
El famoso científico y escritor británico (1987, Inglaterra-2008, Sri Lanka) destacó sin duda en su concepción de la ciencia-ficción en una etapa convulsa para la humanidad donde el progreso científico y la salida a otros planetas eran una ruta de escape para muchos de los problemas que entonces había. De entre sus primeros relatos destaca El Centinela (1948) que serviría de base para una de las películas más famosas de la historia del cine, bajo la batuta de uno de sus máximos representantes: Stanley Kubrick. El visionario director de Nueva York adaptó muy libremente el pequeño argumento de Clarke y lo amplió y potenció, usando un simbolismo espectacular y haciendo uso de una pericia técnica envidiable. La mezcla de silencios, música clásica y una de las secuencias más famosas del cine han situado a 2001: Una odisea espacial en el olimpo de las grandes películas de la historia.
Clarke y Kubrick participaron juntos en el guión de esta obra maestra que se estrenó en 1968 –en aquella época llamó la atención por sus efectos especiales, recompensados con un Oscar de la Academia- pero el primero, portador de la idea original, fue el que desarrolló la novela en paralelo con la historia de la película, llegando a publicarse en el mismo año.
El argumento de la novela desarrolla algunos puntos ya aparecidos en la película con mayor claridad. Los comienzos nos sitúan en el continente africano dominado por los primates, a punto de sucumbir a la extinción por su incapacidad para adaptarse. La primera aparición de un extraño monolito en medio de una de las tribus y su incomprensible influencia sobre ellos propicia que los primeros rasgos de la evolución salgan a la luz: el entendimiento, la posibilidad de fabricar herramientas y sobre todo, el nacimiento de la violencia –tanto para defenderse como para cazar- darán una oportunidad a la sufrida especie. La historia salta en el tiempo hasta situarnos en el futuro –ambientado en 1999, las previsiones de Clarke eran algo precipitadas- donde el ser humano ya ha dominado muchas de las técnicas del viaje espacial. El doctor Floyd ha sido requerido para viajar a la Luna en una misión ultrasecreta: parece que ha habido una extraña epidemia que amenaza el planeta entero y es necesaria su presencia. Sin embargo, todo esto no es más que una tapadera: lo que acaba de ser desenterrado en el cráter Clavius de la Luna no es más que un extraño monolito negro, anterior a la existencia del hombre y cuya fabricación y geometría imposibilitan que se deba a un fenómeno natural. La primera prueba de vida inteligente extraterrestre ha sido encontrada. Cuando los primeros rayos del sol en 3000 años incidan sobre la torre, esta emitirá un potente mensaje dirigido hacia uno de los satélites de Saturno, Japeto. Otro salto temporal nos sitúa a finales de 2001 a bordo de la Discovery ONE, con seis tripulantes: los doctores Bowban y Poole, únicos seres vivos despiertos a bordo; tres compañeros más en animación suspendida y HAL9000, el computador de a bordo, auténtico regidor de la nave y único conocedor de los verdaderos límites de la misión. Pronto Bowman vivirá una pesadilla cuando la programación de la inteligencia artificial entre en un conflicto interno y amenace la vida de la tripulación, así como cuando descubra su verdadero destino: establecer contacto con los aliens en Japeto.
Clarke ya plantea algunas ideas que luego se han ido desarrollando tanto en literatura de ciencia-ficción como en su homónimo fílmico: la posibilidad de la existencia de culturas superiores –las cuales pueden haber tenido algo que ver con el desarrollo humano-; el progreso tecnológico y los peligros que conlleva –la hoy tan manida guerra hombre-máquina-; la capacidad innata del ser humano para convertirse en un ser superior, en un Hijo de las Estrellas. Clarke sabe dotar del suficiente rigor científico a su prosa como para hacerla lo más creíble posible y al tiempo crear una atmósfera trepidante, que impulsa al lector a seguir leyendo sin parar. El primer capítulo en una de las sagas más importantes de la ciencia-ficción –Odisea Espacial- cuyas secuelas fueron igual de famosas, para terminar con un total de cuatro novelas.
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