jueves, 23 de diciembre de 2010

Tron Legacy, de Joseph Kosinski

Un debutante en la dirección para actualizar el revolucionario proyecto de la Disney que en 1982 encandiló al público más joven y que se convirtió en una cinta de culto que, vista hoy en día, la verdad es que ha quedado muy anticuada, en especial si la vemos en español, que contaba con un doblaje de lo más peculiar.

Garret Hedlund interpreta a Sam Flynn, el hijo del protagonista de la primera parte, cuyo padre desapareció cuando era un chaval. Aunque es el heredero del gran imperio informático de su progenitor, él prefiere ir a lo suyo, pese a contar con la supervisión de Alan, el creador del Tron original y gran amigo de su padre, interpretado de nuevo por Bruce Boxleitner, famoso por su rol protagonista de Sheridan en la serie Babylon 5.

Sam pasará por la misma experiencia que su padre antes que él, verse transportado a un mundo virtual, el de los programas informáticos, donde tendrá que participar en los juegos y sobrevivir a ellos, contará con una escultural y bellísima aliada a la que da vida Olivia Wilde (dejó la serie de Housepara dedicarse a este tipo de cosas) embutida en cuero negro vetado de colorines y luchando por ser la más vistosa de la función directamente con una modelo como Beau Garret. Alguna cara conocida en los actores de reparto, como las de James Frain (True Blood) o Michael Sheen (hacia de Frost en El desafío).

Pero si aquí hay un protagonista sería la ardua disputa entre los efectos especiales, diseñados para su disfrute en 3D y un Jeff Bridges (Corazón rebelde, Los hombres que miraban fijamente a las cabras, Iron Man) en un doble papel de villano y maestro zen al que le hace falta muy poco para levantar una producción él solo.

Por parte de los primeros, repiten el esquema de su predecesora casi treinta años atrás con los juegos mortales del comienzo –pelea de discos, carrera de motos de luz- para luego ir conformando el mundo virtual poco a poco y finalizar con una nueva actualización de las carreras de luz. Lucen bastante bien y prueban una vez más que el negocio –o mejor dicho, la calidad de los efectos en 3D se encuentran en películas que ofrezcan un ambiente, un fondo, una textura especial y diferente, como antes que esta Avataro las películas de animación como Up-.

Y por parte de Bridges, pues un trabajo de encargo que resuelve bastante bien, muy alejado del payaso chulesco de la primera parte que se marcaba un partido de cesta punta virtual. En sí la película queda un poco vacía, puro andamiaje de efectos especiales y actores guapos que deja de lado la historia principal –de nuevo, al igual que en el primer Tron de 1982- y que no supondrá la revolución en la historia del cine que podría haber sido, como fueron antes que ella películas como 2001, Blade Runner o The Matrix.

Entretenimiento para toda la familia que flojea cuando no están corriendo o peleando, en especial cuando el trío de protagonistas comparte planos y conversaciones, algo cansinas en algunos momentos. Se echa de menos un poco de profundidad en todos esos seres nuevos y perfectos que aparecen, pero tampoco es cuestión de hacer pensar al espectador, no vaya a cansarse del 3D tan pronto. 

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