización de los personajes o con que Holmes sea un experto en artes marciales. ¿Por qué no? Lo que falla es la historia, simple a más no poder y sobre todo la realización tan personal de Ritchie, que no sólo tira por la borda una oportunidad de renovar el mito del mejor detective del mundo para el Siglo XXI, sino de hacer su mejor película. Una oportunidad perdida, por mucho que la taquilla y ese final abierto le garantice una secuela con el mismo reparto.
La película ha sido nominada a los Globos de Oro 2010 en la categoría de Mejor Actor de Comedia o Musical: Robert Downey Jr sigue acaparando premios y elogios allá donde actúa.
Robert Downey Jr también interpretaba a un carismático multimillonario en Iron Man.
Otra versión moderna de un mito atemporal es la miniserie Jekyll, de la BBC.

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