Esta pequeña producción francesa se ha convertido en una de las sensaciones fílmicas de la temporada. En la próxima ceremonia de los Oscars puede hallar el anhelado colofón a una exitosa carrera en el terreno de la crítica profesional y del reconocimiento de la industria, que ya le ha otorgado Globos de Oro a Mejor Película de Comedia o Musical, a Mejor Actor y a Mejor Banda Sonora para el compositor Ludovic Bource. Su protagonista Jean Dujardin ya acaparó todos los flashes en el Festival de Cannes con el Premio al Mejor Actor y su pase en Donostia le otorgó el Premio del Público, algo sin duda digno de reseñar.
Porque a priori esta película, proyecto muy personal de su director, que también ejerce labores de guionista, se encuentra en las antípodas de lo que teóricamente gusta al público hoy en día. The Artist es una película realizada como los viejos clásicos del Hollywood de los años 20, cuando el cine todavía era mudo y en blanco y negro. Y efectivamente, se trata de una película muda en su totalidad, salvo un par de momentos concretos, de esas donde los personajes se mueven de una forma diferente debido a cómo se rodaba en aquella época y cuyos diálogos más importantes aparecen ocupando la pantalla.
Click para continuar.
El éxito de The Artist me ha pillado totalmente por sorpresa. La he disfrutado, pese a la gran cantidad de elogios recibidos y que suelen situar las expectativas muy altas. Sin embargo tengo que admitir que no me parece la mejor película del año, sino más bien un experimento narrativo en un momento en el que Hollywood es más industria que nunca y donde cada vez resulta más difícil destacar. Resulta irónico que lo que hoy en día resulta original fuese en su momento la norma común y precisamente de eso habla The Artist: de la incapacidad de un hombre brillante en su profesión por aceptar los cambios impuestos por la sociedad y la autodestrucción consecuente que le sobreviene. Como el tono elegido por el director es la comedia y no el drama, tenemos una historia de amor muy tierna entre un veterano actor, George Valentin, y la joven promesa Peppy Miller –interpretada por la actriz de origen argentino Bérénice Bejo- a lo largo de los años que dura la caída en el olvido del primero y la ascensión en el star system de la segunda hasta rutilante estrella. La historia en sí es típica y tópica, pero está narrada de tal forma que se hace atractiva y tiene un punto optimista que, si bien no acaba de beneficiar a la película, gusta mucho más al público.
Hazanavicius apuesta por contar su historia de forma como se hacía antes pero sin renunciar a las técnicas del presente. De ese modo el blanco y negro es exquisito, así como la ambientación y el uso de la música, sin duda lo más destacable de toda la producción junto con la interpretación de Dujardin. El director recurre a algunos trucos para hacer todo más fácil al espectador de ahora en el ritmo y en su forma de dirigir. De hecho resulta muy ilustrador la diferencia entre la vida real y las películas donde participan los actores, en un ejercicio de metacine muy interesante.
Pero hay algo que perjudica a The Artist. A aquellos que gusten del cine clásico y no le tengan miedo al blanco y negro la historia les sonará a ya contada y se tenemos en mente Cantando bajo la lluvia –que ni es muda ni es en blanco y negro-, la obra maestra de Donen y Kelly deja muy lejos a la película francesa. Ambas cuentan lo mismo casi de la misma manera, el paso del cine mudo al sonoro y lo que supuso para los profesionales del gremio, con historia de amor incluida y ligero tono de comedia.
De ahí la sorpresa del éxito de The Artist. Está bien que este tipo de producciones llamen la atención por lo que tienen de arriesgadas y de valientes y por el cariño que se nota tienen invertido. Hazanavicius cuida mucho los detalles y ofrece grandes momentos, casi todos en los que aparece el animal de compañía, auténtico perro prodigio; el momento de baile con el telón que los separa; cuando el veterano actor sueña con el sonido y el final de la película, con el origen del género musical que tantos buenos momentos cinematográficos han dado a los aficionados. La aparición del sonido, cuando el pobre Valentin ya ha reconocido su nuevo status, me parece una elección torpe, sobre todo cuando a lo largo del ajustado metraje –que en su parte media adolece de un poco de falta de ritmo, una vez superada la sorpresa inicial- podemos encontrar una serie de metáforas que no por evidentes son menos interesantes –el hundimiento en las arenas movedizas, por ejemplo-.
Resulta curioso también la aparición de una serie de rostros conocidos, habituales del cine norteamericano en papeles secundarios: John Goodman (Red State) o James Cromwell (LA Confidential). Por eso de que no se les escuche y dependan solo de su expresividad y de su actuación corporal.
The Artist tiene varias nominaciones importantes en los Oscars, de un total de diez. No sorprendería a nadie si se hiciera con la preciada estatuilla a la Mejor Película del Año. Desde de mi punto de vista es excesivo y aunque sí que me parecía justo un reconocimiento a su actor principal y a su banda sonora, creo que estamos ante otra de esas maniobras que suelen encumbrar a una película sobre las demás simplemente porque ha cosechado una buena unión de críticas profesionales y de público. Algo que en los Oscars tienen muy en cuenta y que en los últimos años nos han dado como ganadoras películas menores como El discurso del rey, En tierra hostil, Slumdog Millionaire o No es país para viejos.




No hay comentarios:
Publicar un comentario