domingo, 9 de enero de 2011

El invierno del dibujante, de Paco Roca

Pocas obras recientes habían creado tanta expectación antes de su estreno y tantos comentarios en forma de alabanzas o de críticas tras el día de su publicación. Son muchas las reseñas que sobre esta obra se pueden encontrar ya en la blogosfera y pocas o ninguna tendrán una palabra negativa para el autor y su obra. Sin embargo, parece ser que la edición de la misma es otro cantar bien distinto y ha sido ésta la que se ha llevado los varapalos de los aficionados.

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Si me centro en el último cómic realizado por Roca, éste es sobresaliente. El autor bucea en la historia del medio y rescata una anécdota, una nota a pie de página en el mundillo y lo convierte en una historia llena de sentimiento y pasión, bien narrada y con unos recursos estilísticos de lo más interesantes -la tonalidad de las páginas varían suavemente según los capítulos de la obra, que están ambientados en diferentes estaciones de los años 1957 y 1959, saltando de uno a otro cada vez, adelante y atrás en el tiempo-. Tiene un tono nostálgico de lo más interesante, no sobre el tiempo pasado, que no es que fuera bueno precisamente, sino sobre lo que podría haber sido. En un momento en que era impensable, cinco de los autores más importantes de la Editorial Bruguera iniciaron un conato de rebelión contra las reglas establecidas y se embarcaron en una aventura editorial propia, la de la autoedición de su propia revista de historietas -más adultas y menos tolerantes con la censura- que acabó llamándose Tío Vivo. Por aquellos tiempos los derechos de los personajes pertenecían a la editorial y esta podía hacer y deshacer a su antojo con ellos sin pagar ni un duro de más a sus autores originales. Resulta curioso, como reflexión personal, que todavía andemos a vueltas con estos temas de derechos de autor, reconocimientos y royalties tantos años después, de una forma o de otra.



La ambientación histórica y la investigación que Roca ha realizado es digna de un estudio aparte. En la charla que dio junto con Altarriba y Kim (El arte de volar) en el último Expocomic en la sala del FNAC explicó algunos de los pasos que había dado para encontrar determinados lugares, anécdotas curiosas del momento, cómo eran los sitios por donde pululaban los artistas, los coches que rodaban por sus calles, los cafés que frecuentaban o la ropa que vestían. Por eso cualquier aficionado al tebeo disfrutará frecuentando lugares conocidos en forma de personajes, ya sean ficticios o reales: Escobar, Victor Mora, Vázquez, Ibánez, El capitán Trueno, El Jabato, Mortadelo y Filemón, Carpanta, Zipi y Zape, La familia Cebolleta o El teniente Dan.

Hay momentos que sobresalen en este tebeo. La difícil decisión que toma Escobar junto con su mujer; la conspiración orquestada en casa de los Bruguera para torpedear la salida de la revista de sus dibujantes, su competencia; la curiosa relación entre Vázquez y González, el Editor; las travesuras de este último en forma de anécdotas graciosas. Y digo sobresalen porque la media es muy alta, siendo Roca fiel a su estilo detallista a la hora de dibujar y a su modo de narrar, pausado y más centrado en conversaciones que en la acción pura y dura, demostrando todo un repertorio a la hora de caracterizar a sus personajes con su lenguaje corporal o su forma de hablar. Su composiciñon de página es arriesgada y el resultado final sorprendente. De hecho, se echa en falta un tamaño mayor, al igual que me pasaba con El arte de volar, que en su última edición y tras la concesión del Premio Nacional han lanzado una reimpresión gigante comparada con la que tengo yo.

Dedicándole un párrafo a las críticas recibidas, la mayoría -si no todas- se han debido a la edición que Astiberri ha realizado de esta obra. En otras charlas que estuve en el pasado Expocomic de Madrid eran muchos los autores, profesionales y aficionados que comentaban la jugada realizada a Paco Roca. Mi opinión personal es clara: a la hora de leer me olvido de este tipo de cosas y deben de ser muy evidentes para llamarme la atención y por desgracia en este caso tengo que admitir que parece que hay algo raro, sobre todo en el capítulo ambientado en la primavera de 1957 que tiene un color rosa o salmón donde no me creo que eso estuviera pensado así originalmente. En algunas páginas es más o menos evidente, pero puede hacerse molesto. Seguro que será algo que se arregle en posteriores ediciones, sobre todo si esta primera tiene el éxito esperado y merecido. Lo malo es que los que ya la tenemos nos la tendremos que quedar.

Es un gran cómic y como tal ha llamado mucho la atención, de forma justa. Toca un tema apasionante del que no se sabe mucho y se agradece de vez en cuando este tipo de obras arriesgadas y comprometidas. Sobre todo por algunas de las aseveraciones que en él se vierten, pero imagino que Roca esto lo habrá comprobado y por ello no le tiembla el pulso a la hora de señalar culpables, vencedores y vencidos.

El debate más estimulante sobre la obra, de nuevo y como viene siendo habitual se produjo en La cárcel de papel. Dejo el enlace aquí y la conclusión del Carcelero justo aquí


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