lunes, 8 de febrero de 2010

Estudio en escarlata, de Sir Arthur Conan Doyle


La primera edición de esta novela de género detectivesco se publicó por primera vez en 1887, cuando su autor, que había nacido en Edimburgo en 1859 todavía tenía que ganarse la vida como médico. No fue hasta 1890 cuando Conan Doyle pudo retirarse de la medicina debido al éxito recientemente obtenido con la publicación en el Strand Magazine del primer capítulo del tercer volumen de relatos policiales y de detectives que realizaba. El nombre del capítulo: Un escándalo en Bohemia. El título del libro –donde por primera vez aparecía el nombre propio de su sagaz protagonista-: Las aventuras de Sherlock Holmes. Y el resto, como se suele decir, es historia.

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En los tiempos en que se publicó Estudio en escarlata todavía no eran conocidos sus ahora inmortales protagonistas. Dividido en dos partes, la primera es un extracto de las memorias de John H. Watson, doctor en medicina. Narrado en primera persona por el médico, Watson se sitúa a sí mismo en Londres tras haber atravesado mil penurias en su servicio como médico en el ejército británico. Una grave herida en un brazo –en el subclavio, concretando- en la campaña de Afganistán y el largo paso de la enfermedad del tifus lo han dejado debilitado, extremadamente delgado y con necesidad de descanso. Para reducir sus gastos, se ve obligado a compartir residencia y es a través de un amigo común que toma contacto con un extraño personaje, químico en el hospital, llamado Sherlock Holmes. Holmes es un caballero inglés, educado y directo en el trato, delgado y enérgico. En su primera conversación, ambos se ponen de acuerdo para compartir residencia en el 221B de Baker Street.

Lo que Watson va a ir averiguando con el paso del tiempo no son sólo algunas de las excentricidades de su compañero –su pasión por la química; su afición a tocar el violín- sino su extraña profesión: detective consultor. Holmes a desarrollado unas ideas sobre la deducción lógica o el método detectivesco: la ciencia de la deducción; que le permite ayudar y a aconsejar en los más diferentes casos y misterios. Cuando dos detectives de Scotland Yard llamados Lestrade y Gregson imploren la ayuda del detective para resolver un extraño asesinato, Watson entrará en un mundo nuevo de la mano de su compañero, que en estas primeras páginas está dibujado como un ser netamente por encima de sus semejantes y que no tiene reparos en demostrarlo a cada momento, tal es su superioridad. A ratos es un personaje altanero y es sin duda su exquisita educación lo que impide que lo tratemos de prepotente o de chulesco. En cuanto al asesinato, un cadáver aparecido en una extraña y grotesca posición en una casa abandonada de las afueras con la palabra Rache –venganza en alemán- pintada con sangre humana en la pared. Aunque los dos detectives compiten entre sí por resolver el misterio, Holmes les lleva ventaja y consigue averiguar gran cantidad de detalles con su sola presencia en el escenario y el estudio de este concienzudamente.

La segunda parte, titulada El país de los santos, es una historia sobre el pasado –narrada en tercera persona, de forma omnisciente- que nos traslada a las llanuras de Utah, donde un joven y una niña pequeña de pocos años están a punto de sucumbir a las inclemencias del desierto. En el último momento son rescatados por una caravana de mormones que avanzan hacia un nuevo lugar donde establecer su comunidad, los primeros de su religión. La extraña pareja acabará viviendo con ellos y con el paso del tiempo se integrarán plenamente. Pero los rumores de secuestros, muertes y matrimonios forzados son incesantes. Resulta llamativo la poca piedad de Conan Doyle hacia los mormones y sus costumbres y cómo las imponen por el método que sea con tal de proteger su religión. La ciudad de Sant Lake City pronto se convertirá en un escenario de persecución y muerte y de allí partirán las raíces necesarias que luego propiciarán los hechos ocurridos años después en Londres. Vuelve Conan Doyle al uso de la primera persona para mostrarnos, a través de las páginas del diario de Watson, todas las explicaciones necesarias al misterio: una historia de venganza a lo largo y ancho del mundo y cómo Sherlock Holmes ha sido capaz de atrapar al asesino y descifrar su enfermizo juego.

Como curiosidad, en un momento en el que Holmes justifica su método ante su nuevo compañero, sale a la palestra el nombre de Poe y su detective ficticio Dupin, el cual no inspira mucho entusiasmo en Holmes. Junto con el ataque a los mormones, resultan dos ideas de lo más especiales, algo que aporta cierta originalidad. Sin ser la mejor aventura de Holmes, es un libro disfrutable al cien por cien que cuenta los orígenes de la leyenda.

Apenas tres años después, en 1890 se publicaría la segunda novela protagonizada por el dúo residente en Baker Street, El signo de los cuatro, la cual todavía no llevaría a la fama a su autor. Pero serviría para ir asentando uno de los universos de ficción más conocidos alrededor de dos personajes inmortales en la literatura universal.

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