
Sandra Bullock dio de lleno en la taquilla con esta producción que una vez vista se da uno cuenta de que tiene todas las características que tanto gustan al público norteamericano: una historia dramática pero en un tono no demasiado lacrimógeno, donde un joven negro, sin familia, pobre y abandonado, consigue salir de su antigua vida y gracias a su esfuerzo y tesón –con un poco de ayuda de un agente exterior- llega a triunfar en la vida. Si además está basado en una historia real y tiene que ver con alguna gesta deportiva y más si estamos hablando del deporte por excelencia americano, el fútbol, el éxito está asegurado.
Michael Oher llegó a ser elegido número uno del Draft en la NFL. Pero sus inicios fueron bien distintos. Cuando no tenía casa ni a nadie que se preocupara por él, llegó a su vida la familia Tuohy, donde la madre del clan lo adoptó como a un hijo propio. No sólo lo introdujo en el deporte que luego le haría famoso, sino que le dio una educación apropiada en una prestigiosa escuela cristiana y le ayudó a superar los innumerables traumas de su pasado.
Los ligeros toques humorísticos vienen de la mano de los demás miembros de la familia, en especial el hermanastro menor. Pero es sin duda una rubísima Sandra Bullock la máxima protagonista de esta cinta, donde encarna a una mujer moderna y familiar al tiempo, de carácter, trabajadora y muy perseverante. Quizás demasiado buena, pero en fin, es una película. Interviene brevemente Kathy Bates (Revolutionary Road) como la nueva tutora del Michael.
Un producto familiar con un esquema clásico, mil veces visto ya, pero que sigue funcionando; desde los lances en el campo de juego hasta los momentos más íntimos y familiares, pasando por el trasero de su actriz principal en el cartel de la película. Actuación que le ha valido su primer Globo de Oro a la Mejor Actriz Dramática.
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