En el año 2007 el dramaturgo norteamericano Tracy Letts estrenó la obra August: Osage County, que le valió el Premio Pulitzer de Drama al año siguiente. Este febrero hemos podido disfrutar la versión española realizada por Luis García Montero y dirigida por Gerardo Vera, que tiene algunos premios Goya en su haber; su última película estrenada fue Deseo (2003) y que gracias a la pieza teatral Divinas palabras pudo estrenar en Nueva York, todo un hito en el mundillo.
La historia se debate entre la comedia negra, con abundantes momentos humorísticos y el drama descarnado en un ambiente familiar muy bien conseguido. Nos trasladamos a Oklahoma, en pleno y caluroso mes de agosto, en una casa señorial donde Beverly Weston y su mujer Violet son los patriarcas de una extensa familia que comprende a sus tres hijas, sus respectivas parejas, su única nieta y la criada india que les cuida la casa, Johnna.
El lugar elegido para la representación es el Teatro Valle-Inclán, sito justo en la plaza de Lavapiés. Perteneciente al Centro Dramático Nacional, dirigido por Ernesto Caballero en estos momentos, está renovado desde el año 2006 para unas 500 personas–se construyó en 1926 y desde entonces ha pasado por diversos cambios, incluido su nombre-. El diseño del edificio me recuerda a la funcionalidad de las obras de Moneo, con el Kursaal de San Sebastián a la cabeza. Es muy cómodo y agradable y pese a ver la función desde las últimas filas, que parecen unas gradas supletorias colocadas más allá del patio de butacas, no se pierde detalle de la misma. Parece una moderna sala de cine y en este caso contaba con un impresionante escenario donde se representaba el único sitio donde tiene lugar la obra: una enorme casa señorial de varias plantas, de modo que si la mayoría de la acción tiene lugar en los bajos –salón, cocina y entrada- los actores pueden desplazarse por los diferentes pisos por medio de una enorme escalera y pasar a las habitaciones o la buhardilla.
Uno de los puntos fuertes de la obra es sin duda su reparto y en especial un duelo interpretativo muy intenso entre dos actrices que se conocen muy bien de su paso por televisión. Amparo Baró, cuya carrera ha estado separada del teatro por más de diez años, celebra un feliz rencuentro interpretando a Violet, adicta a las pastillas y matriarca familiar tras la desaparición de su marido, lo que atraerá al resto de su familia a su lado. Y Carmen Machi como su hija y principal rival, demostrando que tiene mucho que decir más allá de su personaje cómico en Aida. Quizás del resto de reparto la más conocida sea Alicia Borrachero (Crematorio) pero en general están todos muy bien, si bien ese trío de mujeres atesoran los mejores momentos de toda la obra, que en sus casi cuatro horas mantiene al espectador pegado a la butaca, a medio camino entre las lágrimas de emoción y de risa, con un acierto muy grande a la hora de dosificar ambas.
La reunión de la familia hará que todos se enfrenten a sus peores sentimientos, se vean como realmente son y hagan aflorar viejas rencillas, secretos de familia y disputas sin resolver, donde las siete mujeres que aparecen tienen un papel más que destacado. En el fondo se trata de una obra con un ambiente muy americano y como tal se ha adaptado, no es la primera vez que nos enfrentamos a un guión donde una reunión familiar es el detonante de una serie de situaciones que van desde lo más tópico a lo extravagante, pasando por el humor negro y por una alta dosis de dramatismo.
Hasta el 19 de febrero puede disfrutarse en Madrid esta estupenda obra.




Espero que vuelva a otro teatro porque ha sido imposible conseguir entrada en el Valle-Inclán.
ResponderEliminarSí, es lo malo de este tipo de eventos con actores conocidos, que duran poco y la gente se avalanza sobre las entradas como leones.
ResponderEliminarOjalá tengas suerte y vuelvaa pasar por Madrid