
La más reciente novela publicada hasta la fecha -año 2005- de uno de los más polémicos escritores franceses de los últimos tiempos vino a confirmar una vez más tanto su éxito con el público como las innumerables críticas por parte de sus detractores y las polémicas derivadas tanto de sus escritos como de sus entrevistas. Misógino, racista, islamófobo; son sólo algunos de los calificativos que el escritor residente entre Almería y Lanzarote se ha ganado a lo largo de los años.
Daniel es un comediante francés de éxito. Su estilo a la hora de planificar y realizar sus números es la definición de todo lo políticamente incorrecto. Carga contra todo y contra todos. Es el perfecto alter ego de su creador, una persona cínica que en su madurez vierte tanto en su obra como en su vida personal sus ideas incendiarias sobre el sexo, la vejez, la moralidad. David nos narra su vida a través de las relaciones que han forjado su carácter: la primera con una mujer madura que acabará abandonando; la última con una estudiante española veinte años más joven con la que puede disfrutar de una vida sexual plena; todo mientras Daniel va introduciéndose poco a poco en una secta de reciente creación, los eloimitas, que promete la vida eterna y ninguna atadura moral y que va expandiéndose poco a poco.
El escritor francés recurre de nuevo al giro tomado en la genial conclusión de Las partículas elementales y añade un toque de ciencia-ficción, esta vez desde el mismo comienzo de la novela, intercalando los capítulos que narran –siempre en primera persona, una constante del autor- la vida de Daniel con aquellos que comentan sus propios clones miles de años en el futuro, cuando la humanidad ha desaparecido y ha sido sustituida por los neohumanos, unos seres incapaces de sentir.
Houellebecq sigue demostrando una gran cultura a la hora de narrar, citando continuamente a personajes de la actualidad francesa y a diversos poetas y escritores de todos los tiempos y nacionalidades; también conserva en esta novela su estilo directo a la hora de plasmar sus controvertidas ideas y esa forma tan cruda de narrar diversos escarceos sexuales y amorosos. Para los que gusten especialmente de su estilo, su última novela les encantará. A mí acabó cansándome, porque si bien posee todas sus características, es más de lo mismo: una continua queja sobre la sociedad hipócrita actual en la que vivimos, sobre las religiones que la impregnan, sobre las relaciones entre los seres humanos. Aunque a veces otorgue al amor cierto papel importante, las cosas casi nunca acaban bien en sus historias y el pesimismo y el cinismo impregnan cada página. El toque de ciencia-ficción no es novedoso; ya ha usado ese registro antes de manera que sorprendiera al lector: aquí cansa al poco tiempo y carece de interés.
No es una mala novela si no se ha leído nada del autor previamente y a uno no le importe leer de forma tan cruda ciertos pasajes. Pero si ya se conoce su obra, esta queda como repetitiva y algo cansina, ya que a partir de un determinado momento el personaje principal empieza a saltar siempre de una localización conocida a otra y a ir corriendo de unos personajes a otros y en resumen a dar vueltas sobre sí mismo, alargando la historia sin mucho sentido.
En el campo de las letras, Houellebecq también ha cultivado la poesía y el ensayo y recientemente adaptó sin mucho éxito a la gran pantalla su novela La posibilidad de una isla como director.
No hay comentarios:
Publicar un comentario