
Lo que en un principio iba a ser una rompedora historia titulada Nottingham donde Robin Hood era un forajido y el sheriff de la famosa ciudad el bueno de la historia pasó por una serie de cambios drásticos –director, actores, personajes y guión, cuyo artífice final es Brian Helgeland- que la transformaron de principio a fin, llegando finalmente a ser una precuela de la famosa historia protagonizada por el ladrón que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. La historia por todos conocida empieza donde acaba esta película que en el fondo usa el nombre ya hecho del protagonista para contar una historia más de injusticias y luchas en la época medieval -con un parecido más que razonable con Gladiator- que se desarrolla en la convulsa Inglaterra tras la muerte de Ricardo Corazón de León (Danny Huston, Furia de titanes, Al límite, Lobezno) pasando a ser gobernada por su hermano Juan –“Juan Sin Tierra”, interpretado por Oscar Isaac, visto en Ágora y en Red de mentiras- cuya gestión no sólo amenaza con romper el país en una cruenta guerra civil, sino que facilita peligrosamente las ambiciones de conquista de Francia.

Russel Crowe (Red de mentiras, American Gangster, El tren de las 3:10) es Robin Longstride, un arquero al servicio de Ricardo Corazón de León que tras la muerte en batalla del monarca decide desertar con un grupo de fieles amigos –caras conocidas para alguno de ellos, pero muy poco desarrollo para sus personajes: Kevin Durand salía en Lobezno, Scott Grimes en Hermanos de sangre y Matthew Macfadyen en Little Dorrit- en un intento desesperado de alcanzar las costas francesas antes que el grueso del ejército, de modo que puedan regresar a Inglaterra. Su vida cambiará drásticamente cuando se encuentren en medio de una emboscada de traidores franceses (Mark Strong, Sherlock Holmes, Red de mentiras) y se hagan con la corona inglesa, por lo que tomarán las identidades de los emisarios, pasaporte seguro a casa. Conforme llegan a Londres, a Robin le será cada vez más difícil despojarse de su identidad, más aún cuando conozca a su supuesta esposa, interpretada por Cate Blanchett (Benjamin Button, Indiana Jones IV), una Lady Marian guerrera y con mucha mala leche.
Le queda a Scott una película algo confusa, sobre todo cuando intenta hilvanar un pasado de filósofo para su protagonista. Y es que ocurren demasiadas cosas en la cinta que poco o nada tienen que ver con Robin Hood, muy bien conseguido el ambiente y el diseño de producción pero que ya no sorprende nada, ni en las secuencias de asedio iniciales ni en las pocas batallas a caballo y espada que salpican la acción de la cinta. Y mucho menos tras rodar El reino de los cielos, que pese a no ser una película redonda la verdad es que me llamó mucho más la atención. Scott no abandona ese movimiento de cámara algo confuso al que se ha aficionado en los últimos tiempos y ni la banda sonora ni la actuación de las estrellas –William Hurt y Max von Sydow (Shutter Island) tienen papeles de importancia- consigue destacar. No es mala película, pero ni mucho menos de las mejores de Scott y su actor fetiche, con el que lleva rodadas algo más de cinco títulos.
Una de las peliculas que más me han gustado en lo que va de año, sensacional de principio a fin.
ResponderEliminarMe temo que no comparto tu entusiasmo. A mí me entretuvo, pero me gustaron mucho más Gladiator o El reino de los cielos.
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