El escritor y periodista norteamericano es uno de los más importantes creadores del siglo pasado y no sólo debido a su producción literaria, sino a sus innumerables viajes como corresponsal, en especial en Francia y en España, donde tras la guerra civil escribió su obra má reconocida y una de las más prestigiosas de la época: Por quién doblan las campanas. Su vida es tan apasionante como sus obras y resulta muy difícil separar la una de las otras. Hemingway ha sido testigo de varios de los hechos más significativos del Siglo XX, en especial las dos guerras mundiales y el periodo de entreguerras. Se ha visto obligado a sobrevivir en multitud de ocasiones y acabó sus dias viviendo plácidamente en Cuba.
En 1952 y cuando residía en un pueblo de pescadores cubano, la revista Life le encomendó un trabajo al autor que acabaría convirtiéndose en El viejo y el mar, novela corta que le valió la oportunidad de ganar el Premio Pulitzer al año siguiente y de la que se hizo una mención especial cuando en 1954 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Hemingway todavía produjo algunas obras más hasta el año 1961, en el que se suicidó pegándose un tiro de escopeta.
A priori, el argumento tras El viejo y el mar no podía ser más simple: un veterano pescador cubano que atraviesa una mala racha de 84 días sin realizar ninguna captura ha perdido a su joven compañero. El muchacho, pese a que le tiene un cariño enorme, se ha visto obligado a ceder a las presiones de sus padres y a cambiarse a un bote con más suerte. Eso no impide que el viejo prosiga con su rutina y al día siguiente logra hacer una presa enorme -un pez espada, creo, pero me pierdo en la traducción del inglés sobre la clase de pez que acaba pescando-. El viejo, por muy experto que sea, no puede evitar librar una lucha encarnizada contra su enorme presa, que lo arrastra más y más hacia lo profundo del océano durante varios días, hasta que finalmente logra doblegarlo y matarlo. Tan grande es que no puede meterlo en el bote, por lo que se ve obligado a arrastrarlo hasta puerto. Algo que atraerá a los tiburones, desencandenándose una segunda lucha más difícil que la anterior, de nuevo por el propio pescado, al que persiguen los escualos.
Sencilla, corta, con apenas diálogos si exceptuamos los pensamientos del viejo y su manía de hablar en voz alta cuando se encuentra solo en alta mar. El pobre hombre pasa hambre y frío y echa de menos a su joven y fuerte compañero, pero no desiste en su empeño de capturar a su presa, poniendo todos sus conocimientos y experiencia en ello. Es una historia trágica donde va estableciéndose un vínculo de nobleza entre cazador y presa que finalmente es desgarrado por las mandíbulas de los tiburones, pese a la batalla que todavía es capaz de presentar el anciano. Tiene también algo de profunda esta historia, como si muchas de las luchas de esta vida valieran la pena sin importar el resultado final. Como si, pese a todos los esfuerzos de una persona abnegada, a veces no está en sus manos conseguir tal o cual fin sin un poco de ayuda o simplemente de suerte.
El caso es que probablemente sea la obra más famosa de su autor, con muchos tipos diferentes de interpretaciones. En esta relectura en su idioma original la he disfrutado más si cabe que la primera vez, cuando era más joven y todavía creía que si te empeñas, puedes conseguirlo todo. Hace poco leí an algún sitio que hay dos tipos de autores: los que escriben porque han leido mucho y los que lo hacen porque han vivido mucho. Hemingway pertenece a esta segunda clase y este relato es un claro ejemplo de ello, cualquiera que haya salido a pescar puede atestiguarlo, sobre todo si lo ha hecho en soledad. El resto de su obra también obedece a esta idea.


me gusto mucho el viejo y el mar por que el viejo rogo y sufrio para atrapar el pez y al fin logro sobre los meritos de dios
ResponderEliminarNo tengo muy claro si al final el viejo "logró", pero gracias por la apreciación.
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