miércoles, 19 de octubre de 2011

¿La mejor película de superhéroes?: El protegido, de M. Night Shyamalan


Una de las películas más enigmáticas del cine americano reciente, que ha pasado por varias etapas desde su estreno en el año 2000. Sin duda la mejor obra de su director, cuya carrera en Hollywood es todo un poema: de conocer el éxito inmediato con su opera prima e ir trabajando con los mejores actores del panorama a ir languideciendo a ojos de la crítica y del aficionado, que le ha dado la espalda. Sus últimas producciones, fieles a su estilo, no han sido todo lo buenas que se esperaban y la taquilla no perdona. Ahora vive un momento de olvido en el que se espera anuncie su siguiente proyecto, siendo muchas las esperanzas que tienen sus fieles seguidores de que se trate definitivamente de la tan rumoreada continuación de El protegido.

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El director de origen indio creció en Filadelfia. Fan confeso de Spielberg, ha basado su éxito en un estilo de guión y dirección muy personal, donde prima el suspense y un ritmo sosegado, necesario para crear los climas necesarios con los que pretende atrapar al espectador y luego sorprenderle.

Con un par de películas anteriores al año 1999 que no he visto y el guión de Stuart Little, Shyamalan vivió su mayor éxito con el estreno de El sexto sentido, protagonizada por Bruce Willis y un joven niño (Haley Joel Ostmen) que llevaba la actuación en la sangre. En mi opinión se trataba de una película efectista y efectiva, que manejaba bien algunas situaciones de tensión pero que no evitaba recurrir a algunos tópicos como sustos provocados por subidas de volumen inesperadas. Gran parte de su éxito estaba basado en la sorpresa y el giro de tuerca final, del que se habló mucho y que a mí me pareció algo tramposo. Pero con dos nominaciones a los Oscar debajo del brazo y siendo la segunda película con mayor recaudación el año de su estreno, a Shyamalan se le abrieron los cielos de Hollywood, que le permitió prolongar su éxito varios años con El protegido (2000) y Señales, donde se convirtió en el guionista mejor pagado de la industria. Sin contar que rechazó realizar el guión de la cuarta aventura de Indiana Jones y la dirección del tercer capítulo de la saga de Harry Potter.

Desde entonces la carrera del director, guionista y productor indio no ha sido la misma. Sus siguientes trabajos dejaron mucho que desear, pese a seguir contando con grandes actores delante de las cámaras. El bosque (2004) ya supuso un jarro de agua fría y hay que tener una seguridad muy grande para estrenar una historia como la de La joven del agua (2006). Quizás acuciado por las presiones externas, que le exigían un cine más comercial que le permitiera triunfar en taquilla Shyamalan rodó su peor película: El incidente (2008). En el 2010 lo volvió a intentar con una superproducción de efectos especiales basada en una famosa serie de dibujos animados, The Last Airbender, pensada como una trilogía y cuyo rechazo por parte del público hizo que se quedará en una entretenida película de aventuras con algunas lagunas. Desde entonces Shyamalan no ha vuelto a rodar, aunque ha dado salida como productor a otros directores con La trampa del mal (2010) con un tipo de historia muy suyo.

Pero si nos transportamos a principios de siglo, Shyamalan está en uno de sus mejores momentos y decide llevar a cabo un proyecto muy personal donde el comic-book americano, su cultura y sus héroes jugarán un papel esencial.

Ante todo hay que prevenir a los posibles interesados que El protegido no se trata de una película de superhéroes al uso. Apenas hay acción en su metraje, ni comedia. Es a través del drama y de una casi perfecta comprensión de la esencia del superhéroe americano que el director va a contarnos la historia de David Dunn y Elijah Price. Para ello va a hacer uso de un ritmo pausado, de planos largos y de diálogos elaborados, llenos de significado y con apenas cortes. Y con una serie de encuadres y puntos de vista en verdad llamativos.

Apenas terminado el rodaje de El sexto sentido, el director se aproximó a Bruce Willis y le convenció de volver a trabajar juntos, dando vida a un guarda de seguridad de un estadio de futbol americano, David Dunn, único superviviente de un accidente de tren en el que fallecen más de cien personas. La ciudad es Filadelfia, donde suele rodar el director y la productora encargada es la Disney. Con unos 75 millones de dólares de presupuesto, Shyamalan se reserva la silla de director, el guión y la producción y le sobra para contratar a Samuel L. Jackson -como Elijah Price-, a Robin Wright Penn como la mujer de Dunn y hacerse con los servicios de profesionales contrastados en el apartado técnico como el portugués Eduardo Serra en la fotografía o el compositor James Newton Howard, que crea una de sus partituras más íntimas y preciosas.

Estos son los pilares básicos en los que se asienta la película: un guión cuidado al milímetro que deja el espacio justo a sus actores para que se luzcan, siendo el mejor parado un Samuel L. Jackson que realiza una de sus mejores interpretaciones y un ambiente de sombras, algo triste quizás, creado por el uso de la cámara y la ayuda de la fotografía y el acompañamiento musical de Howard.

El comienzo de la película es muy difícil de superar. Unas impresiones en la pantalla nos cuentan unos datos a priori irrelevantes sobre el mercado americano del comic-book, para dar paso a una secuencia en la que asistimos a un nacimiento algo complicado de un niño que arrastra un grave problema. No sabemos qué es, pero en muy pocos minutos el director ha sabido hacerse con la atención del espectador y sembrar las primeras semillas de tensión y de que algo raro puede pasar. Lo siguiente que vemos es a Willis que intenta ligarse a su compañera de asiento en el tren –tras esconder su anillo de casado, algo que con muy poco nos indica que su matrimonio no va especialmente bien-. No hay cambio de plano mientras duran los créditos y cuando finalmente acaban parece que algo raro ocurre en el tren. Shyamalan decide ahorrarse el accidente mortal del tren, a la entrada de Filadelfia, para pasar directamente al despertar de David en el hospital. La escena con una cámara casi fija en la que un médico interroga a Willis al fondo de la sala mientras un superviviente agoniza en primer plano es muy dura y muy grande al mismo tiempo, finalizando la presentación de personajes cuando su mujer y su hijo –diez años tendrá el chaval- acuden a recogerlo al hospital.

Parece que la cosa se relaja un poco cuando David recibe una invitación a una galería de arte especializada en cómics, donde se nos presenta a Elijah Price: un hombre con una extraña enfermedad genética que hace que sus huesos sean como el cristal y que cualquier golpe o mínimo accidente acabe en tragedia para él. Además es un hombre consagrado a una cruzada personal: encontrar a alguien que sea su opuesto y que represente esa invulnerabilidad y sentido de la justicia que ha aprendido a amar en los comic-books. Los diálogos de Jackson y sus teorías que analizan la realidad a través del mundo de las viñetas no tienen desperdicio y es sin duda el centro de atención cada vez que aparece en pantalla.

La elección de los actores es acertada. Willis venía de un momento de popularidad grande y se ocupa de un personaje callado, que emana tristeza en cada plano. Parece desubicado en el mundo, habla poco y apenas alza la voz salvo en una ocasión en que su propio hijo amenaza con dispararle a quemarropa. Muy alejado de sus personajes más carismáticos y parlanchines (La jungla de cristal, El último boy scout) y absolutamente nada que ver con el actual actor que aparece en películas mediocres como RED, Los sustitutos, Algo pasa en Hollywood o Vaya par de polis, vistas en este blog. La interpretación de Willis ayuda a hacer creíble la difícil relación familiar que vive con su hijo y con su esposa, de la que se siente distante –son pocos los diálogos de Penn (siempre La princesa prometida) pero ayudan mucho a delimitar las circunstancias personales del personaje de David, cuya vida pudo haber sido bien diferente si no hubiese renunciado a sus sueños por amor. Porque hay una tierna historia de amor subyacente en la película, pese a que el tono inicial de tristeza nos lleve a pensar que la cosa irá por otros derroteros.

Pero como ya he mencionado antes, la película es de Jackson (en este blog The Spirit, Los otros dos y las adaptaciones de la Marvel) que compone un personaje carismático, inteligente, amante del arte secuencial hasta sus últimas consecuencias y torturado por su condición física, que lo ha lastrado toda la vida y que lo ha colocado en un lugar en el que no se siente cómodo, al que cree que no pertenece. La idea de buscar una identidad propia, un destino, una razón para la existencia está muy presente en las líneas generales de este personaje.

A raíz del encuentro de ambos, Dunn y Price comienzan una relación extraña al principio pero que podría tildarse de amistad, sobre todo al final. Price todavía tiene una teoría que probar, por  muy descabellada que esta sea. Para eso seguirá a Dunn a su trabajo, se entrevistará con su mujer e intentará sonsacar la información necesaria que le permita finalizar la búsqueda de su vida.

Aunque la película se resiente un poco de esta parte central en su ritmo (la secuencia en que Willis levanta pesas es un claro ejemplo de ello), Shyamalan nos obsequia con algunas secuencias interesantes, como la persecución de Price de un desconocido o el momento de tensión en que el hijo de Dunn se hace con la pistola de su padre. Los colores juegan un papel fundamental, tanto como las explicaciones de Price sobre el origen y motivación del héroe –siempre morado para Jackson, su color favorito que consiguió meter incluso en Star Wars-.

El paulatino autodescubrimiento de Dunn coincidirá con un fortalecimiento en la relación con su esposa e hijo. Tras mirar dentro de sí mismo y aceptar algunas de las decisiones de su pasado, el consejo final de su ahora amigo Elijah nos llevará a los momentos culminantes de la película: el momento en la estación en el que se cruza con diferentes personas –otra vez un uso muy acertado de los colores-, el acto heroico puro y la complicidad final con su propio hijo.

De nuevo Shyamalan recurre a un final sorpresa, a un giro de guión inesperado. Pero esta vez la cosa encaja como si de una maquinaria de reloj suizo se tratara. Si ya ha aparecido la debilidad del héroe –su propia kriptonita-, ¿qué pasa con la necesaria némesis? Si existen los héroes, ¿existen también los villanos?

Lo más destacable de esta película es el retrato y análisis del héroe típico de cómic, el superhombre que desde que Action Comics presentara a Superman ha ido evolucionando hasta nuestros días. Shyamalan teje una buena historia a su alrededor y se rodea de buenos profesionales para llevarla a cabo, que no fallan a la hora de cumplir con su cometido. Se opta por el drama antes que por la acción o el thriller y quizás sea ahí donde se puede apreciar algún fallo. Porque si bien la taquilla respondió favorablemente, se trata de una película con todas las papeletas para convertirse en cine de culto, con guerra incluida entre detractores y admiradores. Y es que Shyamalan falla precisamente en su labor principal, de manera que impide que su obra llegue a conseguir la coletilla de obra maestra. El director abusa de su estilo y a veces pierde el control. Quiere hacer algo bonito, contemplativo, donde los movimientos de cámara y los encuadres destaquen; pero a veces no queda natural y sobre todo en la parte central de la cinta se nota un descenso en la tensión y en el interés general, que se recupera algo después –más o menos cuando empieza a llover-.

El final, aunque consecuente, no es tan impactante como el de El sexto sentido. En mi opinión funciona mucho mejor, pero es menos recordable.

Al parecer Shyamalan tenía en mente una trilogía que analizaría la evolución del superhéroe en tres estados. El origen del mismo sería esta primera parte, cuyo título en español no entiende la esencia de la película ni su título original: Irrompible. Ya ha habido varias conversaciones entre los principales artífices para llevar a buen término la segunda parte, pero la cosa todavía anda lejos de concretarse.

Tendremos que conformarnos con esta personal forma de acercarse al mundo de los héroes y superhéroes de cómic, que tantos millones están recaudando actualmente en taquilla con propuestos a un abismo de distancia. Quizás no sea el mejor momento para continuar esta saga, a la espera de un cada vez menos probable recuperación de Shyamalan de cara a su público más crítico. 
El director, en uno de sus habituales cameos

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