Un encargo difícil el que ha llevado acabo el director de
origen israelí –antes crítico de cine de reconocido prestigio e integrante de
las Fuerzas Armadas estadounidenses- que también se encarga de este guión basado
en una obra maestra del cine que se estrenó en 1971 y que tenía de principal
artífice a Sam Peckinpah.
Algunas películas, simplemente, nunca deberían ser objeto de
un remake, de igual forma que hay canciones que nunca deberían versionarse.
Cuando Peckinpah estrenó Perros de paja
levantó un revuelo considerable, ante un público que no estaba acostumbrado a
sus excesos con la cámara, a su tratamiento real y crudo de la violencia o de
la sexualidad, ni que estaba preparado para enfrentarse a una historia de la
profundidad y crudeza que se le presentaba.
Hoy en día estamos más hechos a la violencia sin sentido y
hemos visionado mil y una veces escenas desagradables en la gran pantalla de
toda clase. Rod Lurie no consigue innovar ni golpear al espectador como lo hizo
en su día Peckinpah y el resultado final es mucho más blando. No hay nada de la
ambigüedad moral que había en la original, ni de su tensión ni miedo. Se trata
de una actualización a los tiempos que corren, cambiando algún que otro detalle
aquí y allí –el protagonista antes era un matemático, ahora un escritor- y poco
más. Ni la pareja de casados recién llegados al pueblo interpretados por James
Marsden y Kate Bosworth son comparables a Dustin Hoffman y Susan George, aunque
tengo que reconocer que hacia el final Marsden me convenció con esa pinta de
pringado capaz de las más increíbles decisiones.
En el lado de los lugareños que disfrutan haciéndole la vida
imposible al extranjero pijo que viene de la ciudad destaca Alexander
Skarsgard, en pleno auge de su carrera (True Blood, 13, Generation Kill) bien acompañado por alguna cara conocida como
la de Dominic Purcell (Prison Break)
y liderado por un de nuevo sobreactuado
James Woods, pero carismático como siempre.
La historia incluso es lo de menos, algo tópica en sus
inicios con chico nuevo que llega al pueblo de la mano de una de sus
integrantes, que logró marcharse y ahora vuelve a casa, provocando el
enfrentamiento con los lugareños. El director no logra la tensión creciente y
necesaria para que el final sea de verdadero impacto, pero al menos añade algo
de pulso a la última secuencia de la película. No lo suficiente para hacer este
remake necesario, pero al menos evita que los espectadores salgan desencantados
del cine.
Por último, si alguien quiere acercarse a una versión muy
personal de esta historia, en clave moderna y mucho más interesante, le
recomendaría The Backwoods, o Bosque de sombras. Y sí, se trata de una
película española, pese a contar con Gary Oldman en el papel principal.



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