Publicada en el año 2000, se hizo con el Premio Nadal otorgado por Ediciones Destino y por lo tanto perteneciente en realidad a Planeta -desde hace un par de décadas más o menos-. Curiosamente, en 1997 el propio Silva quedó segundo con su novela La flaqueza del bolchevique, una gran historia de la que también existe una adaptación cinematográfica protagonizada por Luis Tosar y María Valverde, en su debut en el cine creo recordar.
Y uso el término también porque de la novela que nos ocupa se realizó una película en 2002 que incluso tuvo un par de nominaciones a los Goya.
Siguiendo con el juego de fechas, fue en 1998 cuando Silva inició su personal saga de género negro protagonizada por una pareja de la Guardia Civil: Bevilacqua y Chamorro, cuya primera aventura juntos se tituló El lejano país de los estanques. Además de otras cualidades, hay que reconocerle el autor que tiene cierto don para los títulos de sus novelas.
En el libro que nos ocupa, un cadáver aparece desnudo en una curiosa posición sexual en un motel cerca de Guadalajara. A priori es difícil discernir si se trata de una muerte natural en pleno acto desenfrenado o de un asesinato. El sargento Bevilacqua y su fiel compañera la guardia Chamorro llevan ya un año juntos enfrentándose a los más diversos crímenes en la Unidad Operativa, pero ahora no las tienen todas consigo.
Silva teje una tela de araña de lo más interesante, que se va extendiendo en el tiempo y moviendo por diferentes sitios de la orografía española: de Guadalajara a Madrid, pasando por Málaga y la Costa del Sol. Y es que si el estilo de Silva es desenfadado y claro a la hora de narrar, sus tejemanejes detectivescos van complicando la ecuación poco a poco, llegando a relacionar temas tan dispares como la energía nuclear –la víctima trabaja de ingeniero en una central cercana-, la prostitución de lujo proveniente de países del este o la corrupción urbanística. Con tantos ingredientes bien diferentes se podría apostar por una trama compleja, pero no es así. El autor se las apaña, con su sencillez habitual y un fino sentido del humor y gracias a lo narrado en primera persona por el sargento Vila, veterano de la Guardia Civil, psicólogo frustrado de profesión; para llevar al lector de forma rápida y amena por un caso que no es tal, lleno de personajes que no son lo que parecen y situaciones cotidianas que al mismo tiempo tienen una segunda lectura.
En comparación con su debut en el género, El alquimista impaciente supera a su predecesora: es más compleja y su final –auténtica piedra de toque de toda novela de género negro- no es sólo adecuado sino incluso sorprendente. Tengo que reconocer que, mientras todo lo que rodeaba al personaje de un viejo constructor sin pelos en la lengua me lo olí, no llegué a vislumbrar el auténtico kit de la cuestión. Y eso es algo que hay que agradecer a la pericia del autor.
Silva nos ofrece una historia muy actual en el panorama que tenemos en nuestro país –por desgracia- protagonizada por una pareja atípica de investigadores, hombre y mujer y de la Guardia Civil; con lo que se añade un cierto toque de tensión sexual no resuelta, de momento muy inocente pero que promete ir poniéndose más interesante en el futuro.
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| Fotograma de la película |


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