viernes, 18 de noviembre de 2011

Red State, de Kevin Smith


Cambio total de registro por parte de un director que ha estado la mayor parte de su carrera especializado en comedias absurdas protagonizadas por gente joven. Su reciente incursión en el policiaco con Vaya par de polis fue horrible, pese a contar con un actor de sobra conocido como Bruce Willis –de su anterior proyecto, Hacemos una porno, mejor ni hablar-.

El caso es que cuando se anunció que Smith iba a rodar una película, de nuevo dentro del circuito independiente donde se dio a conocer, adscrita al género del thriller y del terror, mis expectativas se encontraban por los suelos. Luego llegó el Festival de Sitges y el Premio a Mejor Película y Mejor Actor. Toda una sorpresa que venció mis reticencias iniciales y me impulsaron a verla, totalmente convencido de que pasará bastante tiempo antes de que podemos verla editada de alguna manera en España –es carne de DVD casi seguro-.

Y tras su visionado tengo que reconocerle al director el cambio de registro, que no le ha salido mal, pero poco más. No me ha convencido la película, creo que le sobran diálogos –otra vez, se trata de uno de los fallos del también guionista, uno del que no aprende- y que el estilo de bajo presupuesto no le acaba de funcionar del todo. En el fondo se trata de una crítica descarnada tanto de los fundamentalistas religiosos norteamericanos –no es la primera vez que Smith juega con el tema o ya puestos con la homosexualidad- como de determinadas acciones de las agencias gubernamentales de seguridad, cuyo comportamiento deja tanto que desear como el de los sectarios habitantes de una mansión a las afueras, lugar donde se desarrolla casi toda la trama.

Trama que por otro lado comienza como si de otra comedia de adolescentes se tratara, con tres colegas que se disponen a tener sexo en grupo con una madurita y que sin apenas darse cuenta acaban presos de una secta cuyas intenciones no están nada claras. Es en estos momentos cuando Smith se pierde en diálogos, sobre todo para concienciar al espectador de que están todos chalados, algo que no hace falta. Entre los chavales destaca Kyle Gallner, con un papel recurrente en Veronica Mars y en Smallville. De los fundamentalistas hay que mencionar al pastor interpretado por Michael Parks y a una de sus feligresas, una sorprendente Melissa Leo (Frozen River, The Fighter).

Pero las sorpresas todavía no han acabado: si los chavales tendrán que sobrevivir como puedan en el interior de la casona, en el exterior el agente especial Keenan (John Goodman, En el centro de la tormenta) ha movilizado a un grupo de policías y agentes para sitiar la casa y sus órdenes no son las que cabría esperar de un agente de la ley. Por lo que la película pasa a convertirse en un tiroteo sin igual al más puro estilo Asalto a la comisaríadel distrito 13, pero al revés.

Se trata de una película diferente, tanto para su autor como para los aficionados al género o al cine más comercial. A mí no me ha acabado de convencer porque se prima más la crítica y los diálogos frente a la acción o al suspense, por lo que me aburrió un poco. Tampoco creo que Smith tenga un especial pulso para el terror, por ejemplo.

En cualquier caso todavía anda peleándose por hallar métodos alternativos de promoción y comercialización de su producto. Ya veremos si alguien se atreve a hacerlo aquí en España. 

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