martes, 5 de junio de 2012

Juego de tronos. Segunda temporada

No lo tenía nada fácil la HBO con la continuación de Juego de tronos. Si a la enorme dificultad que tenía la adaptación de una novela tan densa como Choque de reyes le sumamos el hype que se está creando alrededor de esta producción, no es de extrañar que los primeros episodios de estas nuevas entregas dejaran a más de uno, si no insatisfecho, al menos algo frío.

Y es que la primera temporada basada en la saga literaria Canción de hielo y fuego estuvo realmente bien y causó toda una avalancha de buenas críticas y de comentarios positivos por parte de los aficionados. En la cadena de cable más famosa de todo el mundo esto equivale a enormes campañas de marketing, que incluyen previas, posters, teasers y un merchandising muy bien conseguido, algo inaudito se tenemos en cuenta que se trata de una serie de corte medieval que no es ajena a la fantasía.

Pero la HBO está segura del proyecto comandado por David Benioff y D. B. Weiss. No solo accedió a un mayor presupuesto en esta segunda temporada –que tiene su punto culminante en el noveno episodio con la batalla de Blackwater- sino que renovó inmediatamente para una tercera una vez emitido el primer episodio de esta segunda, viendo además que la audiencia no paraba de crecer.

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Sin duda hay que alabar a ambos creadores y productores por la excelente labor de síntesis que realizan a las innumerables tramas ideadas por Martin en el segundo volumen –para saber de qué va la cosa, aquí mismo un resumen de Choque de reyes-. Disponiendo de un metraje limitado es obligatorio suprimir sucesos y personajes, aunar diálogos e intentar dar el protagonismo necesario para que aquellos que sí aparecen nos lleguen a importar. La labor de guión de esta serie es muy grande, lo mejor de la misma junto con su diseño de producción, capaz de dar cancha a protagonistas tan diferentes situados muchos de ellos en escenarios tan distintos, miles de kilómetros alejados los unos de los otros.

Los guionistas juegan con ventaja porque no solo han leído todas las novelas y saben de hechos futuros, sino que cuentan con la complicidad del propio autor, que seguro les ha revelado más de un secreto. El propio Martin es el encargado del guión del noveno episodio, que en un alarde de inteligencia también le fue otorgada la dirección a Neil Marshall, un director que ha demostrado en sobradas ocasiones lo que es capaz de hacer con un presupuesto limitado (The Descent, Doomsday o Centurión).

Sin ánimo de profundizar en las tramas –me remito de nuevo al link anterior al libro-, destacar que al principio la cosa va arrancando a un ritmo lento, sin duda porque el sentido de la maravilla que poseía la anterior temporada aquí se ve un poco diluido. Todo lo que antes era sorpresa y admiración a cada instante  queda ahora un poco en segundo plano porque ya conocemos a los personajes y aunque se presentan nuevos escenarios –Dragonstone, Harrenhal, Qarth o Pyke- no nos cautivan como en la primera temporada. Siguen estando realmente bien representados, pero ahora nos fijamos más en otras cosas, como el dominio que la sacerdotisa roja tiene sobre el verdadero heredero al Trono de Hierro y las reticencias que despierta en su fiel consejero Davos Seaworth –al que interpreta el solvente actor irlandés Liam Cunningham (Caballo de batalla, Outcasts, Furia de titanes, Centurion, Harry Brown)-. La casualidad ha querido que su personaje se encuentre presente en los mejores momentos de esta temporada: el citado ataque a King´s Landing y el momento en que Melisandre, la sacerdotisa roja, pone en práctica su magia para así acabar con uno de los aspirantes al trono, una escena sobrecogedora.

Se ha hablado largo y tendido durante toda la emisión de lo que hoy en día conocemos como estilo HBO. Y no me refiero solo al sexo  o a la violencia. Tanto al uno como al otro estamos más que acostumbrados los que seguimos la mayoría de series de la cadena. La polémica –por llamarlo de alguna manera- vino con algunos comentarios que señalaban que determinadas escenas eran gratuitas y no sólo no aparecían en el libro, sino que tampoco obedecían a nada en particular más allá de la provocación. Algunas están fuera de toda duda, como la homosexualidad de Renly, apenas insinuada en las páginas de Martin y aquí mostrada sin reparos, pero muchos de los momentos que tienen lugar en los burdeles están cogidos por los pelos. De la violencia apenas se puede reprochar nada a una serie que opta por los enfrentamientos dialécticos antes que mostrar en toda su crudeza las batallas. A cambio nos ofrecen alguna que otra escaramuza –a excepción del noveno episodio- con un final trágico.

Pero también ha llamado la atención la unidad de los propios capítulos dentro de la serie. En producciones como esta o como la fallida Luck es evidente: muchos capítulos tienen muy poco valor por sí mismos si no se tienen en cuenta dentro del todo que forma esta segunda temporada. De hecho los mejores episodios son aquellos que se dejan ver por sí mismos y están agrupados en la segunda parte de la temporada.

Por otro lado hay algunos personajes cuyas peripecias han tardado algo más en hacerse interesantes. Si por un lado tanto Tyrion como Arya han disfrutado de buenos momentos –la segunda gracias a que se ha eliminado una enorme cantidad de material-, el primero intentando salvar la ciudad de la incapacidad e inutilidad de su hermana y sobrino y la segunda sobreviviendo en un nido de víboras jugándosela en ingeniosos diálogos con el mismísimo Tywin Lannister –y muy buenas las apariciones de Jaqen H’ghar-; Jon Snow o Daenerys han tardado mucho en llamar la atención.

El periplo de la Guardia de la Noche tras el Muro de Hielo y la huida del séquito de la Madre de los Dragones a través del desierto han culminado mucho mejor de lo que empezaron. Jon está a punto de entrar en un momento crucial de la historia y Daenerys ya ha demostrado de lo que es capaz, ella y sus criaturas. El último episodio deja las cosas en un enorme cliffhanger para ambos, mientras Tyrion y Stannis saborean, cada uno a su manera, la amarga derrota.

Quedaría hablar de Robb, cuyo desarrollo está mucho mejor tratado que en el libro, sobre todo su relación con esa joven desconocida dedicada a curar a los heridos en batalla. Su madre acaba siendo más importante que él, gracias sobre todo a Brienne, uno de los mejores personajes del momento, mucho más decidida y mortal que en el libro, todo una mejora. Los Greyjoy también están muy bien retratados y el patetismo de Theon se hará presente en muchas ocasiones. No deja de resultar gracioso como los guionistas resuelven esta parte de la trama, caída de Winterfell incluida. Osha, la joven salvaje que cuida de Bran y su hermano pequeño, también acaba siendo beneficiada por los guionistas de la serie si la comparamos con su homónimo literario y lo mismo le pasa a Ygritte-la actriz, Rose Leslie, aparecía en Downton Abbey-. Tienen suerte las mujeres en esta serie, incluso Margaery Tyrell, con breves apariciones pero de la que esperamos ver mucho más –interpreta la joven Natalie Dormer, habitual en las primeras temporadas de Los Tudor-.

Los secundarios que lo son hasta ahora, porque aquí la suerte puede cambiar en cualquier momento, siguen estando a un gran nivel y en general todo se ha potenciado con respecto a la primera temporada. Apreciamos más efectos especiales, en los lobos, en los páramos más allá del Muro, en las contadas escenas donde interviene la magia –en forma de sombra o de fuego verde- o cuando aparecen los dragones de Daenerys.

Juego de tronos sigue en línea ascendente. En el horizonte, Tormenta de espadas, el mejor libro de la saga y una nueva oportunidad para la HBO de superarse a sí misma. Con esta segunda temporada, nada más que por ese noveno episodio, preludio al final de la misma, ya lo ha conseguido. Tendremos que esperar a abril de 2013 para comprobarlo. 


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