martes, 25 de octubre de 2011

Margin Call, de J. C. Chandor


En el año 2008 dio comienzo una de las peores crisis financieras de la historia del capitalismo, cuyas consecuencias todavía están lejos de desaparecer. El cine de Hollywood, siempre atento a las modas imperantes y a los temas más candentes de actualidad, nunca deja pasar este tipo de oportunidades de llevar a la gran pantalla diferentes historias ambientadas de forma que pueda atraer al público curioso. Como ya pasara en los momentos más importantes de su historia, la industria norteamericana no ha dejado que la crisis se enfríe cuando ya está produciendo historias sobre ella: reveladores documentales como Inside Job, insulsas comedias con un marcado tono optimista y algo manipulador, como la reciente Larry Crowe; o a medio camino entre el drama y el renacer de la esperanza, como era The Company Men.

Ahora nos llega una producción que, refugiada en su origen independiente, se atreve a narrar una tensa historia en las horas previas a la caída de uno de los más poderosos bancos de inversión norteamericanos, aquel que si bien no lo empezó todo sí fue el que dio la voz de alarma en todo el mundo.

Tras su paso por Berlín y Sundance, la opera prima de su director y guionista ha conseguido llamar la atención del gran público y de la crítica, apoyándose en uno de los repartos más sólidos que se recuerdan donde las charlas financieras y los diálogos cínicos suenan como nunca antes. Es poco probable no acordarse de una obra de teatro cuando se visiona esta película, ya que tanto su cronología como su localización física son limitadas. Por parte de su director, sabe mantener la tensión cuando es necesario, los momentos intimistas no rompen el ritmo y además hay algunas buenas ideas. Me ha encantado cómo, cuando se descubre el pastel, éste va subiendo en la escala de poder de la empresa al mismo tiempo que vamos descubriendo nuevas caras de grandes actores detrás, esperando quién será el siguiente. Como una gran secuencia de fichas de dominó que van empujándose unas a otras, todo comienza con una de las más pequeñas, justo cuando tiene lugar en una importante empresa financiera de inversión una “limpieza” de puestos de trabajo. Los elegidos son aquellos que se quedarán un día más trabajando y Eric Dale no es uno de ellos. El gran Stanley Tucci (The Lovely Bones, Algo pasa en Hollywood) hace  mucho con muy poco y su marcha a la fuerza de la compañía propicia que su trabajo caiga en manos de su pupilo Peter Sullivan, el cual destapará la caja de Pandora. Zachary Quinto no solo convence al lado de tantos pesos pesados de la interpretación, sino que se encuentra detrás de la productora encargada de la película: “Before The Door Pictures”. Lejos de sus anteriores papeles en Heroes o Star Trek, ahora se codea junto a Penn Badgley, promesa salido de Gossip Girl y el eslabón más débil del reparto.

Los mejores diálogos y la actitud más cínica se la reserva el jefe de ambos, un Paul Bettany al que se agradece que deje de lado esas superproducciones de acción y efectos especiales donde pese a tener el papel protagonista no hace más que malgastar su talento.

Seguimos subiendo en la cadena alimenticia y nos encontramos ya con uno de los pesos pesados de la compañía, que se da perfecta cuenta de la situación límite en la que se encuentra su empleador. Kevin Spacey es sin duda lo mejor de una película con una media muy alta, con los mejores momentos de drama y tensión. Alejado de las comedias a las que se había dedicado últimamente, como Cómo acabar con tu jefe o Los hombres que miraban fijamente a las cabras. Una lucha moral que tendrá lugar en varios frentes: primero frente a sus teóricos superiores, en los cuerpos de Simon Baker, al que le costará separarse de su papel televisivo de El mentalista, pero que tiene buena experiencia en el cine (El demonio bajo la piel, L. A. Confidential) y en el de Demi Moore (Mr. Brooks), espectacular con cada nueva aparición en pantalla grande.

Haciendo tiempo hasta la aparición del mandamás, una persona que gana 85 millones de dólares al año y que está tan por encima del resto que es capaz de cualquier cosa. Jeremy Irons se toma un descanso del rodaje de Los Borgia –también aparecía en Appaloosa- para clavar al magnate dueño de la compañía, el cual iniciará las maniobras que tendrán mucho que ver en la crisis financiera consecuente.

Lo dicho: un reparto espectacular para un director que saca buen provecho de ellos y que no teme presentarlos como unos cínicos ambiciosos, tiburones de Wall Street dispuestos a cualquier cosa por el dinero. Es difícil hacer interesante una película de hora y media de gente hablando, pero Chandor lo consigue en su debut y por muchos momentos, hasta emociona. Tema candente de actualidad que solo lo hace más interesante, una buena película para entender un poquito mejor cómo se inició todo esto. 

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