miércoles, 16 de noviembre de 2011

Las aventuras del capitán Alatriste VII: el puente de los asesinos, de Arturo Pérez-Reverte

Acaba de publicarse el séptimo volumen que recoge las aventuras del personaje más famoso del antes corresponsal y ahora escritor Arturo Pérez-Reverte, uno de los autores más vendidos en nuestro país y allende sus fronteras: Don Diego Alatriste, para sus amigos y congéneres llamado capitán Alatriste, aunque carezca de dicho título oficial.

Pérez-Reverte vive un momento dulce en su carrera literaria, avalado por el éxito de sus más de veinte novelas –desde la publicación de El húsar en 1986, hace ya veinticinco años- y sus seis volúmenes recopilatorios de sus artículos periodísticos y algún que otro relato breve y escritos varios. Ahora, a las puertas de la campaña navideña –apuesto lo que sea a que el autor es uno de los escritores más regalados de nuestro país- vuelve con su serie más exitosa apenas un año después de su última novela. Serie que comenzó allá en el año 1996 y que refleja la visión muy personal del autor del Siglo de Oro español, a través de los ojos de un joven Iñigo Balboa, al cuidado de un veterano de los tercios de Flandes que hace lo necesario para sobrevivir, la mayoría de las veces alquilando sus habilidades de asesino y buen soldado por una buena suma.


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El Siglo XVII español le permite a Pérez-Reverte explotar sus puntos fuertes como escritor en un ambiente inigualable donde se siente cómodo y confiado: un Madrid algo oscuro, pobre, formado por callejones peligrosos y tabernas repletas de gente de lo más variopinta; donde la monarquía, los nobles y la iglesia maquinan y planean, usando la mayoría de las veces a gente como Alatriste y sus amigos como meros peones en diversos y peligrosos juegos. Aparte las tramas del escritor, que no suelen ser especialmente complicadas, sino todo lo contrario, se aprecia un cierto cuidado a la hora de plasmar el habla de los habitantes, así como las descripciones de los lugares por los que se mueven. Juega también Pérez-Reverte con algunos hechos históricos, a los que añade pequeñas pinceladas de ficción que dan a todo el conjunto un acabado mucho más interesante. De esa forma Francisco de Quevedo es un personaje recurrente de esta saga y no faltan las menciones a Lope de Vega o Miguel de Cervantes, ni a su obra en verso. El Conde-Duque de Olivares o el mismísimo Felipe IV han aparecido alguna que otra vez con cierta importancia y algún que otro hecho probado, como la rendición de Breda, acaecido en el tercer volumen de la saga y con un giro de guión interesantísimo, ya que según el escritor sería el mismo Iñigo Balboa el que años después narraría dicha rendición a Velázquez, para que este pudiera pintar su famoso cuadro.

Mientras que las dos primeras aventuras transcurrían en Madrid, y la tercera en los Países Bajos –publicadas además en años consecutivos: El capitán Alatriste (1996); Limpieza de sangre (1997) y El sol de Breda (1998)-, El oro del rey (2000), la mejor de todas hasta la fecha, transcurría la mayor parte de sus páginas en Sevilla. En algún momento de estos años Pérez-Reverte decidió cambiar los planes iniciales para su criatura. Lo que estaba planificado como cinco o seis entregas –de las que en un principio estaban anunciadas, todavía quedan dos por publicar- se ha cambiado sobre la marcha, dando a luz a nuevas aventuras cada cierto tiempo. El caballero del jubón amarillo (2003) es para mí la menos lograda de su autor, de nuevo ambientada en Madrid. Aunque tres años después volvería a la senda que a mí más me gusta con Corsarios de Levante (2006) uniendo en un solo libro dos de las pasiones del autor: el mar y Alatriste. Como curiosidad, El puente de los asesinos ha supuesto la espera más larga ante un nuevo capítulo en la vida de Alatriste desde que este naciera hace ya quince años.


Hablo de las pasiones del autor porque, al igual que podríamos dividir su actividad pública en tres diferentes esferas –y al hilo de un artículo recientemente publicado en su columna semanal tendríamos al escritor superventas, al columnista polémico, ¿un personaje como cualquiera de sus novelas, tal vez? y al correcto personaje público, miembro de la Real Academia- su carrera literaria también podría ser objeto de una división parecida. Si dividiésemos su producción en prosa en dos grandes categorías, éstas serían sin duda la novela actual y la histórica. El primer grupo lo tiene algo olvidado desde 2006 cuando publicó El pintor de batallas, la cual no he leído.

Dentro de sus novelas históricas –la guerra es una de las constantes del autor, así como cierto tipo de héroe resignado a su suerte- se podría arriesgar uno a una cierta subdivisión: aquellas ambientadas en la época de las campañas napoleónicas en suelo patrio: El húsar, la mejor de ellas hasta la fecha; La sombra del águila –que junto con Cabo Trafalgar y relatos como Jodía Pavía podrían clasificarse a su vez dentro de un estilo muy particular del autor donde el sentido del humor es muy importante y donde los tópicos propios y ajenos están exagerados hasta lo risible, sin dejar de lado la crítica veraz y sincera-, Un día de cólera o la más reciente El asedio, la menos lograda para mi gusto por mucho que se dijera en su momento que era su proyecto más ambicioso. Y es que cuando Pérez-Reverte viaja hacia esta etapa de nuestra historia es mucho más crítico, demasiado para  mi gusto y su visión de la España de la época no acaba de convencerme. Simplemente no me creo que fuéramos tan malos, ni tan mezquinos como nos dibuja el escritor en sus páginas.

Es por eso que tengo cierto aprecio por la serie de Alatriste, donde la visión de España, sin dejar de tener un tono crítico en muchos de sus momentos, no deja de mostrar cierto orgullo. En palabras del propio autor, de boca de Íñigo Balboa: conocerán vuestras mercedes el modo en que el nombre de mi patria era respetado, temido y odiado […] y cómo, para crear el infierno en el mar o en la tierra, no eran menester más que un español y el filo de una espada.

Dejo fuera de esta rápida clasificación El maestro de esgrima, novela histórica aparte.

Centrándome ya y por fin en El puente de los asesinos, éste entronca directamente con el estilo empleado en El oro del rey, si bien su resolución no me ha parecido tan acertada como la misión que tenía lugar en tierras andaluzas. Alatriste, Íñigo y sus mejores y más fieles compañeros son requeridos, mediación de Quevedo, para realizar una peligrosa misión en Venecia, de forma que tendrán que lograr penetrar en la ciudad y allí realizar una serie de estropicios que pongan de rodillas a la ciudad de comerciantes más importante de la época, contraria a los intereses españoles en la zona. Una delicada misión que vive sus mejores momentos en los prolegómenos de la misma, en su preparación y primeros pasos, que llevarán a un nutrido grupo de soldados de diferentes procedencias e intereses a través de Nápoles, Milán y la propia ciudad de los canales. Todo ronda alrededor de la navidad de 1627 y personajes ya conocidos por los lectores como Copons o Murriato tendrán sus momentos de atención por parte de su creador.


Aprovecha Pérez-Reverte para profundizar en la relación entre Alatriste y su protegido Íñigo, el cual sigue siendo el verdadero testigo de esta historia. No queda muy claro por parte del autor la diferencia entre Íñigo y su amo cuando ambos aparecen separados en la novela. Utilizando la primera persona –nos encontramos leyendo las memorias de Íñigo Balboa en su vejez- teóricamente el joven no tendría manera de acceder a los pensamientos y acciones íntimas de su maestro, pero es un recurso narrativo que se le perdona, aunque atente contra la coherencia de un relato en clave de diario personal.

En un principio tampoco me pareció buena idea la recuperación de uno los mayores enemigos del capitán, reverso de la misma moneda, aunque luego la cosa queda bien explicada y se le saca un buen partido, con unos diálogos entre ambos muy logrados y estableciendo una nueva clase de relación entre ellos.

Se anota un punto el escritor a la hora de hacer accesible para toda clase de público una novela que en realidad es el séptimo capítulo de una saga que como mínimo alcanzará las nueve entregas. De los recuerdos de Íñigo tomamos buena cuenta los lectores del pasado distante e inmediato de los protagonistas, así como de apuntes futuros de lo que les espera, a veces revelando un poco más de lo debido a costa de perjudicar el suspense, ya que tomamos buena nota de la batalla final del capitán Alatriste y de las circunstancias de su muerte. Como dato curioso, también se ofrece lo mismo en referencia a su enemigo.

Si a ello añadimos un don para la elaboración de los títulos de sus capítulos y para la invención de los nombres de sus protagonistas, Arturo Pérez-Reverte logra sumergirnos con acierto en un mundo pasado que necesariamente no fue mejor, en una aventura trepidante y entretenidísima que continúa una saga de un altísimo nivel y que esta vez nos lleva por varias importantes ciudades europeas. No es la mejor de todas, pero tampoco es la peor y anda más cerca de las primeras que de las últimas, las menos si somos francos.

De nuevo se acerca el de Cartagena a uno de sus autores favoritos, Dumas, auténtico maestro de la literatura de aventuras de capa y espada y uno de mis creadores idolatrados. Quién sabe si dentro de unos pocos años, el propio Pérez-Reverte abordará una novela de similares características a las realizadas por el genio francés, legándonos una última gran aventura. Hasta entonces seguiremos expectantes, leyendo el resto de su obra –aunque sea regalada-.

Sobre la edición, poco que añadir. Continúa el mismo color temático de las anteriores entregas, en tonos ocres y con una serie de ilustraciones por capítulo a cargo de Joan Mundet, artista que llegó sustituyendo a Carlos Puerta en El oro del rey. No me acaban de gustar las ediciones de Alfaguara. La presentación está muy bien, pero me parece que inflan el tamaño de las letras y ajustan demasiado el ancho de los márgenes para así añadir unas páginas más al tomo y poder subir algo más el precio. Se lee bien y fácil, es verdad, pero a coste de encarecer un producto que ya lo es de por sí. Cuestión de gustos esta última opinión.


Otras obras del autor en este blog:

6 comentarios:

  1. Un buen repaso a Reverte y a Alatriste. Esto podría dar para una conversación de dos o tres botellas de vino. Como eso no pega para un post, me centro en Alatriste. Espero que pronto podamos tener esa conversación en vivo. Además, me acabo de comprar “La sombra del águila”, que no lo había leído.

    Me ha gustado que toques a Dumas. Casualidades de la vida, unos meses antes de que llegase a mi manos el primer libro de Alatriste llegó “Los tres mosqueteros”, libro que fue de mis preferidos durante muchos años y que habla de la visita del conde de Buckingham a Madrid. Los pormenores de dicho viaje los conocemos gracias a la primera aventura de Alatriste.

    Comparar Alatriste con D’Artagnan es como hablar del cine español. En las universidades de las películas americanas todos son guapos, limpios y tienen un gran coche, en cambio, en las españolas, aparece gente normal en aulas normales, es más aparece gente fea en aulas feas y que tiene que viajar en autobús. A lado de los mosqueteros, donde viven felices y como dice Porthos, los problemas se acaban arreglando solos, Alatriste vive jodido, le putean, pasa frío y tiene piojos. Una visión mucho más negra (y realista) de la vida, una visión más acorde con España.

    Por otro lado, comparto que la trama suele ser pobre y los finales dejan mucho que desear (escribo esto con el recuerdo del último), pero no es lo que buscas de los libros, por lo menos yo. Busco viajar a aquella época, conocer como vivían, como hablaban, como pensaban. Aparte de este último, que me ha parecido de los mejores, me quedo con el de Breda y el de Sevilla. Y chapeau por Malatesta.

    Respecto a los que quedan, pues ya lo ha dejado claro, dos: La Venganza de Alquezar y Misión en Paris, Rocroi queda cerca de Paris.

    Y nada, que lo dicho, este autor daría para hablar mucho, a ver si te veo pronto y lo podemos demostrar. Recomendable el pintor de batallas, diferente, la última página le da sentido a todo el libro.

    Un abrazo!

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  2. Muy buen comentario, muchas gracias.

    Nada más recomendarte de Dumas, si te gustaron Los tres mosqueteros, la que para mí es su mejor novela: El conde de Montecristo.

    Y La sombra del águila seguro que te gusta, que es muy divertida.

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  3. Muy buen repaso, coincido. Encuentro en Dumas una mayor habilidad para ocultar su propia figura (quizá fuera la fábrica de negros que tenía xD), o quizá es que Reverte quiere o no puede evitar subrayar algunas de sus particulares deas centrales, que a veces comparto, pero en esta entrega se me hacen excesivamente plomizas. Aparte de eso, y de algunas decisiones discutibles del propio alatriste durante la novela, la he disfrutado mucho. De Reverte me quedo con el maestro de esgrima, sin duda.

    De Dumas...Montecristo es grandioso, pero la joya que es 20 años después y el tono más crepuscular que ningún escritor haya podido dibujar me tienen cnquistado.

    Un saludo :) y sigo leyendo con mucho interés la página, es grato descubrir cosas nuevas.

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  4. Muy interesante la idea de "ocultar su propia figura", estoy totalmente de acuerdo.

    También coincido con la apreciación hacia El maestro de esgrima, también reseña en este blog.

    Y sobre Dumas, no hay nada más que yo pueda decir para alabarle y tengo unas ganas locas de tener algo de tiempo libre para volver a releer su ciclo completo de Los tres mosqueteros y la segunda parte de El conde de montecristo -la primera la releo cada vez que puedo-.

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  5. La segunda parte a mí me cuesta algo más, la primera me parece la perfección :)

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