miércoles, 5 de enero de 2011

El discurso del rey, de Tom Hooper

El director británico ha cosechado un gran éxito en sus incursiones en la pequeña pantalla -Elizabeth, Longford, John Adams- acaparando grandes premios y pudiendo trabajar con grandes actores, la mayoría de ellos británicos. Repite por lo tanto esquema en su tercera película para la gran pantalla donde nos narra la experiencia del rey Jorge VI (Colin Firth, El retrato de Dorian Gray) y sus desesperados intentos por superar su tartamudez, para lo que contará con el apoyo de su mujer Isabel (Elena Bonham Carter, Harry Potter) y con la de un médico de métodos muy originales, actor fracasado, que traspasará la frontera de doctor paciente en más de una ocasión, llegando a formar una gran amistad. Lionel Logue está interpretado por el australiano Geoffrey Rush con gran acierto.

El resto de secundarios pueden reconocerse fácilmente, muchos de ellos de hecho de la saga de Harry Potter: Michael Gambon es el padre del futuro rey Jorge; Guy Pearce como el hermano díscolo que renunció al trono, Eduardo VIII (L. A. Confidential, La carretera, En tierra hostil); Derek Jacobi dando vida al Arzobispo de Carterbury o Timothy Spall como Winston Churchill.

El hecho de que haya sido la película más nominada para los Globos de Oro de este año ha enmascarado otros premios recientes, como Mejor Película en Toronto y una gran cantidad de premios por parte de la crítica tanto americana como británica, centrádose sobre todo en la pareja de actores protagonistas. Y es que si bien la película está rodada con un buen ritmo y su producción es muy buena -la ambientación de los años treinta es exquisita- casi todas las escenas memorables transcurren en interiores, de tal forma que no es raro que recuerde a una obra de teatro. El duelo interpretativo es el auténtico punto fuerte de esta película, siendo Firth el que tiene más posibilidades de hacerse con nominaciones a los Oscars.

Con todo eso, la historia, ambientada en los años previos a la II Guerra Mundial, tiene cierto interés en cuanto muestra los movimientos que sacudieron a la corona británica en esos momentos tan decisivos para su país, y en especial como la existencia de un hombre acomplejado por su tartamudez y el desprecio de su padre y hermano, cambia drásticamente por el bien de sus semejantes, contando con la ayuda de sus seres queridos.

Existen unas cuantas escenas muy poderosas en esta película. La mayoría de clases entre el doctor y el futuro rey son más una serie de anécdotas graciosas, destacando sobre ellas las conversaciones serias entre ambos, como la que tiene lugar en el paseo entre la niebla o en la misma iglesia alrededor de la silla de coronación. Entre Helena Bonham Carter y Firth también encontramos buenos momentos, como esa escena a cámara fija en la que el Rey Jorge VI se derrumba, abrumado por una responsabilidad que nunca quiso y que bien puede valer un Oscar: no son muchos los actores hoy en día capaces de llorar en un plano fijo.

Aunque la historia está muy bien, quizás tantas alabanzas y nominaciones pueden perjudicarla, en el sentido de que no es la maravillosa película que nos venden. Está muy bien y sus actores son serios candidatos a cualquier tipo de reconocimiento, pero de ahí a otorgarle la mejor película del año media un trecho. Ya veremos que nos depara la gala de los Globos de Oro. 

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