lunes, 26 de abril de 2010

Los Invisibles Vol. III: entropía en el Reino Unido, de Grant Morrison

Este volumen contiene los números The Invisibles Vol. I #17 a 25 de la serie original americana, que veía completado de esta manera su primer volumen de acuerdo con los planes de su creador y guionista. La situación para el grupo de Los Invisibles pinta desesperada: su líder y uno de sus miembros más poderosos han sido capturados por los secuaces de La Conspiración, cuyo fin más inmediato es conocer el paradero del joven Jack Frost, que ha demostrado en alguna ocasión que posee un poder extraordinario. Sin olvidar sus verdaderas intenciones, que no son otras que mantener la sociedad que todos conocemos bajo su yugo, controlando la realidad, esperando la llegada de los Arcontes.

Estas son las claves con las que el guionista escocés, acompañado de una variedad de grandes dibujantes, prosigue con una de las obras más alabadas de la historia reciente de los cómics.


Portada del tomo recopilatorio a cargo de Brian Bolland

Entropía en UK (The Invisibles #17 al 20 USA)
Morrison recupera pulso narrativo para ofrecernos en tres números una historia llena de emoción con King Mob preso y objeto de las más horrorosas torturas. Mientras Fanny permanece a su vez encerrada en un sitio cercano y el resto de Los Invisibles empieza a preguntarse por la suerte de sus dos compañeros, Morrison cede el protagonismo a su alter ego que se ve envuelto en una batalla mental contra los secuaces de La Conspiración, que nos revelarán una gran cantidad de datos interesantes, ¿qué es en realidad verdad y qué invención? ¿Forman esas escenas que vemos alrededor del mundo parte de la educación del propio King Mob? ¿Son esos retazos de su infancia o defensas mentales levantadas contra sus enemigos? ¿Se encuentra al borde de la extenuación King Mob? Y la más importante, ¿es en realidad King Mob? Una historia donde lo onírico y lo real vuelven a mezclarse de forma magistral mientras la tensión va creciendo y la vida de los protagonistas pende de un hilo. Si a eso le sumamos que por fin vemos la llegada de un Arconte, podemos afirmar que Morrison sin duda está pisando el acelerador. La mitología hindú o los cultos sagrados en las llanuras australianas forman parte del imaginario del escocés, distintas disciplinas de la magia que han sido estudiadas por su principal protagonista.

Ayuda mucho el arte de Phil Jimenez, un dibujante de Los Ángeles con exitosas colaboraciones tanto en Marvel como en DC y que a partir de entonces colaboraría varias veces con el propio Morrison. Se nota que su trazo es uno de los mejores que han pasado por la colección, haciendo gala de un dibujo sobrecargado al más puro estilo George Pérez, lleno de detalles y de grandes escenas de acción.

Mencionar que entre tanto baile de dibujante, de muy variados estilos cada uno, ayuda a dar cierta unidad gráfica a la obra el contar con el mismo colorista para todos los números de la serie, Daniel Vozzo, así como para las portadas originales, a cargo de Sean Phillips –que en los últimos tiempos se ha convertido también en un prestigioso ilustrador, casi siempre acompañado de su amigo Ed Brubaker. Ambos han ofrecido varias de las mejores propuestas de género negro que se han visto en el cómic en tiempos recientes-. De la portada para el tomo recopilatorio se ocupa Brian Bolland, otro nombre famoso de la industria.

Como anécdota, si todavía a estas alturas hay alguien que desconfía de la información que situaba a esta obra de Morrison como objeto de plagio de la saga The Matrix, estos números despejaran muchas dudas, ya que las escenas donde Morpheo era hecho preso y torturado en la película son calcadas a las de las páginas de papel.

Para el número #20 USA llega el dibujante Tommy Lee Edwards (Marvel 1985, junto con Mark Millar) y su peculiar estilo con gran profusión de negro, aunque para mi gusto prefiero el estilo minimalista de Mike Mignola. Morrison nos concede una pausa para narrar en paralelo el viaje de Boy hasta Liverpool tras los pasos de Jack Frost –Robin y Crow andan a la busca de sus compañeros capturados-. De raza negra, ex policía de Nueva York y experta en artes marciales, Boy recurre a sus recuerdos –y Morrison a los flashbacks- para amenizar el viaje en tren desde Londres, por lo que conocemos los orígenes de otro de los miembros principales de la célula de Los Invisibles. Una historia callejera de desapariciones, donde la familia de Boy tiene un papel predominante, algo que influirá mucho tanto en la decisión de unirse al grupo anárquico liderado por King Mob como a sus motivaciones para librar esta guerra secreta, con el destino de la humanidad en la balanza.

¡Adiós conejitos! (The Invisibles #21 al 25 USA)
Vuelve Morrison a dedicarle un capítulo a Dane McGowan, alias Jack Frost, en su vuelta a Liverpool y para eso cuenta de nuevo con el dibujante Paul Johnson, que ya se encargó de dibujar al niñato malcriado, deslenguado, chulo e irrespetuoso que parece poseer un poder increíble. Frost irá recorriendo sus lugares más conocidos mientra sen su cabeza ocurren todo tipo de cosas que lo desconciertan. Al final tendrá que enfrentarse de nuevo a sus miedos y tomar una decisión, ¿seguir huyendo o volver con Boy a Londres para intentar ayudar al resto de Los Invisibles?


Para la traca final vuelve a los lápices Steve Yeowell, acompañado a las tintas de Dick Giordano –descanse en paz, maestro-. Para la locura que plantea Morrison en estos tres números de enfrentamientos en diferentes planos de la realidad y entre diferentes personajes, el dibujo de Yeowell se antoja insuficiente, muy lejos del aporte de Phil Jimenez, por ejemplo, que se encargó de la última saga larga en la colección. Al guionista también se le va un poco la cabeza con tanto conjuro mágico y tanta invocación, todo condensado en innumerables cuadros de texto diseminados por toda la página, muchos de los cuales son hasta difíciles de entender. Pero también hay que reconocer que al contar en paralelo los diversos frentes en los que se hallan los miembros de Los Invisibles y cómo van saliendo de las situaciones a vida o muerte en las que se encuentran, Morrison consigue mantener la tensión y la emoción, salpicada con algún que otra salida bastante graciosa –no sólo se trata de situaciones delirantes, sino del lenguaje que usan los protagonistas o lo que se ven obligados a hacer, que produce alguna que otra sonrisa-.

Se encarga de ilustrar el último número de este primer volumen el británico y residente en España Mark Buckingham, muy de moda en la actualidad por su serie Fábulas –gracias a la cual ha ganado varios Premios Eisner- y tras haber pasado por varios proyectos punteros en diferentes editoriales. Otro gran dibujante que sólo entrega 24 páginas, por lo que se antoja un poco desaprovechado. Cierra Morrison su serie con la División X, un equipo compuesto por tres miembros ya retirados que son vueltos a llamar por el gobierno inglés para que investiguen todos los hechos sobrenaturales que han ido ocurriendo en los últimos días en la ciudad de Londres.

Valoración personal

Vista en su totalidad, el todo que forman los primeros 25 números de Los Invisibles –que componen a su vez el primer volumen de tres de la serie- es difícil de juzgar. La idea original de Morrison de crear, a través de un medio tan particular como el cómic, una obra que revolucionara a la propia sociedad se me antoja algo exagerada. Sin embargo, tras conocer las múltiples declaraciones al respecto del autor –llegó a reconocer que lo que estaba contando en realidad eran revelaciones que recibió en un viaje a Nepal de mano de seres extraterrestres- y los continuos e irreales llamamientos a los lectores de la propia serie –una intensa sesión de onanismo para convocar vete a saber qué- quizás en la mente del propio Morrison sí que anidaba tan elevado proyecto.

El guionista escocés es un amante y adorador de la Magia del Caos. Un rápido vistazo en Internet me aclara algunas de las constantes que de momento han aparecido en su obra: una es la idea de individualidad y otra el concepto de creencia en diversas y muy variadas temáticas. La historia de Los Invisibles gira en torno a una sociedad –la nuestra, la actual- prisionera, cegada y sin ninguna posibilidad de liberarse por sí misma si no es con la ayuda de un determinado grupo llamado la Universidad Invisible, cuyos miembros recurren a lo que sea necesario para sobrevivir y librar una guerra por el humanidad. De ahí el concepto de individualidad, ya que los pertenecientes a este grupo pueden pensar por sí mismos y elegir no ser como el resto, meros borregos esperando en el matadero. Anarquistas, separatistas o terroristas son definiciones que encajan bien con Los Invisibles, por sus ideas revolucionarias o sus métodos, que incluyen la violencia extrema cuando es necesario o el consumo de drogas y otras sustancias.

Volviendo sobre el segundo concepto, frente a los Invisibles se encuentra un grupo de personas como ellos denominados La Conspiración, pero que se encuentran al servicio de seres superiores que pretenden seguir sojuzgando a la humanidad. Morrison apuesta por realidades alternativas, diferentes planos de realidad donde moverse y de donde provienen estas criaturas con formas monstruosas. De todos los referentes que usa Morrison en escritura, sólo puedo reconocer la influencia de Lovecraft, autor del que sí que he leído en abundancia. Y aquí entro de lleno en el concepto arriba mencionado: la capacidad de Morrison para colocar diferentes ideas, conspiraciones, conjuros, temas relacionados o no con la magia o con la espiritualidad de diversas culturas, sean actuales o pasadas, es sorprendente. Tanto que marea y es casi imposible llegar a verificar qué parte de lo que está contando se basa en unos principios reales y qué se está inventando.


Y esto quizás sea el fallo más grande por parte del guionista, auténtico ideólogo detrás de la serie, ya que el resultado final no puede ser otro que confuso. Como es uno de los grandes guionistas del momento, Morrison se las apaña para, al tiempo que va vertiendo toda esa inventiva –incontinencia verbal o mental-, tejer una historia por detrás que de unidad al relato y que pueda aportar algunos momentos buenos de acción, emoción o suspense, con contadas dosis de humor grueso. Pero la mezcla es confusa, repleta de cuadros de texto con explicaciones y frases inconexas imposibles de seguir, mientras la acción real va planteándose en otro plano de lectura. Esto es para mí lo peor que tiene esta serie perteneciente al sello adulto Vertigo, que le ha quedado demasiado personal. Prueba de ello es la nula capacidad de los dibujantes para aportar, pero eso es algo a lo que ya me he referido en muchas ocasiones conforme voy desgranando los capítulos individuales.

Sin embargo, el poso que deja Morrison es lo suficientemente interesante como para continuar la lectura del siguiente volumen. Además, los continuos problemas editoriales que tuvo que afrontar propiciaron un cambio de rumbo en la serie, una adaptación de la mente morrisoniana a las circunstancias que estaba atravesando en ese momento. Y eso es algo que todavía me apetece comprobar por mí mismo en los siguientes tomos.

Como Apéndice me gustaría dejar aquí el link a un artículo en Zona Negativa sobre esta obra realizado por José Torralba, una verdadera guía para sacarle más jugo a esta serie, repleta de tantas –y desconocidas, al menos para mí- influencias. En verdad se disfruta más de la relectura de esta serie tras los comentarios vertidos por el autor en este fantástico análisis.

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