Cambio total de registro por parte de un director que ha
estado la mayor parte de su carrera especializado en comedias absurdas
protagonizadas por gente joven. Su reciente incursión en el policiaco con Vaya par de polis fue horrible, pese a
contar con un actor de sobra conocido como Bruce Willis –de su anterior
proyecto, Hacemos una porno, mejor
ni hablar-.
El caso es que cuando se anunció que Smith iba a rodar una
película, de nuevo dentro del circuito independiente donde se dio a conocer,
adscrita al género del thriller y del terror, mis expectativas se encontraban
por los suelos. Luego llegó el Festival
de Sitges y el Premio a Mejor Película y Mejor Actor. Toda una sorpresa que
venció mis reticencias iniciales y me impulsaron a verla, totalmente convencido
de que pasará bastante tiempo antes de que podemos verla editada de alguna
manera en España –es carne de DVD casi seguro-.
Y tras su visionado tengo que reconocerle al director el
cambio de registro, que no le ha salido mal, pero poco más. No me ha convencido
la película, creo que le sobran diálogos –otra vez, se trata de uno de los
fallos del también guionista, uno del que no aprende- y que el estilo de bajo
presupuesto no le acaba de funcionar del todo. En el fondo se trata de una
crítica descarnada tanto de los fundamentalistas religiosos norteamericanos –no
es la primera vez que Smith juega con el tema o ya puestos con la
homosexualidad- como de determinadas acciones de las agencias gubernamentales
de seguridad, cuyo comportamiento deja tanto que desear como el de los
sectarios habitantes de una mansión a las afueras, lugar donde se desarrolla
casi toda la trama.
Trama que por otro lado comienza como si de otra comedia de
adolescentes se tratara, con tres colegas que se disponen a tener sexo en grupo
con una madurita y que sin apenas darse cuenta acaban presos de una secta cuyas
intenciones no están nada claras. Es en estos momentos cuando Smith se pierde
en diálogos, sobre todo para concienciar al espectador de que están todos
chalados, algo que no hace falta. Entre los chavales destaca Kyle Gallner, con
un papel recurrente en Veronica Mars
y en Smallville. De los
fundamentalistas hay que mencionar al pastor interpretado por Michael Parks y a
una de sus feligresas, una sorprendente Melissa Leo (Frozen River, The Fighter).
Pero las sorpresas todavía no han acabado: si los chavales
tendrán que sobrevivir como puedan en el interior de la casona, en el exterior
el agente especial Keenan (John Goodman, En el centro de la tormenta) ha movilizado a un grupo de policías y agentes
para sitiar la casa y sus órdenes no son las que cabría esperar de un agente de
la ley. Por lo que la película pasa a convertirse en un tiroteo sin igual al
más puro estilo Asalto a la comisaríadel distrito 13, pero al revés.
Se trata de una película diferente, tanto para su autor como
para los aficionados al género o al cine más comercial. A mí no me ha acabado
de convencer porque se prima más la crítica y los diálogos frente a la acción o
al suspense, por lo que me aburrió un poco. Tampoco creo que Smith tenga un
especial pulso para el terror, por ejemplo.
En cualquier caso todavía anda peleándose por hallar métodos
alternativos de promoción y comercialización de su producto. Ya veremos si
alguien se atreve a hacerlo aquí en España.




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