El último trabajo del polémico director de origen francés
puede parecer atípico en su filmografía, pero se trata en realidad de una
muestra muy concreta de su buen hacer, sobre todo en la dirección de actores y
en la realización. Han sido innumerables las alabanzas ante esta película, una
adaptación de una obra de teatro francesa estrenada en los escenarios en 2008
–a España también llegó al poco tiempo-. Su creadora original, la francesa
Yasmine Reza, ha colaborado personalmente en el guión de la película junto con
el director, que cuenta además de con un espectacular reparto con la música de
Alexandre Desplat, uno de los compositores más en forma del momento (Harry Potter, El discurso del rey o Benjamin Button son claros ejemplos de
ello vistos en este blog).
Polanski apuesta por un único escenario a excepción del
prólogo y el epílogo, que tienen lugar en un parque de Nueva York con vistas al
puente de Brooklyn. Aunque la historia está ambientada en la ciudad
norteamericana, está claro que no se pudo grabar allí, sino en París, con un
único escenario y sin ninguna elipsis narrativa. Es decir, que Polanski rueda
en tiempo real y lo que vemos en la pantalla transcurre en los escuetos 80
minutos que dura el metraje de la película. El lugar no es otro que el apartamento
de una típica familia del montón que acaban de invitar a los padres de un chico
que ha pegado a su primogénito con un palo en la cara, ocasionándole alguna
lesión y la pérdida de algún diente. Polanski analizará en poco tiempo el lento
pero constante devenir de una cordialidad y amabilidad necesarias para resolver
el problema a una serie de discusiones y enfrentamientos cuando los prejuicios
de cada uno salten y ya solo quede el orgullo y formas de ver la vida
completamente diferentes, incluso dentro del propio matrimonio. Poco tiempo,
sí, pero da tiempo a mucho y el espectador puede contar con que saldrá con una
idea un tanto acertada de las personalidades de estos cuatro individuos que,
con un ojo envidiable, Polanski ha sabido dirigir para que ninguno de los
grandes actores que vemos en pantalla destaque sobre el resto, algo que a
priori se me antoja dificilísimo. Si ante el duelo interpretativo de las
oscarizadas Jodie Foster y Kate Winslet (Contagio,
Revolutionary Road) podía haber menos dudas, entre Christoph Waltz (Malditos bastardos) y John C. Reilly (El circo de los extraños) parecía que
la cosa iba a decantarse por el primero, pero nada más lejos de la verdad.
Todos están muy bien en su papel y hay un auténtico equilibrio entre sus
personajes y sus actuaciones, mérito sin duda de los estupendos intérpretes y
del director.
Una película alejada de su anterior trabajo (El escritor) pero que sirve igual para
contemplar todo el cine y el arte que posee Polanski, que con muy poco hace
mucho y con la más sencillo entrega una obra muy digna y con muchos puntos de
interés.


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