El nombre del director se ha convertido en un fijo en las quinielas de los Globos de Oro y de los Oscars desde sus últimos trabajos. Su estilo muy personal de dirigir y la perfección técnica que suelen atesorar todas sus películas lo hacen un blanco fácil para los elogios y para llamar la atención del público. Son muchos los grandes actores que quieren trabajar con él y de hecho el propio protagonista de esta película, Daniel Craig, aceptó el papel si Fincher dirigía. Lo que no hace más que añadir incertidumbre sobre la continuación de esta saga fílmica de tres episodios que ya hemos podido disfrutar en su original literario y en su versión sueca y muy pronto podremos hacerlo en las viñetas de la mano de DC Comics.
El remake del primer capítulo de la Trilogía Millennium no se ha hecho esperar y puede que se trate de uno de los pocos que están justificados, ya que la versión europea, aunque muy digna, sí que tenía una cierta limitación presupuestaria que le daba un acabado de telefilme. Lo primero que sorprendía en la versión norteamericana era la elección de su director, por varias razones. A priori una saga famosa pide un director más comercial que pueda sacarle jugo a una serie de películas que recauden mucho en taquilla. Sin embargo aquí se ha optado por un estilo conocido y personal, que lo aleja del producto estándar de investigaciones sobre asesinatos. El guión de Steven Zaillian (American Gangster) es prueba de ello, huyendo de los golpes de efecto, prestando la debida atención a la propia investigación, para hacerla creíble en todo momento y desarrollando sus personajes en la medida de lo posible, sobre todo el de Lisbeth Salander. Del ritmo de una historia que se alarga hasta más de dos horas y media de duración se encarga Fincher de mantenerlo, con su habitual precisión y frialdad. Y es que el propio director es otra de las razones a tener en cuenta: Fincher se hizo famoso con una historia sobre un asesino en serie en Seven y su cine alcanzó una de sus cimas creativas narrando la investigación de otro, esta vez real: Zodiac. Estaba claro que después de los éxitos de El curioso caso de Benjamin Button y de La red social no era un proyecto que debiera interesarle y sobre todo teniendo en cuenta su más que probable continuación. Así que ni idea de cómo debieron hacerse con sus servicios.
La historia a estas alturas es bien conocida: un periodista de investigación que ha caído en desgracia por su enfrentamiento con un poderoso hombre de negocios se ve obligado a trabajar para el patriarca de un clan familiar de una de las empresas más grandes y tradicionales de Suecia de forma encubierta: mientras finge realizar una biografía, se centrará en la desaparición de su nieta más de treinta años en el pasado. A lo largo de sus pesquisas cruzará su camino con una joven con serios problemas sociales que lo ayudará en la investigación, usando sus dotes únicas y su arrolladora personalidad.
La única incógnita era saber cómo iba Fincher a plasmar en pantalla estas ideas y ahí se encuentra lo mejor y lo peor de la película: es puro Fincher y como tal recordará sobre todo a Zodiac, de modo que no decepcionará a nadie que aprecie una historia bien contada en todos sus aspectos, ni a los aficionados al director. A aquellos que esperen un nuevo paso delante de Fincher, una nueva evolución de su trabajo, acabarán decepcionados. Para los papeles principales se confío en Daniel Craig (Tintín, Resistencia, Casino Royale, Munich), que da vida al periodista de una forma correcta sin ningún tipo de alarde y sin mucha dificultad, sobre todo si comparamos con su compañera Rooney Mara, que venía de trabajar con Fincher en La red social en un breve papel. Aunque el director narra la historia de ambos personajes en paralelo, Lisbeth Salander se hace con la función con rapidez en un papel más complicado, lleno de matices y que necesita de su rostro y físico particular, los cuales no tiene ningún miedo en enseñar en cualquier situación. La combinación perfecta de fragilidad y peligrosidad están en esta actriz y ha sido la que más elogios ha recibido de toda la producción, que cuenta con una serie de secundarios conocidos: el veterano Christopher Plummer, Stellan Skarsgard (Thor), Robin Wright (la por siempre Princesa Prometida) o Joely Richardson (El día de los trífidos).
Como curiosidades, la película se rodó en la Suecia donde tiene lugar la historia, algo que es de agradecer por el ambiente que da a la narración. La resolución del caso difiere ligeramente de la planteada en el libro, pero sin resultar chocante y la historia cuenta con un epílogo que, pese a que en algunas críticas se ha considerado innecesario, a mí me parece muy adecuado para profundizar un poquito más en el gran descubrimiento de la historia, que no es otra que Lisbeth Salander. Magistrales los créditos iniciales donde a alguien se le ocurrió la genial idea de que, ya que contaban con el intérprete actual de James Bond, ¿por qué no iban a realizar unos créditos como los de la mismísima saga de 007? Lo dicho, espectaculares. La campaña de promoción también fue muy buena e incluso corrieron rumores de censura por parte de la productora Sony, ya que la actriz principal aparecía con un desnudo frontal en el primer cartel que se reveló.
Millenniun ha sido nominada a dos Globos de Oro: Mejor Actriz y Mejor Banda Sonora –los mismos que se hicieron con la estatuilla dorada el año pasado por La red social- y a cinco Oscars: Actriz, Fotografía, Montaje, Sonido y Efectos Sonoros. No sería raro que se llevara alguno menor y una grata sorpresa si la Mejor Actriz fuera para Rooney Mara en vez de para Meryl Streep, que todo el mundo da por seguro.





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