Cuando El código Da Vinci se publica a principios del
Siglo XXI, no sólo se convierte en uno de los fenómenos editoriales más
destacados de los últimos años, sino que da pie a un estilo de novela basado en
el thriller y la aventura, con una gran cantidad de misterios y giros continuos
de guión, normalmente con ramificaciones en épocas pretéritas, de forma que
aunque la acción se desarrolle en el presente o, al menos, en una época
moderna, las revelaciones afectan al pasado del protagonista, del país o de la
mismísima humanidad, dependiendo de la ambición de su autor.
Cuando Matthew Pearl publica su primera novela en 2003, con
apenas 28 años, titulada El Club Dante, se le etiqueta como un autor al
estilo de El código Da Vinci, nada más lejos de la realidad y cuya
comparación no ha hecho más que perjudicarle.
Aunque las ventas de Pearl no sean nada desdeñables, sino
todo lo contrario, su estilo de escritura es bien distinto y no recurre al
golpe de efecto ni al engaño para con el lector. Podríamos definir a sus
novelas como ficciones o misterios históricos, pero ésta última parte es muy
importante, ya que en todo momento el autor demuestra la pasión y la erudición
que posee sobre los temas que trata. Tanto que, de hecho, acaba incluso
perjudicándose a sí mismo y entorpeciendo su propia historia.
Le ocurrió con El Club Dante, donde la identidad de
un asesino era revelada en las páginas finales con total indiferencia por parte
del autor; le ocurrió en su segunda novela, La sombra de Poe (2006),
donde también se planteaba un misterio cuya resolución no acaba de ser todo lo
satisfactoria que exigen las cánones de este tipo de libros. Y algo parecido
acaba de ocurrirle con su último trabajo.
El último Dickens ve la luz en 2009 y contiene lo
mejor de la literatura del autor neoyorquino: un misterio que se mueve en un
ambiente descrito a la perfección, en este caso la ciudad de Boston y de
Londres a finales de la década de los 60 del siglo XIX, así como una breve
historia que transcurre en paralelo a la principal y que se desarrolla en la
India, en las colonias británicas. A todo eso hay que sumarle el marcado drama
literario al que nos tiene acostumbrados y que es la única razón por la que
continúo siguiendo al autor tras una serie de trabajos correctos pero para nada
destacables. Si en su primera novela el protagonista era un escritor, poeta y
traductor de Dante, nada más y nada menos que Longfellow; y en la segundo la
figura de Poe se investigaba hasta acabar desentrañando su misteriosa muerte;
ahora es Charles Dickens y su último trabajo inacabado, El misterio de Edwin
Drood.
La novela se puede dividir en tres partes de forma clara: el
viaje que realiza el famoso escritor por Nueva York para promocionar sus
libros, realizando una serie de lecturas públicas, que tiene lugar unos años
antes de los hechos principales; el trabajo como policía en la India que
desempeña uno de sus hijos y las aventuras y desventuras de James Osggod,
editor de la ciudad de Boston, que ya aparecía en El Club Dante y que
deberá, tras la muerte del inglés, hacer todo lo posible por esclarecer su
última novela y el misterio que guardan sus páginas.
Una vez más sorprende el cariño y la dedicación que siente
Pearl no solo hacia autores de la talla de Dickens, sino a aquellos que hacen
de su vida la impresión y divulgación de sus obras, así como de los aficionados
que convirtieron al primero en toda una estrella mediática y en un superventas.
Pearl describe los vericuetos de la edición, la lucha encarnizada en un país
donde los derechos de autor brillan por su ausencia, el papel de los bucaneros,
la rápida y mortal influencia, cada vez mayor, del opio y en definitiva una
recreación histórica muy certera y con una pinta veraz enorme. Hay mucho
detalle y mucha anécdota y en verdad cualquier aficionado tanto a la literatura
en general como a Dickens en particular disfrutará con esta novela.
Por desgracia Pearl no consigue dar con la tecla del
novelista, una vez dominado su papel de divulgador y erudito. Las tres
historias que se cuentan no acaban de estar bien niveladas y gozan de una
importancia desigual. De hecho una de ellas podría haber desaparecido
totalmente y una segunda haberse acortado mucho y el resultado final no
cambiaría un ápice. A la trama principal, con historia de amor de por medio que
esta vez sí añade, le ocurre un poco como a sus anteriores novelas, si bien no
de forma tan marcada: la historia se desarrolla de forma poco emocionante y al
desenlace le falta fuerza. Uno no tiene la sensación de que no pueda dejar de
leer en ningún momento y al final queda todo bastante descafeinado. En un
escritor novel se puede disculpar, pero para alguien que ya lleva tres bestsellers
publicados la cosa empieza a ser preocupante.
Aun así recomiendo esta historia por su perfil literario,
pese a que el peso del drama y del thriller no sea nada del otro mundo y cuyo
misterio central se resuelva de forma un tanto tópica. El ambiente de la época
está muy bien descrito y ya con eso puede valer la pena esta lectura ligera. No
todo va a ser obras maestras.


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