Con el subtítulo de Cruce de destinos, Antena3 apuesta de nuevo por el género histórico tras los buenos resultados que le ha dado Hispania. La productora Boomerang TV, responsable de algunos programas interesantes como Pekín Express y de series pasables como Los protegidos, El secreto de Puente Viejo o Los misterios de Laura –Tierra de lobos mejor la obviamos-, se lanza ahora a por su trabajo más ambicioso para intentar recrear para el telespectador la España del Siglo XIII en plena lucha entre cristianos y musulmanes. Para ello se ha rodeado de caras conocidas de la pequeña pantalla, como la de Maxi Iglesias o la de Juan Diego, dando vida al monarca Alfonso X. Entre otros personajes históricos encontramos a la reina Violante, interpretada por Patricia Vico y a su hijo Fernando, interpretado por el madrileño Jaime Olías (Ángel o demonio).
A priori una producción épica muy cuidada en su apartado técnico que apostara por la aventura y la acción; quedaba por comprobar si la cadena se atrevería a despegarse del dañino “para toda clase de público” y apostar por tramas más realistas y adultas que la diferencien del resto de propuestas de sus competidoras en la parrilla.
Por desgracia, esto no ocurre. Toledo es más de lo mismo: unas tramas que recuerdan a otras series pero que en su resolución se quedan muy lejos de las originales. Don Rodrigo es un caballero que lleva más de veinte años luchando contra los moros cuando el rey lo reclama en palacio para firmar la paz con sus enemigos y nombrarlo su mano derecha –como en Juego de Tronos, vamos. Pero ahí se acaban las similitudes-. Su hijo Martín, que lleva toda su vida albergando deseos de venganza por el asesinato de su hermano y madre, ve como su futuro lo liga a la corte como protector del infante Fernando –lo que no le impedirá, por otro lado, vivir una historia de amor algo tópica con una joven musulmana-.
Y poco más, la verdad. Los defectos pesan más que los aciertos y a mí me sacan totalmente de la historia. Lo intento con la mejor de las intenciones y me predispongo positivamente a ello, pero me resulta imposible apreciarla más allá de estos pequeños detalles, porque no entiendo cómo, tras tantas series españolas como se hacen hoy en día, no acaben dándose cuenta de ello. Por lo que me lleva a pensar que, simplemente, no quieren darse cuenta ni hacer las cosas bien. Prefiero pensar eso a que no hay ningún buen profesional en toda la industria española.
Porque hay cosas que escapan al entendimiento y que podrían solucionarse de una manera sencilla. Empezando por una iluminación que no cambia en ningún momento, sea pleno día, interior o exterior; unas coreografías donde apenas se ve nada, todo son planos generales, siempre los mismos, ni un primer plano o un movimiento de cámara arriesgado. Incluso en Águila Roja estas secuencias están mucho mejor resueltas.
Don Rodrigo (Eduard Farelo aparecía en Hay alguien ahí) lleva toda la vida luchando y en un momento que aparece medio desnudo no se aprecia una cicatriz ni un rasguño; la corte de Alfonso X solo tiene un salón y es de risa -¿es que nunca han visto un capítulo de Los Tudor?-. No soy un experto en historia, ni falta que hace. Se de sobra que los americanos no son precisamente los modelos a imitar en temas históricos, pero la serie de Showtime consigue con muy poco un grado de verosimilitud que aquí no existe. Y son cuatro tonterías, no hacen falta actores sobreactuados para eso, ni grandes exteriores.
Al mismo tiempo parece contradictorio que intenten meter alguna que otra escena para elevar la tensión y hacerlo todo más adulto, con desnudos explícitos, e incluso una violación –bastante mal resuelta, pero una escena dura al fin y al cabo-. Y el Piloto no es malo del todo, presenta a todos los personajes y deja la cosa bastante encaminada, aunque se echa en falta algo más allá del tan manido buenos contra malos que hay en la corte. En este aspecto los personajes están bastante estereotipados y de nuevo la iglesia católica se encuentra en el bando malvado. Otro tópico más. No hay doble moralidad, ni ambigüedad, ni apenas dureza –por los cojones iba un noble a rechazar una proposición de su monarca u que este le suplicara-.
Pequeñeces, tal vez, pero a mí me saca de la historia que una joven musulmana de la época permita a un cristiano, por muy herido que esté y que además la ha visto desnuda, no ya quedarse en su casa, sino tocarla siquiera. Y no por lo que le fueran a hacer a él, precisamente. Me molesta la manía de empezar el capítulo quince minutos tarde porque hace un tiempo a un lumbrera se le ocurrió que había que emitir todos los tráileres y promociones de la serie en los minutos previos al estreno. No soporto el último corte de publicidad en plena medianoche cuando falta nada para que acabe el episodio. Son tonterías, lo se, pero tal y como está el patio en la televisión actual, uno no está para perder el tiempo. La competencia es bestial y antes que pararme un martes por la tarde a ver antena3 –ya veremos qué hacen cuando vuelva el futbol- prefiero revisar los viejos capítulos de Roma.




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