Estrenada en 1982 con el título original de First Blood en su país de origen, adaptaba la novela de mismo nombre publicada justo diez años antes por David Morrell, escritor canadiense que narraba el infierno que se desataba en un tranquilo pueblo norteamericano cuando un veterano de Vietnam se enfrenta a las fuerzas de policía locales, desatándose una persecución inhumana con desastrosas consecuencias.
Curiosamente sería el cine el que haría inmortal al protagonista de dicha novela, el veterano Boina Verde John J. Rambo, interpretado hasta ahora en sus cuatro aventuras para la gran pantalla por Sylvester Stallone. Sin embargo, pese a las tres secuelas es esta Acorralado la única que ha conseguido situarse entre las mejores películas de acción de los años ochenta, recordada con mucho cariño y respeto por la mayoría de aficionados al buen cine de aventuras y entretenimiento.
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Fue el propio Stallone tras el éxito conseguido por Rocky –ya había interpretado al boxeador italoamericano en tres ocasiones- el que desatascó la situación en la que se encontraba el guión basado en la obra de Morrell, que había contado hasta entonces con muchos famosos candidatos de primer nivel para interpretar a Rambo. Sin embargo la cosa no había funcionado, y fue finalmente el actor neoyorkino el que se llevó el gato al agua, ejerciendo la suficiente presión para darle un cambio sutil a la historia y a su personaje, haciéndolo más amigable para el público y alejándolo de la versión novelada, mucho más cruenta.
Quizás sea de los pocos que leyó la novela antes de ver la película. Por azares del destino, cuando era bastante joven cayó en mis manos una destartalada edición de Primera sangre, perteneciente a Círculo de Lectores. Y aunque han pasado muchos años desde entonces y nunca la he vuelto a releer –ni siquiera me la he vuelto a encontrar; si lo hiciera probablemente la compraría- conservo en la memoria algunos de los pasajes más poderosos, sobre todo tras ver la película y contrarrestarlos en mi mente.
Dirigida por Ted Cotcheff, es un director canadiense que en los últimos años se ha movido más en la televisión. Probablemente se trate de su película más famosa y si bien no destaca especialmente por su poderío visual, sí que cumple sobradamente en las escenas más movidas, de modo que el espectador sabe en todo momento que está pasando. El escape de la comisaría, el salto al vacío en el bosque o la larga secuencia en el interior de la tierra recorriendo angostos túenels están muy logradas y son merecedoras de felicitación.
Con los inigualables acordes del difunto Jerry Goldsmith, artífice de míticas bandas sonoras de la historia reciente del séptimo arte –en algunos momentos en esta película me recuerda mucho a Desafío Total- como las de Star Trek, El planeta de los simios, La profecía (Oscar de Hollywood), Gremlins o L. A. Confidential; así comienza la historia con una figura solitaria que camina apaciblemente hacia una caballa a orillas de un lago y entre montañas; toda una estampa paradisiaca que pronto va a romperse en mil pedazos: John Rambo es un veterano de Vietnam en busca de uno de sus compañeros, que resulta haber fallecido de cáncer por los gases inhalados en la guerra. Algo se rompe dentro del joven muchacho y es que, como sabremos más adelante, es el último que queda de un escuadrón de fuerzas especiales. Esta forma de dosificar la información con cuentagotas a lo largo de todo el metraje es muy acertada, ya que se crea un cierto halo de misterio alrededor del antiguo soldado.
Cerca de Portland –aunque todo está rodado en la Columbia Británica de Canadá- Rambo piensa detenerse en un pequeño pueblo llamado curiosamente Hope, pero la primera persona con la que se encuentra es el sheriff del lugar que, tras una serie de amenazas veladas, acaba llevándolo detenido a comisaría ante la tozudez del parco en palabras vagabundo. El sheriff Teasle está interpretado por Brian Dennehy, otro veterano actor al que se le ha visto en cine y televisión. Recuerdo otro papel mítico suyo haciendo también de sheriff en Silverado.
Los interiores de la comisaría marcarán el punto de no retorno para el personaje y para la historia que se nos cuenta. El ambiente opresivo de las celdas, la violencia con que lo bañan y algún que otro golpe mal dado por parte de un agente desquiciado por la indolencia y el pasotismo de Rambo –parece que no va con él- despiertan una serie de recuerdos que lo transportan de vuelta a la guerra, cuando fue hecho prisionero y torturado. Rambo se libera de sus captores y emprende una huida, llevándose por delante a todo policía que se le cruza. Logra salir del edificio, hacerse con una motocicleta y huir hasta las montañas.
Aquí empiezan las diferencias claras con la novela. En ella, John Rambo no tiene reparos en matar a varios agentes de la ley, mientras que en la película, por mucha aura de peligrosidad con que se le envuelva, la realidad es que no mata a una sola persona –daños a la propiedad ya sería diferente, porque literalmente acabará arrasando el pueblo-. Ahí está la mano de Stallone a la hora de hacer más afín con el público a su personaje. En la espesura del bosque y con un grupo reducido de agentes pisándole los talones, Rambo se convierte en aquello para lo que le han entrenado: un experto en guerra de guerrillas que no tarda en deshacerse de todos sus perseguidores con suma facilidad –perros de presa incluidos-, infringiendo algunos daños severos a los pobres. Su mente solo piensa en el entrenamiento y en las nociones más básicas de supervivencia: comida, refugio, abrigo.
Ante lo que se le viene encima, el sheriff Teasle llama a la guarda nacional para sitiar y rodear las colinas donde se oculta el perseguido. Aquí es donde la historia da un giro genial con la introducción del Coronel Trautman, interpretado por Richard Crenna y cogiendo el testigo de Kirk Douglas, que abandonó el papel por desavenencias con el guión, especialmente por su desenlace en las antípodas del mostrado en la novela. Otro veterano ctor, ya fallecido, que también encontró en esta película su papel más representativo y por el que será recordado. Trautman es el antiguo superior al mando del batallón donde militaba Rambo, su mentor y probablemente el único amigo que le queda en el mundo. Pero ante el asombro del sheriff, Trautman no está allí para ayudar a su antiguo soldado, sino para proteger a los numerosos policías y oficiales armados del él.
Y es que el personaje de Trautman es un caramelo. Todos sus diálogos están orientados a engrandecer el personaje interpretado por Stallone y todas sus frases son bien reconocibles fuera del contexto de la película, tantas veces homenajeadas o parodiadas de una u otra manera. Con este hábil recurso va engrandeciéndose la figura y el peligro que representa John Rambo, el mejor entre los mejores y último superviviente de un equipo de élite. También empiezan a deslizarse ciertos toques de crítica social, que cristalizarán posteriormente en el monólogo final del protagonista. Crítica contra esa desconfianza de algunos lugares hacia los extranjeros y sobre todo contra esa ola de odio hacia todo lo que tenía que ver con Vietnam que hizo que innumerable soldados que lucharon por la patria volvieran a un hogar que ya no les quería y los repudiaba, como si así olvidaran toda la barbarie que trajo consigo la guerra.
La película baja algo de ritmo tras quedar atrapado Rambo en una mina, recuperándose de nuevo del bache con el enfrentamiento final a tres bandas entre Teasle, Trautman y el propio Rambo. Otra gran diferencia que recuerdo con respecto a la novela es en esta secuencia: si bien en la película es algo apresurada, en las páginas del libro se hace realmente angustiosa, con un acechado soldado cada vez más trastornado que debe arrastrarse por estrechos pasadizos, evitando a los murciélagos que pueblan las paredes de la cueva y sobreviviendo a los escarabajos y bichos que se alimentan del guano. Quizás el corto presupuesto de unos 14 millones de dólares no dio para más.
El lamento final del protagonista le valió algún que otro reconocimiento a Stallone, además de infinidad de parodias posteriores. Contrasta este largo monólogo con todo el anterior metraje, donde apenas pronuncia dos frases seguidas el actor. El desenlace que se vio en los cines hacía que Rambo acabase derrumbándose en los brazos de su antiguo maestro, entregándose a la justicia y abandonando el pueblo en llamas, rodeado de cuerpos heridos aunque no muertos. Existe otra versión que se puede ver en Youtube o en las ediciones especiales en DVD en la que Rambo acababa suicidándose, algo más acorde con la novela, donde el soldado y Teasle acababan el uno con la vida del otro en un enfrentamiento final.
Acorralado no solo se convirtió en una rentable franquicia –quién sabe si Stallone, que no tiene un pelo de tonto y tras el éxito de Rocky, ya pensaba en los dividendos de una posible saga- sino en una de las películas de acción más míticas de la década de los ochenta que fue muy fecunda en este género. Tanto John Rambo como el Coronel Trautman –el primero por cómo es descrito y lo que es capaz de hacer y el segundo por lo que dice y cómo lo hace- son dos personajes de sobra conocidos. Tras lo que vino después quizás hubiese sido mejor haber optado por el falso final, porque resulta sorprendente en lo que degeneró la saga, con nada que ver con su primera parte, mucho más profunda de lo que parece a simple vista.
Había nacido una leyenda de la historia del cine de acción y ahí seguirá al lado de ilustres compañeros como John McClane o el T-1000.






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