Cornish es un cómico británico apegado a la televisión donde
ha realizado diferentes shows y películas. Este 2011 no sólo ha participado en
uno de los mayores éxitos del año como guionista, Las aventuras de Tintín, sino
que ha sacado tiempo para guionizar y dirigir su primera película para la gran
pantalla, una producción muy británica ambientada en un barrio marginal al sur
de Londres y que corre por los derroteros de la comedia, la ciencia-ficción y
la acción, así como la parodia al género de invasiones extraterrestres.
Y es que la trama es bien sencilla, tanto como su producción
y realización, que recuerdan a esas viejas películas de serie B muy localizadas
en un ambiente concreto y que aquí aprovecha un bloque de pisos donde una serie
de jóvenes pandilleros, más gamberros que otra cosa, tendrán que resistir a una
invasión de una serie de criaturas simiescas muy voraces y peligrosas, llegadas
del espacio exterior. Esto lo hermana con ese tipo de cine social que suele
llegar a nuestro país ambientado en el Reino Unido que muestra las diferencias entre
la gente más humilde de la periferia y su estilo de vida, dominado por la
pertenencia o no a las bandas del lugar, las drogas o las diferencias raciales.
Pese al éxito que tuvo en Sitges, donde se hizo con el
Premio del Jurado, Mejor Banda Sonora Original o el Premio de la crítica, se
trata de una película más afín a esos circuitos de festivales de cine
fantásticos que a la taquilla española, donde le auguro un pase de lo más
desapercibido. Cornish homenajea un tipo de cine que no acaba de volver con fuerza
y cuya máxima expresión probablemente sea John Carpenter, desahuciado de las
grandes productoras desde hace bastante tiempo.
La película en sí es entretenida y divertida, con un punto
gamberro y despreocupado, pero tampoco ofrece nada especial más allá de unos
diálogos bien trabajados y una breve aparición, casi un cameo, de Nick Frost
(la citada Tintín o Paul). Las escenas de acción y
persecuciones van mejorando conforme va avanzando el metraje, como si el
director se reservara lo mejor para el final, pero tampoco se convierte en un
algo imprescindible de ver. El resultado final es pasable, encomiable incluso
si tenemos en cuenta el ajustado presupuesto que este tipo de producciones
arrastran consigo, pero no del todo recomendable para toda clase de públicos.



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