Una de las películas más enigmáticas del cine americano
reciente, que ha pasado por varias etapas desde su estreno en el año 2000. Sin
duda la mejor obra de su director, cuya carrera en Hollywood es todo un poema:
de conocer el éxito inmediato con su opera prima e ir trabajando con los
mejores actores del panorama a ir languideciendo a ojos de la crítica y del
aficionado, que le ha dado la espalda. Sus últimas producciones, fieles a su
estilo, no han sido todo lo buenas que se esperaban y la taquilla no perdona.
Ahora vive un momento de olvido en el que se espera anuncie su siguiente
proyecto, siendo muchas las esperanzas que tienen sus fieles seguidores de que
se trate definitivamente de la tan rumoreada continuación de El protegido.
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El director de origen indio creció en Filadelfia. Fan
confeso de Spielberg, ha basado su éxito en un estilo de guión y dirección muy
personal, donde prima el suspense y un ritmo sosegado, necesario para crear los
climas necesarios con los que pretende atrapar al espectador y luego
sorprenderle.
Con un par de películas anteriores al año 1999 que no he
visto y el guión de Stuart Little,
Shyamalan vivió su mayor éxito con el estreno de El sexto sentido, protagonizada por Bruce Willis y un joven niño
(Haley Joel Ostmen) que llevaba la actuación en la sangre. En mi opinión se
trataba de una película efectista y efectiva, que manejaba bien algunas
situaciones de tensión pero que no evitaba recurrir a algunos tópicos como
sustos provocados por subidas de volumen inesperadas. Gran parte de su éxito
estaba basado en la sorpresa y el giro de tuerca final, del que se habló mucho y
que a mí me pareció algo tramposo. Pero con dos nominaciones a los Oscar debajo
del brazo y siendo la segunda película con mayor recaudación el año de su
estreno, a Shyamalan se le abrieron los cielos de Hollywood, que le permitió
prolongar su éxito varios años con El
protegido (2000) y Señales, donde
se convirtió en el guionista mejor pagado de la industria. Sin contar que
rechazó realizar el guión de la cuarta aventura de Indiana Jones y la dirección del tercer capítulo de la saga de Harry Potter.
Desde entonces la carrera del director, guionista y
productor indio no ha sido la misma. Sus siguientes trabajos dejaron mucho que
desear, pese a seguir contando con grandes actores delante de las cámaras. El bosque (2004) ya supuso un jarro de
agua fría y hay que tener una seguridad muy grande para estrenar una historia
como la de La joven del agua (2006).
Quizás acuciado por las presiones externas, que le exigían un cine más
comercial que le permitiera triunfar en taquilla Shyamalan rodó su peor
película: El incidente (2008). En el
2010 lo volvió a intentar con una superproducción de efectos especiales basada
en una famosa serie de dibujos animados, The
Last Airbender, pensada como una trilogía y cuyo rechazo por parte del
público hizo que se quedará en una entretenida película de aventuras con
algunas lagunas. Desde entonces Shyamalan no ha vuelto a rodar, aunque ha dado
salida como productor a otros directores con La trampa del mal (2010) con un tipo de historia muy suyo.
Pero si nos transportamos a principios de siglo, Shyamalan
está en uno de sus mejores momentos y decide llevar a cabo un proyecto muy
personal donde el comic-book americano, su cultura y sus héroes jugarán un
papel esencial.
Ante todo hay que prevenir a los posibles interesados que El protegido no se trata de una película
de superhéroes al uso. Apenas hay acción en su metraje, ni comedia. Es a través
del drama y de una casi perfecta comprensión de la esencia del superhéroe
americano que el director va a contarnos la historia de David Dunn y Elijah
Price. Para ello va a hacer uso de un ritmo pausado, de planos largos y de
diálogos elaborados, llenos de significado y con apenas cortes. Y con una serie
de encuadres y puntos de vista en verdad llamativos.
Apenas terminado el rodaje de El sexto sentido, el director se aproximó a Bruce Willis y le
convenció de volver a trabajar juntos, dando vida a un guarda de seguridad de
un estadio de futbol americano, David Dunn, único superviviente de un accidente
de tren en el que fallecen más de cien personas. La ciudad es Filadelfia, donde
suele rodar el director y la productora encargada es la Disney. Con unos 75
millones de dólares de presupuesto, Shyamalan se reserva la silla de director,
el guión y la producción y le sobra para contratar a Samuel L. Jackson -como
Elijah Price-, a Robin Wright Penn como la mujer de Dunn y hacerse con los
servicios de profesionales contrastados en el apartado técnico como el
portugués Eduardo Serra en la fotografía o el compositor James Newton Howard,
que crea una de sus partituras más íntimas y preciosas.
Estos son los pilares básicos en los que se asienta la
película: un guión cuidado al milímetro que deja el espacio justo a sus actores
para que se luzcan, siendo el mejor parado un Samuel L. Jackson que realiza una
de sus mejores interpretaciones y un ambiente de sombras, algo triste quizás,
creado por el uso de la cámara y la ayuda de la fotografía y el acompañamiento
musical de Howard.
El comienzo de la película es muy difícil de superar. Unas
impresiones en la pantalla nos cuentan unos datos a priori irrelevantes sobre
el mercado americano del comic-book, para dar paso a una secuencia en la que
asistimos a un nacimiento algo complicado de un niño que arrastra un grave
problema. No sabemos qué es, pero en muy pocos minutos el director ha sabido
hacerse con la atención del espectador y sembrar las primeras semillas de
tensión y de que algo raro puede pasar. Lo siguiente que vemos es a Willis que
intenta ligarse a su compañera de asiento en el tren –tras esconder su anillo
de casado, algo que con muy poco nos indica que su matrimonio no va
especialmente bien-. No hay cambio de plano mientras duran los créditos y
cuando finalmente acaban parece que algo raro ocurre en el tren. Shyamalan
decide ahorrarse el accidente mortal del tren, a la entrada de Filadelfia, para
pasar directamente al despertar de David en el hospital. La escena con una
cámara casi fija en la que un médico interroga a Willis al fondo de la sala
mientras un superviviente agoniza en primer plano es muy dura y muy grande al
mismo tiempo, finalizando la presentación de personajes cuando su mujer y su
hijo –diez años tendrá el chaval- acuden a recogerlo al hospital.
Parece que la cosa se relaja un poco cuando David recibe una
invitación a una galería de arte especializada en cómics, donde se nos presenta
a Elijah Price: un hombre con una extraña enfermedad genética que hace que sus
huesos sean como el cristal y que cualquier golpe o mínimo accidente acabe en
tragedia para él. Además es un hombre consagrado a una cruzada personal:
encontrar a alguien que sea su opuesto y que represente esa invulnerabilidad y
sentido de la justicia que ha aprendido a amar en los comic-books. Los diálogos
de Jackson y sus teorías que analizan la realidad a través del mundo de las
viñetas no tienen desperdicio y es sin duda el centro de atención cada vez que
aparece en pantalla.
La elección de los actores es acertada. Willis venía de un
momento de popularidad grande y se ocupa de un personaje callado, que emana
tristeza en cada plano. Parece desubicado en el mundo, habla poco y apenas alza
la voz salvo en una ocasión en que su propio hijo amenaza con dispararle a
quemarropa. Muy alejado de sus personajes más carismáticos y parlanchines (La jungla de cristal, El último boy scout) y absolutamente
nada que ver con el actual actor que aparece en películas mediocres como RED, Los sustitutos, Algo pasa en Hollywood
o Vaya par de polis, vistas en este blog. La interpretación de Willis ayuda
a hacer creíble la difícil relación familiar que vive con su hijo y con su
esposa, de la que se siente distante –son pocos los diálogos de Penn (siempre La princesa prometida) pero ayudan
mucho a delimitar las circunstancias personales del personaje de David, cuya
vida pudo haber sido bien diferente si no hubiese renunciado a sus sueños por
amor. Porque hay una tierna historia de amor subyacente en la película, pese a
que el tono inicial de tristeza nos lleve a pensar que la cosa irá por otros
derroteros.
Pero como ya he mencionado antes, la película es de Jackson
(en este blog The Spirit, Los otros dos y las adaptaciones de la
Marvel) que compone un personaje carismático, inteligente, amante del arte
secuencial hasta sus últimas consecuencias y torturado por su condición física,
que lo ha lastrado toda la vida y que lo ha colocado en un lugar en el que no
se siente cómodo, al que cree que no pertenece. La idea de buscar una identidad
propia, un destino, una razón para la existencia está muy presente en las
líneas generales de este personaje.
A raíz del encuentro de ambos, Dunn y Price comienzan una
relación extraña al principio pero que podría tildarse de amistad, sobre todo
al final. Price todavía tiene una teoría que probar, por muy descabellada que esta sea. Para eso
seguirá a Dunn a su trabajo, se entrevistará con su mujer e intentará sonsacar
la información necesaria que le permita finalizar la búsqueda de su vida.
Aunque la película se resiente un poco de esta parte central
en su ritmo (la secuencia en que Willis levanta pesas es un claro ejemplo de
ello), Shyamalan nos obsequia con algunas secuencias interesantes, como la
persecución de Price de un desconocido o el momento de tensión en que el hijo
de Dunn se hace con la pistola de su padre. Los colores juegan un papel
fundamental, tanto como las explicaciones de Price sobre el origen y motivación
del héroe –siempre morado para Jackson, su color favorito que consiguió meter
incluso en Star Wars-.
El paulatino autodescubrimiento de Dunn coincidirá con un
fortalecimiento en la relación con su esposa e hijo. Tras mirar dentro de sí
mismo y aceptar algunas de las decisiones de su pasado, el consejo final de su
ahora amigo Elijah nos llevará a los momentos culminantes de la película: el
momento en la estación en el que se cruza con diferentes personas –otra vez un
uso muy acertado de los colores-, el acto heroico puro y la complicidad final
con su propio hijo.
De nuevo Shyamalan recurre a un final sorpresa, a un giro de
guión inesperado. Pero esta vez la cosa encaja como si de una maquinaria de
reloj suizo se tratara. Si ya ha aparecido la debilidad del héroe –su propia
kriptonita-, ¿qué pasa con la necesaria némesis? Si existen los héroes,
¿existen también los villanos?
Lo más destacable de esta película es el retrato y análisis
del héroe típico de cómic, el superhombre que desde que Action Comics presentara a Superman ha ido evolucionando hasta
nuestros días. Shyamalan teje una buena historia a su alrededor y se rodea de
buenos profesionales para llevarla a cabo, que no fallan a la hora de cumplir
con su cometido. Se opta por el drama antes que por la acción o el thriller y
quizás sea ahí donde se puede apreciar algún fallo. Porque si bien la taquilla
respondió favorablemente, se trata de una película con todas las papeletas para
convertirse en cine de culto, con guerra incluida entre detractores y
admiradores. Y es que Shyamalan falla precisamente en su labor principal, de
manera que impide que su obra llegue a conseguir la coletilla de obra maestra.
El director abusa de su estilo y a veces pierde el control. Quiere hacer algo
bonito, contemplativo, donde los movimientos de cámara y los encuadres
destaquen; pero a veces no queda natural y sobre todo en la parte central de la
cinta se nota un descenso en la tensión y en el interés general, que se
recupera algo después –más o menos cuando empieza a llover-.
El final, aunque consecuente, no es tan impactante como el
de El sexto sentido. En mi opinión
funciona mucho mejor, pero es menos recordable.
Al parecer Shyamalan tenía en mente una trilogía que
analizaría la evolución del superhéroe en tres estados. El origen del mismo
sería esta primera parte, cuyo título en español no entiende la esencia de la
película ni su título original: Irrompible.
Ya ha habido varias conversaciones entre los principales artífices para llevar
a buen término la segunda parte, pero la cosa todavía anda lejos de
concretarse.
Tendremos que conformarnos con esta personal forma de
acercarse al mundo de los héroes y superhéroes de cómic, que tantos millones
están recaudando actualmente en taquilla con propuestos a un abismo de
distancia. Quizás no sea el mejor momento para continuar esta saga, a la espera
de un cada vez menos probable recuperación de Shyamalan de cara a su público
más crítico.
![]() |
| El director, en uno de sus habituales cameos |









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