Acaba de publicarse el séptimo volumen que recoge las
aventuras del personaje más famoso del antes corresponsal y ahora escritor
Arturo Pérez-Reverte, uno de los autores más vendidos en nuestro país y allende
sus fronteras: Don Diego Alatriste, para sus amigos y congéneres llamado
capitán Alatriste, aunque carezca de dicho título oficial.
Pérez-Reverte vive un momento dulce en su carrera literaria,
avalado por el éxito de sus más de veinte novelas –desde la publicación de El húsar en 1986, hace ya veinticinco
años- y sus seis volúmenes recopilatorios de sus artículos periodísticos y
algún que otro relato breve y escritos varios. Ahora, a las puertas de la
campaña navideña –apuesto lo que sea a que el autor es uno de los escritores
más regalados de nuestro país- vuelve
con su serie más exitosa apenas un año después de su última novela. Serie que
comenzó allá en el año 1996 y que refleja la visión muy personal del autor del
Siglo de Oro español, a través de los ojos de un joven Iñigo Balboa, al cuidado
de un veterano de los tercios de Flandes que hace lo necesario para sobrevivir,
la mayoría de las veces alquilando sus habilidades de asesino y buen soldado
por una buena suma.
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El Siglo XVII español le permite a Pérez-Reverte explotar
sus puntos fuertes como escritor en un ambiente inigualable donde se siente
cómodo y confiado: un Madrid algo oscuro, pobre, formado por callejones
peligrosos y tabernas repletas de gente de lo más variopinta; donde la
monarquía, los nobles y la iglesia maquinan y planean, usando la mayoría de las
veces a gente como Alatriste y sus amigos como meros peones en diversos y
peligrosos juegos. Aparte las tramas del escritor, que no suelen ser
especialmente complicadas, sino todo lo contrario, se aprecia un cierto cuidado
a la hora de plasmar el habla de los habitantes, así como las descripciones de
los lugares por los que se mueven. Juega también Pérez-Reverte con algunos
hechos históricos, a los que añade pequeñas pinceladas de ficción que dan a
todo el conjunto un acabado mucho más interesante. De esa forma Francisco de
Quevedo es un personaje recurrente de esta saga y no faltan las menciones a
Lope de Vega o Miguel de Cervantes, ni a su obra en verso. El Conde-Duque de
Olivares o el mismísimo Felipe IV han aparecido alguna que otra vez con cierta
importancia y algún que otro hecho probado, como la rendición de Breda,
acaecido en el tercer volumen de la saga y con un giro de guión
interesantísimo, ya que según el escritor sería el mismo Iñigo Balboa el que
años después narraría dicha rendición a Velázquez, para que este pudiera pintar
su famoso cuadro.
Mientras que las dos primeras aventuras transcurrían en
Madrid, y la tercera en los Países Bajos –publicadas además en años
consecutivos: El capitán Alatriste
(1996); Limpieza de sangre (1997) y El sol de Breda (1998)-, El oro del rey (2000), la mejor de todas
hasta la fecha, transcurría la mayor parte de sus páginas en Sevilla. En algún
momento de estos años Pérez-Reverte decidió cambiar los planes iniciales para
su criatura. Lo que estaba planificado como cinco o seis entregas –de las que
en un principio estaban anunciadas, todavía quedan dos por publicar- se ha
cambiado sobre la marcha, dando a luz a nuevas aventuras cada cierto tiempo. El caballero del jubón amarillo (2003)
es para mí la menos lograda de su autor, de nuevo ambientada en Madrid. Aunque
tres años después volvería a la senda que a mí más me gusta con Corsarios de Levante (2006) uniendo en
un solo libro dos de las pasiones del autor: el mar y Alatriste. Como
curiosidad, El puente de los asesinos
ha supuesto la espera más larga ante un nuevo capítulo en la vida de Alatriste
desde que este naciera hace ya quince años.
Hablo de las pasiones del autor porque, al igual que
podríamos dividir su actividad pública en tres diferentes esferas –y al hilo de
un artículo recientemente publicado en su columna semanal tendríamos al
escritor superventas, al columnista polémico, ¿un personaje como cualquiera de
sus novelas, tal vez? y al correcto personaje público, miembro de la Real
Academia- su carrera literaria también podría ser objeto de una división
parecida. Si dividiésemos su producción en prosa en dos grandes categorías,
éstas serían sin duda la novela actual y la histórica. El primer grupo lo tiene
algo olvidado desde 2006 cuando publicó El
pintor de batallas, la cual no he leído.
Dentro de sus novelas históricas –la guerra es una de las
constantes del autor, así como cierto tipo de héroe resignado a su suerte- se
podría arriesgar uno a una cierta subdivisión: aquellas ambientadas en la época
de las campañas napoleónicas en suelo patrio: El húsar, la mejor de ellas hasta la fecha; La sombra del águila –que junto con Cabo Trafalgar y relatos como Jodía
Pavía podrían clasificarse a su vez dentro de un estilo muy particular del
autor donde el sentido del humor es muy importante y donde los tópicos propios
y ajenos están exagerados hasta lo risible, sin dejar de lado la crítica veraz
y sincera-, Un día de cólera o la
más reciente El asedio, la menos
lograda para mi gusto por mucho que se dijera en su momento que era su proyecto
más ambicioso. Y es que cuando Pérez-Reverte viaja hacia esta etapa de nuestra
historia es mucho más crítico, demasiado para
mi gusto y su visión de la España de la época no acaba de convencerme.
Simplemente no me creo que fuéramos tan malos, ni tan mezquinos como nos dibuja
el escritor en sus páginas.
Es por eso que tengo cierto aprecio por la serie de
Alatriste, donde la visión de España, sin dejar de tener un tono crítico en
muchos de sus momentos, no deja de mostrar cierto orgullo. En palabras del
propio autor, de boca de Íñigo Balboa: conocerán
vuestras mercedes el modo en que el nombre de mi patria era respetado, temido y
odiado […] y cómo, para crear el infierno en el mar o en la tierra, no eran
menester más que un español y el filo de una espada.
Dejo fuera de esta rápida clasificación El maestro de esgrima, novela histórica aparte.
Centrándome ya y por fin en El puente de los asesinos, éste entronca directamente con el estilo
empleado en El oro del rey, si bien
su resolución no me ha parecido tan acertada como la misión que tenía lugar en
tierras andaluzas. Alatriste, Íñigo y sus mejores y más fieles compañeros son
requeridos, mediación de Quevedo, para realizar una peligrosa misión en
Venecia, de forma que tendrán que lograr penetrar en la ciudad y allí realizar
una serie de estropicios que pongan de rodillas a la ciudad de comerciantes más
importante de la época, contraria a los intereses españoles en la zona. Una
delicada misión que vive sus mejores momentos en los prolegómenos de la misma,
en su preparación y primeros pasos, que llevarán a un nutrido grupo de soldados
de diferentes procedencias e intereses a través de Nápoles, Milán y la propia
ciudad de los canales. Todo ronda alrededor de la navidad de 1627 y personajes
ya conocidos por los lectores como Copons o Murriato tendrán sus momentos de
atención por parte de su creador.
Aprovecha Pérez-Reverte para profundizar en la relación
entre Alatriste y su protegido Íñigo, el cual sigue siendo el verdadero testigo
de esta historia. No queda muy claro por parte del autor la diferencia entre
Íñigo y su amo cuando ambos aparecen separados en la novela. Utilizando la
primera persona –nos encontramos leyendo las memorias de Íñigo Balboa en su
vejez- teóricamente el joven no tendría manera de acceder a los pensamientos y
acciones íntimas de su maestro, pero es un recurso narrativo que se le perdona,
aunque atente contra la coherencia de un relato en clave de diario personal.
En un principio tampoco me pareció buena idea la
recuperación de uno los mayores enemigos del capitán, reverso de la misma
moneda, aunque luego la cosa queda bien explicada y se le saca un buen partido,
con unos diálogos entre ambos muy logrados y estableciendo una nueva clase de
relación entre ellos.
Se anota un punto el escritor a la hora de hacer accesible
para toda clase de público una novela que en realidad es el séptimo capítulo de
una saga que como mínimo alcanzará las nueve entregas. De los recuerdos de
Íñigo tomamos buena cuenta los lectores del pasado distante e inmediato de los
protagonistas, así como de apuntes futuros de lo que les espera, a veces revelando
un poco más de lo debido a costa de perjudicar el suspense, ya que tomamos
buena nota de la batalla final del capitán Alatriste y de las circunstancias de
su muerte. Como dato curioso, también se ofrece lo mismo en referencia a su
enemigo.
Si a ello añadimos un don para la elaboración de los títulos
de sus capítulos y para la invención de los nombres de sus protagonistas,
Arturo Pérez-Reverte logra sumergirnos con acierto en un mundo pasado que
necesariamente no fue mejor, en una aventura trepidante y entretenidísima que
continúa una saga de un altísimo nivel y que esta vez nos lleva por varias
importantes ciudades europeas. No es la mejor de todas, pero tampoco es la peor
y anda más cerca de las primeras que de las últimas, las menos si somos francos.
De nuevo se acerca el de Cartagena a uno de sus autores
favoritos, Dumas, auténtico maestro de la literatura de aventuras de capa y
espada y uno de mis creadores idolatrados. Quién sabe si dentro de unos pocos
años, el propio Pérez-Reverte abordará una novela de similares características
a las realizadas por el genio francés, legándonos una última gran aventura.
Hasta entonces seguiremos expectantes, leyendo el resto de su obra –aunque sea regalada-.
Sobre la edición, poco que añadir. Continúa el mismo color
temático de las anteriores entregas, en tonos ocres y con una serie de
ilustraciones por capítulo a cargo de Joan Mundet, artista que llegó
sustituyendo a Carlos Puerta en El oro
del rey. No me acaban de gustar las ediciones de Alfaguara. La presentación está muy bien, pero me parece que inflan
el tamaño de las letras y ajustan demasiado el ancho de los márgenes para así
añadir unas páginas más al tomo y poder subir algo más el precio. Se lee bien y
fácil, es verdad, pero a coste de encarecer un producto que ya lo es de por sí.
Cuestión de gustos esta última opinión.
Otras obras del autor
en este blog:




Un buen repaso a Reverte y a Alatriste. Esto podría dar para una conversación de dos o tres botellas de vino. Como eso no pega para un post, me centro en Alatriste. Espero que pronto podamos tener esa conversación en vivo. Además, me acabo de comprar “La sombra del águila”, que no lo había leído.
ResponderEliminarMe ha gustado que toques a Dumas. Casualidades de la vida, unos meses antes de que llegase a mi manos el primer libro de Alatriste llegó “Los tres mosqueteros”, libro que fue de mis preferidos durante muchos años y que habla de la visita del conde de Buckingham a Madrid. Los pormenores de dicho viaje los conocemos gracias a la primera aventura de Alatriste.
Comparar Alatriste con D’Artagnan es como hablar del cine español. En las universidades de las películas americanas todos son guapos, limpios y tienen un gran coche, en cambio, en las españolas, aparece gente normal en aulas normales, es más aparece gente fea en aulas feas y que tiene que viajar en autobús. A lado de los mosqueteros, donde viven felices y como dice Porthos, los problemas se acaban arreglando solos, Alatriste vive jodido, le putean, pasa frío y tiene piojos. Una visión mucho más negra (y realista) de la vida, una visión más acorde con España.
Por otro lado, comparto que la trama suele ser pobre y los finales dejan mucho que desear (escribo esto con el recuerdo del último), pero no es lo que buscas de los libros, por lo menos yo. Busco viajar a aquella época, conocer como vivían, como hablaban, como pensaban. Aparte de este último, que me ha parecido de los mejores, me quedo con el de Breda y el de Sevilla. Y chapeau por Malatesta.
Respecto a los que quedan, pues ya lo ha dejado claro, dos: La Venganza de Alquezar y Misión en Paris, Rocroi queda cerca de Paris.
Y nada, que lo dicho, este autor daría para hablar mucho, a ver si te veo pronto y lo podemos demostrar. Recomendable el pintor de batallas, diferente, la última página le da sentido a todo el libro.
Un abrazo!
Muy buen comentario, muchas gracias.
ResponderEliminarNada más recomendarte de Dumas, si te gustaron Los tres mosqueteros, la que para mí es su mejor novela: El conde de Montecristo.
Y La sombra del águila seguro que te gusta, que es muy divertida.
Muy buen repaso, coincido. Encuentro en Dumas una mayor habilidad para ocultar su propia figura (quizá fuera la fábrica de negros que tenía xD), o quizá es que Reverte quiere o no puede evitar subrayar algunas de sus particulares deas centrales, que a veces comparto, pero en esta entrega se me hacen excesivamente plomizas. Aparte de eso, y de algunas decisiones discutibles del propio alatriste durante la novela, la he disfrutado mucho. De Reverte me quedo con el maestro de esgrima, sin duda.
ResponderEliminarDe Dumas...Montecristo es grandioso, pero la joya que es 20 años después y el tono más crepuscular que ningún escritor haya podido dibujar me tienen cnquistado.
Un saludo :) y sigo leyendo con mucho interés la página, es grato descubrir cosas nuevas.
Muy interesante la idea de "ocultar su propia figura", estoy totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarTambién coincido con la apreciación hacia El maestro de esgrima, también reseña en este blog.
Y sobre Dumas, no hay nada más que yo pueda decir para alabarle y tengo unas ganas locas de tener algo de tiempo libre para volver a releer su ciclo completo de Los tres mosqueteros y la segunda parte de El conde de montecristo -la primera la releo cada vez que puedo-.
La segunda parte a mí me cuesta algo más, la primera me parece la perfección :)
ResponderEliminarAhí sí que coincido totalmente
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