viernes, 24 de diciembre de 2010

Batman y el monje loco, de Matt Wagner


Segunda parte de un proyecto muy personal del autor norteamericano que consistía en adaptar una serie de historias de los primeros años del personaje y darles no sólo un toque moderno, sino aprovechar la oportunidad para situarlas en la continuidad adecuada, que no es otra que los primeros años de Batman como justiciero en la ciudad de Gotham, cuando todavía no había aparecido ningún supervillano ni se había dado cuenta que su cruzada contra el crimen fuera una empresa de por vida.

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Ya hablé de este tema cuando reseñé la primera parte de esta aventura, la miniserie titulada Batman y los hombres monstruo. Tan solo añadir que la primera vez que el Monje Loco hizo su aparición fue en el Batman de Bob Kane, concretamente en Detective Comics #31 y #32 USA, a finales de 1939. El personaje en manos de Wagner cambia considerablemente: aquí es el líder de una secta llamada La Hermandad que cautiva de forma extraña a sus miembros y que practica un desagradable culto a la sangre. Después de su enfrentamiento con los monstruos genéticos creados por el Dr. Hugo Strange, Batman confía en que haya sido algo puntual, algo que se escapa a su dominio, a su inteligencia y pericia. Aunque el hecho de que una serie de cadáveres aparezcan desangrados y con unas incisivas marcas en el cuello da que pensar al Señor de la Noche de que quizás la pesadilla no ha hecho más que empezar.

Para hilvanar la historia con la miniserie anterior, Wagner hace uso de Julie Madison, novia de Bruce Wayne y de momento único asidero a la vida normal del millonario; y de su padre, que anda obsesionado tras su encuentro con Batman de tal forma que quiere romper sus lazos criminales con la mafia, momento que aprovecha el guionista y dibujante para introducir de nuevo a Sal Maroni y a Carmine “El Romano” Falcone, auténtico kingpin del crimen en Gotham.

En comparación, éste segunda miniserie es inferior a su predecesora, donde la intriga se manejaba mucho mejor y la acción era más impresionante. Al tiempo creo que los lápices de Wagner se lucían más, aunque aquí sigue con ese estilo clásico pero dinámico y donde la narrativa está muy bien planificada. Aunque la forma de contarlo es moderna –nos encontramos ante un remake muy bien hecho- el cómic en sí despide un aire de clásico, no sólo en la concepción de sus personajes, sino en la forma de presentarlos, despertando todavía Batman admiración en Gordon y miedo en sus adversarios. Un Batman alejado de esa concepción moderna del personaje, neurótica y sin escrúpulos, más heroico y aventurero que nunca, que se permite el lujo de ponerle alas al batmóvil o de tener una cita por el parque con su novia.

De nuevo destaca el esfuerzo de Wagner por hermanar esta aventura con el resto y situarla en continuidad, teniendo en cuenta que se encuadra después del Año Uno de Frank Miller y antes de El hombre que ríe de Ed Brubaker. También sería posterior a La broma asesina, de Moore. Y esto es fácil de entender en el cómic, ya que Capucha Roja hace tiempo que desapareció de escena y se menciona que un gran cargamento de drogas ha sido robado a la mafia, drogas que el Joker usará en su primera aparición. Otros guiños a los más espabilados son el primer encuentro entre Batman y Catwoman tras Año Uno, el hecho de que se comunique con Gordon por medio de un transmisor, algo que incomoda al todavía capitán, o los primeros contactos con el ayudante del fiscal del distrito, un tal Harvey Dent. Sin olvidar esa última página donde vemos a Batman balanceándose en la distancia mientras contemplamos en primer plano el anuncio de que el circo está en la ciudad, ¡con los Grayson voladores!

Reseñables son también la cantidad de detalles sin importancia apenas que ayudan a situar al lector en esos primeros momentos de Batman –esto me recuerda mucho a John Byrne, que era un fanático de este tipo de detalles-, cuando cada vez que sale va aprendiendo algo nuevo, de ahí que por ejemplo se plantee llevar blindaje debajo de su disfraz o que se tome una serie de drogas como coagulantes o analgésicos –eso sí, sin que le quiten un ápice de atención-.

Mis escenas favoritas, el enfrentamiento de Batman con los policías corruptos con Gordon de testigo y la lucha con los lobos y las trampas en el castillo, todo tan clásico y tan visto que se echaba de menos. Le falta una conclusión más acertada para igualar a la anterior miniserie, pero por lo demás sigue siendo una aventura de Batman reciente ambientada en el pasado del protagonista de lo más recomendable. Una pena que el autor ande perdido en el sello Vertigo de DC cuando todavía tiene pendiente esos proyectos de Superman y Wonder Woman. El tiempo lo dirá.

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