viernes, 28 de mayo de 2010

El final de Perdidos


Se acabó lo que se daba. Seis temporadas después ha terminado una de las series que más expectación ha levantado tanto entre sus seguidores como en el resto de personas no aficionadas gracias sobre todo a la cobertura mediática que se le ha dado en la mayoría de medios de comunicación.

No me quiero extender en nada más allá del final y de lo que me ha parecido y dejo mis ganas de centrarme en la propia serie con un post más extenso para el futuro –si hay tiempo y ganas y no acaba en la carpeta de los post inacabados y nunca publicados-.

Hay que reconocer que la Season Finale de Lost tiene algo de anticlimático. La apuesta de la cadena ABC americana y de los responsables de la última temporada parece haber ido más en la línea de realizar una última entrega de capítulos autocontenida y que funcionara por sí misma que en dar respuesta a todos los misterios y juegos mentales planteados a lo largo de estos seis años de andadura televisiva. Y en el fondo yo creo que han acertado. He asistido en algún sitio de comentarios de blogs televisivos a un encarnizado e interesante debate en el que algunos alababan y otros condenaban el hecho de que el final de Lost se centrara de forma exagerada en los personajes y en sus relaciones, en vez de en ofrecer respuestas plausibles. Como conclusión de la sexta temporada me ha parecido acertada, aunque como colofón final de toda la serie me ha dejado algo frío, aunque he de reconocer que lo he disfrutado igual. Y es que quizás los aficionados discutan qué es lo que les atraía de la serie, si los continuos rompecabezas o quién se llevaría finalmente a Kate en esa lucha de egos entre Jack y Sawyer, cuando la realidad absoluta es que, donde ha triunfado Lost por encima de todas las series es en provocar ese mismo debate; en generar miles de entradas en diferentes blogs personales, artículos en periódicos y noticias de televisión, así como páginas en Internet dedicadas sólo y exclusivamente a traducir los subtítulos lo antes posible para que pudieran disfrutarse en otros idiomas y a plantear cuestiones y resoluciones a enigmas que la mayoría de las veces no han sido tales.

Lo mejor de esta serie han sido sus muchos capítulos de guión casi perfecto, su indiscutible calidad técnica y el carisma de sus personajes así como el uso acertado de ciertos recursos dramáticos. Si a la inclusión del flashback nos acostumbramos con rapidez en los inicios, ¿nadie recuerda lo que nos sorprendió los flashforward? Aquí tengo un argumento más para defender el final: tanto en Internet, como en comentarios con conocidos, como en mi propio interior, apostaba de forma clara por el uso del universo paralelo y/o realidad alternativa, al más puro estilo Fringe. Sin embargo, la sorpresa ha sido mayúscula al descubrir de lo que se trataba en realidad: ¡un flashsideway! Algo que ocurría en paralelo.
 

Resulta obvio que ha habido multitud de contradicciones a lo largo de tanto metraje y que la popularidad tan grande de la serie ha jugado en su contra. Las cabezas pensantes detrás de los guiones han tenido que exprimirse en busca de nuevos retos para el espectador y eso ha provocado un alargamiento innecesario de las tramas y la inclusión de muchos datos y hechos que no han servido para nada y que han sido irrelevantes incluso para la propia temporada en curso donde vieron la luz.

Es importante ver cada temporada como un todo y al mismo tiempo como una parte importante de algo más grande. A partir de la inclusión de los viajes temporales hubo un gran cambio en el rumbo de la serie y, según mi opinión, el peor error cometido por Demon Lindelof (Ultimate Lobezno Vs Hulk) y compañía. Hasta ese momento habíamos asistido a multitud de momentos fantásticos en la isla, pero nunca se había dejado claro que fueran de índole sobrenatural o perteneciente más al terreno de la fantasía que al de la ciencia-ficción. Los viajes en el tiempo pueden entenderse hasta cierto punto como explicables –Michael Crichton (La amenaza de Andrómeda, Devoradores de cadáveres) lo intentó con una de sus últimas novelas- pero su relación con el Monstruo y el personaje de Jacob ya es un callejón sin salida. Son, de forma simple, conceptos excluyentes, imposibles de hallarles una explicación que los relacione de forma lógica. Es por eso que no debería haber miedo en afirmar que en muchas ocasiones, Lost ha sido una serie muy tramposa.


Concluyendo: la sexta temporada me ha gustado y creo que su final está bien. Está claro que han intentado relacionarlo con algunos hechos acaecidos en temporadas anteriores, con especial atención a la Primera, pero son tantas las preguntas sin contestar que no puede dejar satisfecho a ningún amante de la consecuencia argumental -¡toma concepto que acabo de inventarme!-. ¿Y qué ocurre con el final de toda la serie? Hasta cierto punto consecuente, porque, de forma sencilla, ¡no hay explicación posible! He leído un artículo de José Torralba en la Web que me ha encantado, aunque hay algunas ideas que no comparto. Pero es que de eso se trata: está sujeto a interpretación. Es un final abierto que puede parecer tramposo –en realidad lo es- pero que en el fondo es un broche emotivo que ha apostado por lo bonito en vez de por la acción trepidante o el deux ex machina con el que acabó Battlestar Galactica –serie que, por otro lado, prefiero mucho antes que Perdidos-.

El gran triunfo de Lost no se encuentra en su final de temporada, eso está claro. Una vez más la mítica frase de lo importante es el camino viene al pelo. ¿Dónde se puede aprecia el éxito de esta serie con mayor facilidad? Pues en la calle: en las tiendas repletas de tazas, muñequitos y merchandising variado; en las charlas de cafetería, universidad o de trabajo y en los logos de las camisetas que se ven en todas partes, muchos de los que las visten que no se han acercado a un capítulo de Lost en su vida. Ahí está su triunfo, lo que siempre quedará: se ha convertido en una serie de culto.

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