martes, 23 de noviembre de 2010

Mad Men. Tercera Temporada


En el año 2009 se emitió la tercera temporada de Mad Men, una serie ya consagrada como de lo mejor que se podía encontrar en televisión en el momento. La evolución de sus protagonistas, de la sociedad americana y de la agencia de publicidad donde trabajan es evidente y los creadores detrás de este drama coral centrado en los personajes han sabido llevar muy bien dicha evolución. En especial la de Don Draper, cuya vida va a dar un vuelco espectacular en poco tiempo.

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Nos encontramos en el año 1963. La compañía de publicidad Sterling & Cooper ha sido vendida en un ventajoso acuerdo a otra compañía de publicidad más grande de origen británica. Lane Pryce –interpretado por el actor londinense Jared Harris (Fringe, Benjamin Button)- es el nuevo jefe, el director financiero de la sucursal en Nueva York. Bajo sus órdenes siguen trabajando Roger Sterling y Bert Cooper, antiguos fundadores, y por supuesto Don Draper, que ganó su pulso personal a Duck Phillips, que acabó saliendo de la compañía por la puerta de atrás.

Los primeros buenos contratos vienen de la mano de Pepsi o de los responsables de la construcción del Madison Square Garden, que necesitan ayuda para la promoción. Incluso asistirán a un excéntrico millonario a realizar una campaña para introducir un nuevo deporte en Estados Unidos: ¡la cesta punta! Pero sin duda la cuenta estrella será la de los hoteles Hilton, lo que propiciará que tanto Don como su mujer deban realizar algún que otro viaje, tanto por Estados Unidos como por Europa.

En el terreno de lo personal, Don y su esposa Betty se han reconciliado antes del nacimiento de su tercer hijo. Por otro lado, el padre de Betty, enfermo, irá a pasar sus últimos días a casa del matrimonio, introduciendo otro factor para nada tranquilizador en el comportamiento de una Betty Draper cada vez más neurótica y mandona, que para colmo empezará a sentirse atraída por un maduro congresista, Henry Francis.

En la agencia destacan la nueva vida matrimonial de Roger Sterling –con una veinteañera- y la marcha de Joan Harris, que acaba de casarse y abandona la empresa. En uno de los mejores capítulos de la temporada, los dueños de la agencia de publicidad visitan las oficinas de Manhattan para presentar a los nuevos jefes, organizando una fiesta que no acabará como estaba previsto, en parte debido a un tractor John Deere.

Sin embargo, las cosas no son siempre tan buenas como parecen. Pronto todo parece ir yendo cuesta abajo para Don y los suyos. La amistad entre Sterling y Draper es una clara metáfora de la propia vida de Don y su empresa. Cuando ambos amigos se pelean, en parte por el divorcio y posterior boda de Roger, la agencia notará un bajón considerable en algunas cuentas y la vida personal de Don estará a punto de venirse abajo cuando Betty descubra su pasado oculto, su nombre real, cómo lo consiguió en la guerra de Corea y su anterior divorcio. Toda una vida de la que ella no conocía nada y que la forzará a tomar una decisión drástica.

Siendo tónica  habitual en la serie hasta ahora, un hecho significativo en la historia de Estados Unidos va a marcar el pistoletazo de salida para el gran final de temporada. En este caso el asesinato del presidente Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, en Dallas.

¿El final de Mad Men?
Obviamente, a estas alturas que la cuarta temporada ya ha acabado y se ha renovado para una quinta, no tenemos dudas de su continuidad. Sin embargo tengo que reconocer que si la serie hubiese acabado con estos capítulos finales, no me hubiese importado. Y es que la manera de despedirse de esta temporada me ha gustado mucho, dejando muchos cabos atados y ofreciendo un nuevo comienzo a los personajes.

El escarceo de Don con el dueño de Hilton no acaba nada bien, pero al menos se entera antes de tiempo de que la empresa británica para la que trabajan está a punto de vender la compañía a sus competidores americanos, por lo que pasaría a trabajar para alguien que ya intentó reclutarlo hace un tiempo y que acabó rechazando. La situación no favorece a nadie de los implicados y además Don no está para historias. Su última aventura amorosa –con la profesora de su hija- no ha acabado bien y para colmo Betty le ha pedido el divorcio porque quiere casarse con Henry. Pero en el último capítulo de todos Don va a volver por la puerta grande y va a dar con la solución: para ello tendrá que renovar su amistad con Roger Sterling –sin duda de lo mejor de la serie; cuando la química entre estos dos no va bien las tramas se resienten y todo se hace más aburrido- y contando con la inestimable ayuda de Cooper convencerán a Lane para que no sólo los despida antes de efectuarse la venta –y así no tener que cumplir sus contratos-, sino de que se una a ellos como socio en una nueva agencia.

Para ello Don necesita reclutar a sus mejores creativos: Peggy Olson, que ha visto su trabajo recompensado y que acaba de mudarse a Manhattan; Pete Campbell, que entra como socio fundador y con la promesa de poner su nombre pronto en el edificio, que se trae consigo todas sus cuentas; Harry Crane como el responsable del departamento de televisión y, cómo no, Joan Holloway –apellido de casada- como la jefa de secretarias.

Una jugada maestra donde nace Sterling Cooper Draper Pryce, la nueva agencia de publicidad de la Avenida Madison y que resulta un broche de oro a una temporada que empezó algo floja pero que ha tenido grandes momentos y capítulos como el parto de Betty, la fiesta en la boda de Sterling con su mujer 22 años menor que él; el desafortunado accidente en la oficina; el despido de Sal Romano –el pobre sufrió acoso por parte de un cliente importante homosexual al que rechazó- y todo lo relacionado con la muerte de Kennedy y la boda de la hija de Sterling, que se celebraba al día siguiente y que resulta ser todo un desastre. Amén de un acertado final que, como he dicho antes, podría haber sido perfectamente el de toda la historia pero que, para bien, va a continuar esperemos que por mucho tiempo.

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