Nueva historia ambientada en el mundo del boxeo norteamericano que tiene como fondo una de tantas historias reales de autosuperación de un deportista de origen humilde que llega a la cima en su carrera, sorteando todo tipo de obstáculos. Una historia más como tantas otras que ya hemos visto y que asaltan la cartelera cada cierto tiempo, colándose siempre alguna de ellas en las quinielas finales de los premios más famosos de la industria de Hollywood.
La unión del drama social y el deporte es una combinación ganadora. Si ya el año pasado tuvimos en The Blind Side el mundo del futbol americano y el año anterior en El luchador el de la lucha libre, ahora toca el del boxeo. El director, conocido hace unos años por Tres reyes, donde ya coincidió con Mark Walhberg, le da un estilo casi documental a sus imágenes, llegando a confundir en algunos momentos por una extraña manía de situar a los actores fuera de plano. El hecho de que se produzca un doble juego con la ficción y la realidad -en la historia, la cadena privada HBO se encuentra grabando un documental sobre el efecto devastador de las drogas en la persona de Dicky Eklund (Christian Bale), un boxeador de poca monta que tuvo su momento de gloria en el pasado cuando logró noquear al mismísimo Sugar Ray- le da la oportunidad a Russell de grabar de esa forma, pero a veces se le va la mano con el recurso.
Esta es el biopic de Micky Ward, que llegó a campeón del peso welter. Micky es hermanastro de Dicky y si quiere triunfar en su vida tendrá que aprender a alejarse de la sombra de su hermano y sobre todo del férreo control familiar al que le somete su madre (Melissa Leo). En toda esta situación jugará un papel decisivo su nueva novia Charlene, interpretada por Amy Adams. Todo un crisol de fiderentes relaciones entre perseonas que en algún momento de su vida han tenido que decir adiós a sus sueños.
Ganadora de dos Globos de Oro a los Mejores Actores Secundarios para Christian Bale y Melissa Leo, son sin duda sus bazas más fuertes de cara a los Oscars, teniendo en cuenta que parte con siete nominaciones (Película, Actor y Actriz Secundaria, Dirección, Guión Original y Montaje).
Y es que Bale recupera esa forma de actuar un tanto visceral y camaleónica con la que ya nos había sorprendido en películas como American Psyhco, El maquinista o El tren de las 3:10, alejado de sus propuestas más comerciales donde no destaca demasiado (Batman, Terminator, Enemigos públicos). Ayuda que al lado tenga un actor muy limitado como Wahlberg, al que se come cada vez que aparecen ambos compartiendo plano. Una vida dura de adicto al crack, de perdedor que contrasta con un carácter de payaso cultivado a lo largo de los años ya que en su barrio es como una leyenda, debido a su gesta pugilística.
Wahlberg no es que lo haga mal. Su papel es muy físico, algo que le sobra; y su personaje bastante callado e indeciso en buena parte del metraje, de los que hablan poco y tienen la mirada perdida. El actor de Boston se las ingenia para ir apareciendo en buenas películas, pero se queda lejos de las interpretaciones de sus compañeros de reparto, como en Desde mi cielo, La noche es nuestra o Infiltrados. Cuando asume los roles protagonistas en solitario suele ser una debacle para el espectador, ejemplos de ello son Max Payne o El incidente.
Queda por reseñar el papel de la pareja femenina -la dirección y el guión son bastante normales, ya hemos visto montones de películas como esta con anterioridad.. Melissa Leo ya estuvo nominada por Frozen River y aquí tiene un papel muy enérgico, convertida en jefa de un clan familiar muy extenso que guarda con celo a sus hijos pese a ellos mismos. Poco tiene que hacer frente a ella una Amy Adams que sabe sacarse mucho partido en determinados momentos, sobre todo físicamente, ya que su papel es más contenido, dejando de lado el enfrentamiento que se producirá entre la familia de su novio y ella misma. Adams tampoco es extraña a la ceremonia de los Oscars, ya estuvo por aquí con La duda.




No hay comentarios:
Publicar un comentario