miércoles, 7 de julio de 2010

El círculo vicioso. Munich, una película de Steven Spielberg


Estrenada en Estados Unidos a finales de 2005, esta película fue una muestra clara de la capacidad para trabajar del director norteamericano de ascendencia judía que en tan sólo dos años dio buena muestra de su capacidad y versatilidad tras las cámaras. Si en el 2004 se dedicó a la comedia simpática y familiar con La terminal, tan sólo un año después nos ofreció La guerra de los mundos, hábil historia de ciencia-ficción donde da muestras de lo que mejor se le da: ofrecer productos para todo el público con una hábil mezcla de acción y aventuras inalcanzable para el resto de compañeros de profesión.

Queda el Spielberg más serio, aquel que nos deleitó con Salvar al soldado Ryan y antes que eso con La lista de Schindler o con El color púrpura. Historias alejadas de toda moraleja, aventura o humor. En el caso de Munich, además un homenaje a un género de cine que fue muy popular en los años setenta y que llenó las pantallas de grandes thrillers y películas de espías.

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Basado en hechos reales y tomando como punto de partida un libro de George Jones, el guionista Eric Roth es el encargado de trasladar a la gran pantalla las represalias tomadas por el gobierno de Israel tras el secuestro y posterior asesinato de unos deportistas judíos en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972 a manos de un grupo terrorista palestino. Roth ya había trabajado en grandes proyectos y suyos son los guiones de exitosas películas como Forrest Gump, El dilema, Alí, El buen pastor o la más reciente El extraordinario caso de Benjamin Button. La historia es en sí mismo polémica y como tal levantó mucho revuelo en su momento, ya que nadie quedó contento con el resultado final de la cinta –por supuesto, nada que ver con lo cinematográfico-.

Spielberg abre con una secuencia situada en el Munich de los hechos y será varias veces cortada y retomada desde diferentes ángulos a lo largo de todo el metraje, siempre en la mente del protagonista Avner, un agente del Mosad al que se le encarga una difícil misión: junto con cuatro compañeros a su cargo deberá encontrar, perseguir y eliminar de la forma más llamativa posible –balas no está mal, con bombas es mejor- a once objetivos musulmanes y/o palestinos. Por supuesto su único contacto con la Agencia de Inteligencia y con el gobierno israelí será en forma de dinero, por todo lo demás no existen a ojos de nadie. Avner deberá abandonar a su esposa embaraza y comenzar una cruzada de venganza en pos de los realizadores materiales de los asesinatos de Munich, algo que acabará pasándole factura.

Eric Bana no es un actor que me guste especialmente –en este blog, Más allá del tiempo, Star Trek- pero aquí podría estar con facilidad ante la mejor actuación de su carrera. Y es que el personaje de Avner está muy bien construido y su evolución a lo largo de los meses que dura su misión es manifiesta, tanto en sus decisiones y actos como en la interpretación de Bana, que sobrelleva la mayor parte del peso de la película. Completan el grupo de operaciones especiales un Daniel Craig (La brújula dorada, Resistencia) que aporta pura fuerza bruta tanto en la ficción de su papel como en su actuación; Ciarán Hinds (hacía de Julio César en Roma de la HBO) como un veterano que da mucho juego pero que en realidad no sabemos muy bien a lo que se dedica, un poco a todo; Hanns Zischler como falsificador experto y el francés Mathieu Kassovit como el ex juguetero experto en bombas, probablemente el de mentalidad más frágil. Juntos forman un variopinto equipo que va recorriendo diferentes ciudades europeas eliminando sistemáticamente a sus objetivos.

Grecia, Italia, Francia o España son varias de las localizaciones en las que se mueven los protagonistas. El diseño de producción de cada una de ellas y la ambientación propia de los años 70 es perfecta, aquí se nota en realidad adonde ha ido la mayor parte del presupuesto de la cinta. Spielberg teje diferentes secuencias cargadas de enorme suspense, cada una de ellas diferente según la víctima, ya que el grupo comandado por Avner dista mucho de ser profesional en la materia, por lo que por muy bien planificado que tengan el asesinato siempre hay una gran cantidad de cosas que pueden salir mal. La tensión se palma en cada una de las escenas y la historia toma con rapidez un ritmo que mantiene al espectador pegado a la pantalla. Para lograr toda esta ambientación se hace un uso peculiar tanto de la música como de la fotografía. Con ambos profesionales está más que acostumbrado a trabajar Spielberg: la partitura de John Williams no es de las más celebradas de su carrera, pero el uso que se le da junto con los efectos de sonido hace que aporte una gran emoción. Hay secuencias donde no hay ninguna clase de música y sólo se oyen los diálogos o el sonido ambiente, que contrasta con otras en las que sólo se oyen los acordes musicales y la escena aparece totalmente muda. En los momentos de máxima tensión, aquellos previos a la consumación de los asesinatos, sonido y música se funden de forma hábil. Respecto a la fotografía de Janus Kaminski hay un gran contraste entre colores y para dar la apariencia de esos thrillers políticos de los 70 hay mucha profusión de blanco –los cielos, por ejemplo, nunca son azules- que contrasta con las oscuras siluetas de los protagonistas que la mayoría de las veces prefieren actuar al amparo de la noche, como en el asalto que sucede en la ciudad de Beirut.

Avner entabla relación con un informador del que obtiene el paradero de sus futuras víctimas. Nombres y direcciones que vende a precio de oro y que no acaba nunca de ganarse la confianza del equipo. Interpretado por Mathieu Amalric, cuyo padre y jefe es Michael Lonsdale –padre también de Rachel Weisz en Ágora-. Completa el reparto de caras conocidas en otro papel que genera total desconfianza, interpretado a la perfección con un deje de profesionalidad al tiempo que de total indiferencia por Geoffrey Rush, dando vida al superior de Avner en el Mosad y único eslabón con el mundo que ha dejado atrás, más preocupado por calmar la conciencia de su soldado y sonsacarle información que por las posibles consecuencias que sus acciones traerán al equipo, que se probarán ser funestas.

Tras varia asesinatos fructuosos la película da un giro interesante argumentalmente pero que resulta fatal para el conjunto. Ya que no se puede ir por media Europa eliminando ciudadanos árabes como si nada, ahora son ellos mismos los que están siendo identificados, rastreados y asesinados uno por uno. Probablemente la mejor escena de la película tenga lugar cuando Avner y dos de sus compañeros se encarguen del asesino de uno de ellos, una hermosa mujer a la que no dudan en coser a tiros y en dejar desnuda y sangrante. Tras este crescendo la cosa parece ir cuesta abajo y se centra más el director en la fracturada psique de Avner, que decide volver a casa con su mujer y su crecida hija, algo que le costará más de lo que creía, ya que la paranoia y la sospecha se han instalado en su vida. Avner ha ingresado, sin saberlo, en un terrible círculo vicioso donde, como él mismo llega a reconocer, cuando eliminan a un líder este es reemplazado al instante por otro peor, que a su vez inicia otra campaña de asesinatos contra objetivos israelíes y así sucesivamente, ad eternum. Quizás este sea el mensaje principal de Spielberg con esta película.

Valiente propuesta realizada por un director que no necesita este tipo de polémicas para nada, ya que cualquiera de sus nuevos proyectos siempre gozan de la atención de la crítica y del público. Bien por el huerto en el que se mete y por la visión que de él da, bastante imparcial en su totalidad, teniendo en cuenta que el protagonista es un agente secreto judío. Probablemente su película más cruda y bruta, mucho más que Salvar al soldado Ryan en mi opinión –la cual ya era de por sí bastante realista- y dejando de lado el tema palestino-judío, un thriller de manual de ritmo envidiable y con grandes dosis de suspense, que quizás le queda un poco largo al final, pero que ofrece al espectador imágenes de gran belleza, situaciones con mucha tensión y una serie de recursos cinematográficos donde la luz, el encuadre, la puesta en escena o el continuado uso de reflejos en cristales y espejos lo aleja de las antiguas propuestas y lo acerca a su propio estilo, uno de los más reconocibles en el mundo del cine actual y, sin duda, uno de los mejores.

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