Relato corto publicado en 1934 y donde hace su primera aparición el famoso detective Philip Marlowe, cinco años antes de que protagonizara la novela El sueño eterno y que ganó la fama para su creador, el escritor de Chicago especialista en novela negra.
Con el título original de Finger Man y siendo la ciudad ficticia de San Angelo el lugar de la acción, el detective Marlowe se verá envuelto en una conspiración que le sitúa a él como culpable de un asesinato y que guarda relación con varios asuntos bien diversos, como pueden ser la disputa entre dos mafiosos del lugar; la estafa a uno de ellos en su propio casino o la implicación de un confidente de la policía que se dispone a testificar en un caso importante de la fiscalía.
Resulta curioso que un principio en esta historia, narrada en primera persona por el protagonista, nunca se menciona su nombre y que fuese un tiempo después cuando el autor la sitúo en la continuidad de su más famoso detective. Originalmente fue publicada en revistas pulp de la época –Black Mask o Dime Detective- donde también escribía Dashiell Hammett.
Y es que en estas pocas páginas, Chandler ofrece todo lo que hoy en día es considerado como las claves del género o los tópicos de la novela negra: un detective inculpado, que conduce a toda velocidad mientras fuma como un carretero y bebe tragos de whisky –o “licor”, que a veces no se especifica- mientras tiene cuentas pendientes con la policía y los mafiosos; que se encuentra con una enigmática mujer que no se sabe si le ayuda o le perjudica –la tan manida femme fatale- y que a base de un poco de investigación, con una pequeña ayudita de los compañeros y algún que otro tiro va abriéndose paso para resolver el caso. Ladrones a la fuga con un buen montón de dinero, sicarios, tiroteos en medio de la calle, carreras de coches… Prácticamente está todo aquí, condensado y puesto al servicio del lector en una corta entrega que se hace muy entretenida, aunque no ahonda en la personalidad de sus protagonistas, de modo que de Marlowe sólo obtenemos fugaces pinceladas, ya que por la época todavía su creador no había desarrollado del todo sus características, que luego se harían tan famosas a lo largo de una serie de aventuras noveladas y más tarde con su paso al cine y a la televisión, convirtiéndolo probablemente en el detective norteamericano más famoso de su historia.



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