Este número único fue publicado en 2004 por parte de la Marvel pero encuadrado dentro de varias de sus líneas editoriales más especiales y alejadas de las más vetenaranas e icónicas de la compañía.
Aunque El Castigador siempre ha sido uno de los antihéroes más famosos de los cómics, hay que recordar que fue creado por el mismísimo John Romita en las páginas de Spider-Man, por lo que siempre prometía y aparentaba más de lo que en realidad era. Un justiciero urbano, azote de los traficantes o asesinos no tiene cabida en toda su crudeza en la línea tradicional del Universo Marvel. Como esto afectaba a más de un personaje, en el 2001 se creó una línea editorial nueva llamada MAX que tenía su propio código de regulación y donde se anunciaba sin rubor la existencia de contenido no apto para niños, o lo que es lo mismo: cómics para adultos. Aunque fueron varias las creaciones nuevas que se aprovecharon de este movimiento, algunos personajes ya conocidos encontraron un acomodo de lo más necesario para sus trayectorias. Uno de ellos fue el Punisher, que de hecho se ha convertido en la serie más longeva de esta línea editorial, con un Garth Ennis desatado en uno de sus mejores guiones para la industria con un personaje no creado por él mismo.
Al tiempo, Marvel promovió otro experimento editorial al que son tan aficionados, llamado esta vez The End y que consistía en una serie de números únicos o series limitadas donde unos autores con cierto renombre narraban las últimas aventuras del héroe de turno. Como en todo este tipo de eventos, salieron algunas obras menos interesantes -los mutantes- y otras más llamativas como con Hulk, Los 4 fantásticos o el Punisher que aquí nos ocupa.
El caso es que esta aventura viene guionizada por Ennis, que se ocupaba del personaje en ese momento y que lo conocía bastante bien. Se decidió incluirlo también bajo el sello adulto de la línea MAX, por lo que Ennis podía llevar a Frank Castle un poco más allá, haciendo uso de diversas situaciones violentas y de un lenguaje más crudo y veraz. El guonista irlandés es conocido por sus opiniones lapidarias contra el género superheroico, al que no duda en ridiculizar cada vez que puede o le dejan. Como necesita trabajar para las grandes editoriales, eso le obliga a amoldarse a sus personajes, algo que no acaba de gustarle. Pero con Punisher sí que parecía disfrutar, al mismo tiempo que usaba al justiciero no solo para masacrar de las formas más divertidas a los malosos de turno, sino a reírse de algún que otro héroe enmascarado, como Daredevil o Spider-Man.
La figura de Richard Corben es conocida de sobra. En la última década del siglo pasado, el genio de Missouri andaba trabajando precisamente para Marvel en la línea MAX, donde además de algunas colaboraciones con personajes de toda la vida como Hulk o El motorista fantasma, se dedicó a proyectos más personales con historias de horror en la línea de Poe o Lovecraft. Por eso su asignación como dibujante de esta historia final de Frank Castle -asistido en los colores por Lee Loughridge y siendo editor Axel Alonso- no sólo fue una gran noticia, sino algo de lo más apropiado.
Y es que Corben se muestra de nuevo a gusto en un ambiente post-apocalíptico que tantas veces a mostrado en su carrera con anterioridad. Sin ofrecer muchos datos al lector, Ennis comienza su historia en la Penitenciaría Federal de Sing-Sing en un momento que parece crucial para los Estados Unidos. Con un tono oscuro y gran profusión de manchas de negro -los fondos de las páginas son enteramente en este color-, vamos avanzando en una historia cuando dos hombres logran escapar a un mundo desolado, repleto de ruinas y cielos de pesadilla, encontrándose a su paso coches y cadáveres calcinados; ciudades en llamas, abandonadas y derruidas.
Los dos hombres avanzan no se sabe hacia dónde ni con qué propósito, algo que iremos averiguando por medio de sus conversaciones, hasta llegar a un gran desenlace lleno de violencia descarnada y emoción. Y es que en pocos cómics como éste puede tenerse una muestra de la increíble locura obsesiva que posee a Frank Castle.
Buena historia, grandes lapices y un personaje que, ahora sí, puede ser todo para lo que fue creado.




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