Spider está hecho polvo. Tras el asesinato de la directora de campaña del aspirante a la presidencia, Vita Severn, amiga del periodista y con la que había conectado de una forma muy especial, se ha venido abajo. El hecho de que su columna para La Palabra –I Hate It Here- vaya mejor que nunca le han valido la oportunidad de mudarse de nuevo a un sitio más lujoso y más protegido, en compañía de Yelena como su ayudante y de Channon como su guardaespaldas. Las dos mujeres irán fortaleciendo su amistad, en especial cuando la segunda descubra que la primera se acostó con Jerusalem en una serie de viñetas de lo más graciosas.
Pero Spider sigue muy afectado. Se dedica a deambular por la ciudad –así aprovecha Ellis para seguir mostrando diversas capas de la sociedad futurista y distópica en la que se mueven los personajes- hastiado y fascinado porque la mayoría de la gente no se siente afectada en lo más mínimo por las próximas elecciones presidenciales que tendrán lugar en pocas semanas. La nueva escoria, como él los llama, simplemente tiene mejores cosas que hacer.
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| Portada del #19 USA, de Robertson |
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| La Bestia |
Pero el interés del violento e inquieto periodista volverá a renacer cuando reciba una invitación personal para realizar una entrevista con uno de sus enemigos más acérrimos: el actual presidente y candidato a la reelección, apodado por él mismo como La Bestia. Lo que traerá la consecuente reunión con el principal candidato, Gary Callahan, apodado El sonrisas.
El último número de esta saga en seis partes –The New Scum se desarrolla en los números americanos Transmetropolitan #19 al #24- tiene lugar en el lujoso ático de Spider Jerusalem donde sus dos compañeras han montado una fiesta durante el momento en que tiene lugar el recuento final de votos, que nos traerá la respuesta a la mayor intriga de la colección en los últimos números: ¿quién será el presidente de los Estados Unidos?
Vertigo: Winter´s Edge
El tomo americano que contiene los números anteriores se complementa con dos historias cortas realizadas por los mismos autores que fueron publicadas en el Vertigo Winter´s Edge #2 y #3. Como su propio nombre indica, tienen lugar en una ciudad asolada por el crudo invierno y todos los tópicos que ello conlleva: frío polar, nieve en abundancia, decoración navideña…
| El Sonrisas |
La primera historia es buenísima, con un depresivo Spider describiendo la navidad. Resulta difícil de creer como en unas pocas páginas los autores pueden plasmar una existencia tan patética como la de Spider –sin familia, ni novia, ni amigos- y sin embargo lograr una historia tan delirante y graciosa, que acaba con un montón de niños traumatizados. La segunda se trata de una batalla de bolas de nieve con sus asistentas con un cierto toque filosófico y optimista.
Valoración personal
Hasta ahora Spider ha sido un personaje muy complejo, siempre al borde del precipicio, pero que se nos hacía muy simpático, pese a toda esa mala leche y a la ingesta masiva de toda clase de drogas. Sin embargo sus ideales siempre han sido muy fuertes y eso hace que nos podamos sentir identificados con un tío tan cabrón como él, ególatra a más no poder, que lo único que quiere es encontrar la verdad ahí fuera. Y si no puede encontrarla –o no le dejan- largarse a una montaña solitaria, alejado del mundanal ruido.
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| La mascota de Spider |
En estos números Ellis va mostrándonos a un Spider mucho más melancólico, casi derrotado, pese a la enorme popularidad de la que goza entre el gran público debido al éxito de su columna. A priori lo tiene todo: dinero, fama, el cuarto poder. Sin embargo, el asesinato de su amiga Vita, que parecía podía aportar a la campaña presidencial precisamente lo que a ojos de Spider ésta necesitaba, lo deja en un estado de shock. O eso parece, al menos. Y es que, exceptuando en contadas ocasiones, el periodista siente un profundo odio hacia esa escoria que habita su ciudad y que es inmune a la manipulación mediática y a las propias advertencias del columnista.
El guionista se toma su tiempo y al final quizás le queda algo alargada la historia, teniendo en cuenta que, además de Spider y su gente, los verdaderos protagonistas son aquellos que dan título a este arco argumental: la nueva escoria, la sociedad en sí misma. Ellis se dedica a la crítica social y política en estas páginas, mostrándonos los diversos personajes que pueblan sus calles, siempre en los extremos, entre la modernidad tecnológica y el culto al pasado. Un crisol de religiones, costumbres, reivindicaciones de diversa clase –como la zona libre de tecnología- donde hay gente pudiente y otros no tanto. Desesperados, vagabundos, asesinos o madres de familia, todos conviven con espectacular naturalidad en la ciudad en la que transcurre Transmetropolitan. La imaginería de Ellis a la hora de idear diversos adelantos tecnológicos es encomiable.
Por otro lado Ellis sabe mantener viva la tensión con la carga política: por medio de sendas entrevistas, Spider se hace una idea de lo que le espera según el resultado de las elecciones generales, algo que veremos al finalizar el último número de la saga. Y como no podía ser de otra manera, el pobre Spider las va a pasar mucho peor de lo que se imagina. A la incertidumbre política hay que añadir que el periodista está seguro de que el asesinato de Vira fue orquestado desde la misma sede de su partido, para conseguir que la campaña de Callahan, dinamitada por los artículos de Spider, recuperara el terreno perdido. Los diálogos cobran especial importancia, otro punto a favor del guionista.
En el terreno gráfico, Robertson sigue a un gran nivel aunque parece que cada vez dibuja viñetas más grandes, por lo que tiene que situar menos por página. La sobriedad de los interiores, donde hace un uso masivo de sombras y negro, contrasta con la abundancia de detalles del exterior, donde la decoración, la arquitectura, los diversos personajes que por allí pululan y su indumentaria son de una variedad asombrosa. Vuelve a ejercer de portadista en los tres primeros números de la saga, siendo sustituido por Geof Darrow en los tres últimos que como ya mostró en los números iniciales de la serie, su estilo sobrecargado le viene al pelo a lo que se cuenta en Transmetropolitan.
En resumen, tanto Ellis como Robertson dejan de lado la parte más salvaje y cómica de Jerusalem durante unos números en los que se ponen más críticos que nunca, con la política y, aprovechando el momento, con la sociedad actual, cuyo reflejo distorsionado es en realidad lo que se nos muestra en las páginas del cómic.





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