domingo, 7 de noviembre de 2010

La casa en el confín de la tierra, de Richard Corben y Simon Revelstroke


A principios del nuevo siglo el nombre de Corben volvió a resonar en el mundo del cómic debido a sus colaboraciones para las dos grandes editoriales norteamericanas. Hulk, Luke Cage, La Cosa del Pantano o Punisher son varios de los personajes a los que Corben presta sus lápices, trabajando sobre el guión de otros autores como Brian Azzarello (Hellblazer: Tiempos difíciles, Superman: Por el mañana) o Garth Ellis. Corben se reserva unas obras propias para desarrollarlas en DC, como Solo, una recopilación de historias cortas; o la singular La casa en el confín de la tierra, publicada en el año 2000 y probablemente la última obra maestra que el genio de Missouri ha regalado a sus seguidores.

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Adaptación de una novela del año 1908 cuyo autor, William Hope Hodgson, fue uno de los llamados a renovar el terror y las novelas de fantasía en el siglo XX. Prácticamente dejado de lado por el gran público, ha sido y es admirado por varios de los mejores escritores de los que ha disfrutado el género desde entonces, nombres tan conocidos como Lovecraft, uno de los responsables en realidad de que no se olvide a Hodgson, o Alan Moore (Watchmen, Wildcats, DC Universe, Supreme, Halo Jones), que se encarga además de prologar el trabajo de Corben.

Para realizar la adaptación Corben contó con la ayuda de su colaborador habitual y amigo Simon Revelstroke. También se ocuparía del dibujo completo excepto del color, que recaería en manos de Lee Loughridge. Encajada dentro Vertigo (Los Invisibles, Transmetropolitan), el sello para adultos de DC, Corben disfrutaría de gran libertad para narrar una historia de locura tanto en su guión como en su dibujo. 

Octubre de 1952, Irlanda. Dos jóvenes mochileros tienen un pequeño desencuentro con unos violentos lugareños y se ven obligados a salir por piernas. En su huida corren a refugiarse en unas ruinas al borde de un acantilado con una catarata de agua. Allí descubren que se trata de la antigua mansión Gault ya que desentierran un viejo diario donde el dueño de los lugares narra su terrible historia. Hasta aquí Corben realiza un ligero prólogo, más luminoso de lo que viene a continuación y hace uso de diálogos que serán reemplazados por cajas de texto en primera persona mientras van leyendo el diario. Corben realiza un cambio notable tanto en composición como en estilo de dibujo y color, empezando a notarse una opresión creciente en las páginas.

Gault va narrando su historia –situada cronológicamente en 1816- cuando vivía solo junto con su hermana y su perro mastín, Pepper. Lo que en un principio parecen ser pesadillas en las que se ve acechado por una horrible entidad cósmica, pronto van tornándose realidad al tener que luchar por sus vidas contra una horda de desagradables bichos, parecidos a cerdos humanoides que manan de las profundidades de la sima que rodea el castillo. Corben se recrea en crear una atmósfera escalofriante para luego hacerla estallar por los aires en una serie de secuencias de auténtica acción, cuando los hermanos deban luchar por sus vidas y se parapeten en la mansión familiar, que sufre un asedio por parte de las demoníacas criaturas. La composición de las páginas es diferente y anárquica, pero las secuencias están bien narradas, llenas de grandes viñetas y de onomatopeyas.

A partir de aquí la lectura y la comprensión de la obra se hacen más difíciles, en cuanto el terreno entre pesadilla y realidad empieza a hacerse cada vez más borroso. El pobre Gault deberá enfrentarse a sus demonios internos, a la posesión de su propia hermana, a su aislamiento emocional y físico, al abandono, a la destrucción de su casa… En definitiva, a una locura que no tiene nombre.

Pronto los jóvenes ingleses se verán sorprendidos por la partida de lugareños cabreados y todos deberán de enfrentarse a su vez a lo que de verdad tiene la historia de un loco y las supersticiones del lugar.

Con un final apasionante, lo primero que hay que admitir es que este cómic –sin haber leído el original literario al menos- es tan adictivo como complicado de entender. Y es que se bien Corben introduce al lector en su particular universo de una manera creíble y lo obliga a pasar las páginas compulsivamente, también es cierto que su dibujo está lleno de detalles que merecen la pena ser observados con detenimiento. La historia en sí misma no es fácil y esto hace de este cómic un candidato ideal para la relectura, tales son las diferentes capas que posee. Sin ningún diálogo en su parte central –sólo cajas de texto- el dibujo de Corben cobra gran importancia y su narrativa se basta por sí sola para explicar lo que está ocurriendo, si bien es algo misterioso y sobrehumano. Una historia difícil, sí, pero que atrapa en cuestión de segundos. Y si además se es un fan de los dibujos de Corben, estos están a un gran nivel. Una obra redonda, por lo tanto.

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