viernes, 17 de septiembre de 2010

Los pilares de la tierra, la miniserie para TV

La cadena privada Starz norteamericana sigue con su apuesta de convertirse en una de las grandes productoras de ficción de su país, intentando acercarse a la posición de dominio que ejercen la AMC y la HBO. En el último año consiguieron cierto éxito de audiencia con la violentísima serie pulp ambientada en la antigua Roma: Spartacus, de la que queda por estrenarse una precuela y su segunda temporada. Por esto no sorprendió cuando se anunció que se habían hecho con los derechos de la novela de Ken Follet, Los pilares de la tierra, uno de los éxitos más rotundos de la literatura moderna a nivel de ventas. Tras los primeros tráilers, finalmente se estrenó en julio de 2010 y ha supuesto todo un éxito para la cadena, incluido su estreno en España por parte de Cuatro (septiembre de 2010), convirtiéndose en el mejor de su corta historia.

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La novela de Ken Follet
Publicada en 1989, sorprendió a propios y extraños al tratarse de una novela histórica de más de 1000 páginas ambientada en Inglaterra en un periodo conocido como la Anarquía, en el siglo XII, en plena Edad Media. El hecho de que Follet fuese conocido por sus novelas de espías y thrillers no impidió que se convirtiera en un éxito que se repite hasta nuestros días y que la situara en los primeros puestos de venta desde entonces. El contexto histórico en el que se desarrolla esta aventura coral de múltiples personajes cuenta con el reinado del Rey Esteban y las guerras civiles que asolaron el país, ya que la Emperatriz Matilde era la auténtica heredera del trono inglés. En ella se centra especialmente el escritor en narrar el crecimiento en importancia de un pueblecito con un priorato, el de Kingsbridge y la construcción de su catedral a lo largo de los años, así como los personajes que pululan a su alrededor. Intrigas políticas, la iglesia de por medio, los arquitectos y artesanos y múltiples historias de amistad, traición y amor. Una hábil mezcla que en su momento, cuando la leí hace muchos años, no me disgustó, si bien no la considero ninguna maravilla en el género. La secuela, que fue publicada en el 2007, no fui capaz de acabarla.

La serie de televisión
Han sido ocho capítulos de una hora aproximadamente de duración –en realidad, quitando los necesarios Anteriormente o los títulos de crédito se quedan en unos cincuenta minutos de metraje original-. La labor de ambientación quizás sea lo más reseñable, junto con un puñado de actores muy solventes y conocidos por el público aficionado a la televisión, ya que el guión es calcado al original literario, salvando algunos pasajes y recurriendo a trucos normales en este tipo de producciones, como hacer que sea un único personaje el responsable de diferentes acciones, por ejemplo. Si bien hace tanto tiempo que leí la novela que no acabo de identificar las diferencias, lo único que recuerdo que no aparece en la miniserie es que Jack en un momento dado se marchaba a Toledo y por otro lado tampoco tengo muy claro la relación entre William y su madre, no me sonaba de haberlo leído así. El presupuesto ha sido adecuado -40 millones de dólares y un año para su realización- y ha contado detrás con solventes compañías, como la productora de los hermanos Scott (American Gangster, Red de mentiras, Robin Hood), cierta garantía de calidad.

Profundizando un poco más en las múltiples tramas que se van juntando aquí y allá, tenemos los diferentes estratos de la sociedad representados y entre los cuales destaca un actor protagonista entre todos los demás. Tras usurpar el trono, el rey Esteban se embarca en una guerra con la aspirante y legítima heredera. La iglesia apoya a Esteban a cambio de sus favores, con el obispo Bigod a la cabeza, un intrigante sacerdote cuyo único propósito es alcanzar la curia romana, para lo que necesita un mejor palacio y mayores riquezas. Interpretado soberbiamente por Ian McShane (Kings, Deadwood), es probablemente la mejor interpretación de toda la serie: a este hombre los papeles de cabrón desalmado le sientan demasiado bien. Por desgracia para él, se verá enfrentado al nuevo prior de Kingsbridge, que le coge la medida de inmediato y cuyo propósito choca frontalmente con el del obispo: el Prior Philip quiere restaurar la catedral de su priorato, aunque para ello tenga que convertirlo en un nuevo lugar de paso para el comercio y la prosperidad. Y todo eso es dinero que le falta al obispo. Personaje central de la historia, Philip está interpretado por Matthew Macfadye, un galardonado actor británico de gran solvencia que ha triunfado en teatro, en cine (Frost contra Nixon, Robin Hood) y en televisión (Little Dorrit). Con esto llegamos a la clase obrera, representados por Tom Builder, maestro arquitecto a cargo de la construcción de la catedral, al que da vida Rufus Sewell, que alterna trabajos en televisión y cine norteamericano. Sus hijos le ayudan en su labor y van cobrando más o menos protagonismo: Marta, que es la pequeña; Alfred, que es mezquino y que acabará sustituyéndolo con desastrosos resultados y Jack, adoptado y cuyo pasado oculta un misterio esencial para la historia en su totalidad. Los dos jóvenes competirán por el amor de Aliena (Hayley Atwell, El prisionero), entroncando así con otra casta distinta: la de la nobleza. El padre de Aliena, Conde de Shiring (Donald Sutherland), fue depuesto por apoyar a la auténtica heredera al trono y reemplazado por los Hamleigh, cuyo hijo y heredero William es un sanguinario asesino y violador.

Conforme va avanzando el metraje, todos estos diversos personajes van relacionándose los unos con los otros, zancadilleándose y traicionándose entre ellos y cambiando de bando con una facilidad inaudita, todos en busca de sus propios intereses. Algunos personajes son más ricos que otros y ofrecen diferentes matices: Tom Builder vive consagrado al mantenimiento de su familia mientras busca realizar su sueño: construir una catedral digna de ser la antesala de Dios; Philip es un monje que se debate entre su ferviente fe y su anhelo por hacer las cosas bien en contra de cómo tiene que obrar determinadas veces si quiere conseguir su objetivo de resucitar Kingsbridge y a su catedral; Jack es un artista excepcional en diferentes facetas, pero es de carácter tímido y su amor hacia Aliena no hace sino confundirle; y William es un bastardo del espíritu pero luego está permanentemente acojonado con la posibilidad de ir al infierno y arder para siempre. En general las actuaciones están muy bien y acompañan a la ambientación y al diseño de producción, que son excelentes. Me ha gustado mucho la manera en la que se muestra el crecimiento de la catedral o los diferentes modos de construirla, aunque no se profundice en ellos al menos se muestran brevemente, lo que le da cierto aire de verosimilitud. Los necesarios saltos en el tiempo no están nada mal, unos cuatro años entre diversos capítulos por ejemplo, aunque en los capítulos finales queda algo mal, sobre todo con el viaje de Jack a Francia.

En lo que respecta a las escenas más movidas, de luchas entre ejércitos y sitios a castillos, no hay nada nuevo, estamos más que acostumbrados a ese tipo de secuencias y en esta serie –como ya ocurriera en los capítulos finales de Los Tudor- está bastante logrado, pero no destaca sobremanera. Tampoco hay ningún exceso de violencia descarnada, ni nada parecido.

Y quizás sea esa el único defecto de esta serie, que a optado claramente por agradar a la mayor cantidad de público posible. Está claro que la televisión norteamericana está viviendo un momento dulce en calidad y esto se demuestra cuando producciones que antes estaban claramente destinadas a su adaptación a las salas de cine, ahora prefieran la hermana pequeña, la televisión. Si en un futuro próximo la HBO estrenará su versión de Canción de hielo y fuego y la AMC el Apocalipsis detrás de Los muertos vivientes, sin duda Starz se apuntó un tanto muy importante al realizar esta miniserie. Sin embargo, si quiere acercarse en popularidad a las dos cadenas de cable mencionadas, tiene que arriesgar más. Y es que sorprende que en una cadena donde se emite Spartacus, una serie con una cantidad obscena de sexo y violencia, les haya salido una adaptación tan blandita. Puedo entender que prefieran dejar de lado escenas violentas o de sexo, pero también han abandonado el lenguaje malsonante de la época y en general todo el mundo se comporta demasiado bien. Han construido una Edad Media demasiado luminosa y en muchas partes de la trama falta emoción pura y dura. Al final, estos pequeños detalles restan credibilidad a la historia, que hay que reconocer que se entiende bien y está resuelta con eficacia.

La televisión se ha convertido en el medio ideal para determinadas obras y eso sólo puede ser bueno para el espectador, que cada vez tiene más donde elegir. Los pilares de la tierra resulta una opción muy digna, una miniserie de extensión adecuada, bien hecha, con actores conocidos y solventes, que dará unas horas de entretenimiento puro y duro.

2 comentarios:

  1. No he visto la serie pero me gustaron mucho los libros, si puedes recomendar alguno de ese genero guay

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  2. Sí claro, sin problema. Aunque te adelanto que Los pilares de la tierra, aunque lo considero entretenido, no es de mis favoritos.

    Dos recomendaciones entonces: si te gustó el libro de Ken Follet: La catedral del mar, del español Ildefonso Falcones, muy parecido en temática y estilo, aunque gana muchos enteros al desarrollarse en España.

    Y la segunda y más personal, El nombre de la rosa, de Umberto Eco.

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