miércoles, 15 de septiembre de 2010

Adele y el misterio de la momia, de Luc Besson

El auténtico Rey Midas del cine francés y uno de los productores más importantes a nivel europeo adapta de manera muy personal algunas de las aventuras originales de Adèle Blanc-Sec, un cómic del también francés Jacques Tardi.

El argumento de la película es algo embrollado, cuando no absurdo: Adèle se encuentra en Egipto tras la pista de la momia del médico personal de Ramsés II, cuya sabiduría era legendaria. Adèle lo necesita porque es la última esperanza de su hermana gemela, que se encuentra en estado comatoso tras un fatal accidente. Para que le revele sus secretos cuenta con la ayuda de un científico que ha desarrollado la capacidad de dotar de nueva vida a los muertos: algo que acaba de conseguir inesperadamente al hacer eclosionar un huevo de pterodáctilo del Museo de Historia Natural de París.

Ni la excusa de sus orígenes, ni el guión tan disparatado salvan a esta producción que si bien está realizada con mucho tino –Besson tiene medios y dinero para ello y la recreación del París de principio de siglo me ha gustado mucho, así como sus efectos especiales-y no se puede negar que hasta cierto punto es entretenida; también es cierto que está mucho más cerca de producciones más recientes del director orientadas a un público infantil que sus primeros y rompedores trabajos, con El quinto elemento como mayor ejemplo. Podría haber sido una estupenda película de aventuras, pero en realidad es una comedieta poblada de personajes extravagantes con muy pocas secuencias que emocionen. No es un problema de entender el humor francés, sino que con tanto chascarrillo jocoso los hay mejores y peores y si bien es cierto que en algunos momentos te ríes, en la inmensa mayoría se roza el ridículo.

Lo mejor sin duda es la caracterización de la modelo Louise Bourgoin, dando vida a una guapísima periodista, aventurera y decidida, con ciertas habilidades –no muy buenas- para el disfraz y que sabe dotar de cierto carisma a su personaje, con audaces diálogos y cierto desprecio por sus semejantes, sobre todo cuando se entrometen en sus propósitos. Un físico espectacular que la mayor parte del tiempo permanece cubierto según la moda de la época y sobre el que gira toda la producción, compartiendo protagonismo con los efectos especiales. Mathieu Amalric (Munich) también tiene un gracioso papel y no lo hace nada mal, aunque es prácticamente irreconocible.

En definitiva, es entretenida y está bien realizada, pero es tan absurda que todo el sentido de la aventura se pierde entre tanto chiste tonto. Este equilibrio está muy lejos de otras películas como La momia y sus secuelas –ni que decir de las de Indiana Jones- y eso al final la perjudica, quedando un resultado demasiado simple e infantil.

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