Escrita en 1868, está considerada como la primera novela detectivesca en lengua inglesa. Ambientada en la propia sociedad inglesa de la época, combina de maravilla el exotismo de las colonias con la vida en el viejo continente. Se trata de una novela epistolar, esto es que son los protagonistas los que narran aquello que vieron, echando mano de sus propios diarios o notas o contando en primera persona los hechos ocurridos en su presencia directa.
Todo comienza cuando John Herncastle, oficial inglés en la India, no puede resistir la tentación de robar un impresionante diamante en la ciudad de Seringapatam, batalla que tuvo lugar en realidad. Aparte su valor, el diamante tiene una importancia capital para la religión de la zona, por lo que sus defensores son masacrados por los británicos y el diamante es sustraído y llevado a Inglaterra. Pero tres indios devotos se conjuraran para pasarse la tradición los unos a los otros en un intento de recuperar el diamante para su gente y devolverlo a su lugar de origen. Tras su muerte, Herncastle lega el diamante a su sobrina Lady Rachel Verinder en su mayoría de edad. Con motivo de tan señalada fecha, tiene lugar una fiesta en la hacienda de la familia Verinder a las afueras de Londres donde se dan cita diversos personajes. Una vez que el diamante desaparezca misteriosamente esa noche, todos los convidados serán sospechosos del robo, por lo que será necesaria la presencia del mejor inspector de Londres: el Sargento Cuff.
Baste decir que los comportamientos de unos y de otros no son todo lo lógico que debería ser y eso lleva al sargento a diversas conclusiones. Tras la imposibilidad de encontrar el preciado diamante, uno de los invitados y pretendiente de Rachel es el que toma la decisión de consignar todo lo que ha visto o vivido cada uno de los personajes de forma escrita, de manera que sea posible acceder a la verdad. Poco a poco irán prestando declaración Beterredge, jefe de servicio de la familia; Clack, la prima religiosa de Rachel; Mr. Bruff, el abogado de la familia; el propio Franklin Blake o diferentes apuntes de, por ejemplo, Ezra Jennings, médico o de un explorador y viajero inglés.
Collins nos traslada en el tiempo a través de las narraciones personales de sus protagonistas para intentar desentrañar no sólo el paradero de la Piedra Lunar, sino la autoría del robo o la solución a diferentes misterios que van apareciendo, como la muerte de una doncella del servicio. Por supuesto cada parte está contada según corresponde a la posición y ocupación de su narrador. Sin duda la mejor parte se encuentra en su final, tras cierto número de aclaraciones y cuando se antoja necesario un experimento algo curioso que incluye el consumo masivo de opio, en un intento desesperado de desentrañar algunos misterios. En su conjunto es una novela entretenida y amena, bien construida y que contiene muchas de las características que luego se convirtieron en tópicos de la novela detectivesca.

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