Al más puro estilo AMC, el canal History decidió que para la cuarta temporada de su serie estrella
no solo se doblarían el número de capítulos, sino que estos se emitirían en dos
tandas. De esa forma, los primeros diez episodios de esta nueva temporada se
emitieron a lo largo de la primera mitad de 2016 y lo mismo han hecho los diez
restantes, salvo que en 2017.
Aunque a Michael Hirst,
creador de Vikings, parece que no le
ha afectado lo más mínimo a la hora de seguir contando su historia, ya que en
esta primera tanda se respeta la organización que ya imprimió a la temporada
anterior, dividiéndola en dos partes bien diferenciadas: en la primera de ellas
volvemos a Kattegat, en la costa noruega, donde el rey Ragnar se cura de sus
heridas, tanto físicas como mentales, ya que las secuelas de la toma de París
todavía están muy presentes, así como el asesinato de Athelstan a manos de
Floki. Por si eso no fuera suficiente, en su convalecencia ha sido su hijo
Bjorn el que ha tomado una serie de decisiones con las que no contaba y que le
han puesto muy difícil las cosas.
Lo que sí ha aprovechado el
guionista británico es la mayor cantidad de minutos para desarrollar las tramas
secundarias. Algunas se ven un poco forzadas, como ese descenso personal a los
infiernos del protagonista y sus problemas con la adicción. Pero otros le
permiten ampliar el horizonte histórico de la serie, en este caso prestando
especial atención a la convivencia de Rollo en la corte parisina y su
matrimonio de conveniencia con la princesa.
De igual manera, al otro lado
del Atlántico, los planes del rey Ecbert para la unificación de los reinos
ingleses siguen su curso, siendo el próximo en caer en sus garras el de Mercia.
Sin olvidar a Lagertha y su determinación por ser la condesa de Hedeby, el
asentamiento vikingo situado en la frontera en el norte de la actual Alemania,
sin necesidad de compartir su mandato con ningún hombre que la obligue a ello.
El final de esta tanda de
episodios nos trae una nueva incursión de los hombres del Norte en tierras
francas. Pero al contrario que la vez anterior, París está preparada, liderada
su defensa por Rollo, por lo que se produce un enorme choque de fuerzas y una
serie de estupendas batallas cuyo desenlace, por una vez, no va a ser el
esperado por todos los espectadores.
Añadir que el último capítulo
tiene una especie de epílogo o mejor dicho, un prólogo a lo que ha de venir, que no es sino una buena muestra
de que en Vikings se sigue apostando
por un ritmo propio que lo mismo le da contar un buen montón de subtramas en un
solo episodio; dejar a los protagonistas en un mismo lugar durante la mitad de
temporada o hacer uso de unas elipsis brutales.
El caso es que hasta ahora
nunca habíamos visto a Ragnar Lothbrok en una situación tan desesperada y hay
una enorme curiosidad por saber si podrá o no volver a ser el rey que era, al
que todos seguían sin dilación y que tanta pasión inspiraba en sus semejantes.




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