Publicada en 1947, justo diez años antes de que Albert Camus fuera galardonado con el Premio Nobel de Literatura por “poner de relieve los problemas de conciencia del hombre de hoy”, según la wikipedia; es una de las principales obras del escritor francés nacido en Argelia a principios del siglo XX.
En la costa mediterránea al noroeste de Argelia se encuentra la ciudad de Orán, lugar que pasado por el filtro de la ficción de su autor albergará una epidemia de peste en la actualidad, en la década de los cuarenta. Desde las primeras apariciones de las ratas muertas y los desconcertantes síntomas en humanos, la novela se torna una radiografía muy veraz del avance de la enfermedad por un lado; y de la lucha exterior e interior que libran una serie de personajes corales, con nada más en común que su amistad, contra la epidemia y contra sus propios sentimientos.
Camus usa el recurso literario de una crónica verídica redactaba por un anónimo, de forma que el lector no sabe en ningún momento cuáles de los amigos sobrevivirán o no y quién será el que quede para dejar por escrito lo que se está contando, si acaso no se trata de un texto póstumo. Teniendo en cuenta que el francés se toma muy en serio que esta serie de personajes se le hagan indispensables al lector tras el pasar de las páginas, pronto éste quedará subyugado por la emoción y la incertidumbre que produce el no saber quién sobrevivirá a la tan temida peste. Las condiciones climáticas juegan un papel tan importante como los sentimientos de los implicados en la escritura de Camus.
Con la declaración oficial de la peste, quedan encerrados en Orán bajo toque de queda cientos de personas, entre las que destacan el médico Rieux y sus compañeros, de muy diferentes orígenes y profesiones. Con el devenir de los días, las prohibiciones de las autoridades van intensificándose, las muertes se multiplican por doquier y las almas humanas empiezan a tambalearse seriamente. Es aquí cuando empieza a ocurrir una transformación asombrosa y donde la capacidad humana de sobreponerse a cualquier percance se pone de manifiesto; cuando los grupos de hombres comienzan a organizarse para ayudar a combatir la enfermedad, lo único importante en sus vidas de repente, separados de sus seres queridos ya sea por la muerte, por los pabellones de aislamiento o por kilómetros de distancia infranqueables si algún pariente se encontraba fuera de la ciudad en el momento de la clausura de las puertas.
Al mismo tiempo Camus hace un esfuerzo por plasmar sus ideas más íntimas sobre el amor, la religión o los ideales que guían al hombre, del todo innecesarios según la opinión del autor. Lo que se vino a llamar teoría del absurdo, ya que una vez que el hombre se enfrenta a ello, la peste en este caso, no le queda nada más que su individualidad y el ejercicio responsable de ella, ayudándose lo unos a los otros en pos de un bien común. Y es que poco a poco, conforme van pasando los días en la ciudad sitiada, nada queda salvo la peste. Muy interesantes el personaje del sacerdote católico y los dilemas morales a los que se enfrenta el buen y desbordado doctor, ambos secundados por los demás actores de este drama: un fugitivo de la justicia al que la enfermedad solo trae beneficios; un periodista de paso alejado de lo único que le importa, el amor de su vida; un anciano que busca con anhelo la perfección en sus escritor y papeles.
Hay mucha tragedia en esta novela, pero al mismo tiempo cierto toque esperanzador, cierta fe en la condición humana. Pero como todas las grandes novelas, incluso como la otra obra maestra de Camus, El extranjero; está sujeta a muchas y variadas interpretaciones por parte de quien se acerque a ella.
En mi caso me ha parecido una lectura absorbente de un escritor muy marcado por la época de guerras que le tocó vivir, que posee una escritura poderosa que no deja indiferente y una capacidad extraordinaria para radiografiar el alma humana en eterno conflicto, al borde del precipicio y enfrentada a un mal mayor y a priori insuperable. Esta historia de supervivencia, donde la mayoría se quedan en el camino, que posee también grandes dosis de compañerismo y humanidad. Tal como se comenta en muchos momentos de la narración, se trata de una crónica de un hecho singular, de unos hombres enfrentados a su destino, da igual que su enemigo sea una enfermedad mortal y altamente contagiosa, una ideología o un ejército invasor. Al final solo queda el hombre tal y como es.



Muy bune libro, muy buena reflexión sobre lo que el hombre puede hacer contra la naturaleza. Me gusta mucho esta parte en la que dice
ResponderEliminar"A Tarrou, que reconocía haberle oído predecir una desgracia, pero que le recordaba su idea del temblor de tierra, le decía: “¡Ah, si fuera un temblor de tierra! Una buena sacudida y no se habla más del caso… se cuentan los muertos y los vivos y asunto concluido. ¡Mientras que esa porquería de enfermedad! Hasta los que no la tienen parecen llevarla en el corazón”.
La verdad es que es un libro sobre el que se pueden sacar muchos temas interesantes.
ResponderEliminarPara hablar y no parar.