En 1999 se estrenó con cierto éxito de taquilla la versión
más reciente del famoso detective, que actualizaba a los tiempos que corren
todo aquello que le rodeaba, desde la Inglaterra de finales del XIX hasta su
fiel compañero Watson, pasando por aquellos personajes más conocidos de sus
relatos, como Irene Adler, por ejemplo.
Como ya comenté cuando hablé de la misma aquí, me pareció una película que como
mucho llegaba a entretenida si no se le pedía demasiado, donde lo mejor era la
química entre sus actores principales –Robert Downey Jr., Jude Law y Rachel
McAdams (Midnight in Paris, Más allá del tiempo)- y lo peor la personal dirección de Ritchie, para mí director de
una única película y tremendamente sobrevalorado. Por desgracia, tanto la
taquilla como los profesionales implicados no han querido dar un paso más allá
a la hora de realizar esta secuela y el resultado es el típico al que por
desgracia ya no nos sorprende: más acción, más gracietas, más personajes, más
explosiones y cámaras lentas; muy poca historia que contar y un resultado final
que no solo no mejora lo anterior, sino que lo empeora en su conjunto.
Ahora la historia enfrenta a Holmes contra el profesor James
Moriarty, al que interpreta con solvencia Jared Harris (Mad Men, The Ward) en el único papel donde no se ve obligado a
hacer el payaso. Nuestro protagonista está convencido de que Moriarty prepara
un plan que pondrá de rodillas al mundo y hará todo lo posible por impedirlo,
por supuesto con la ayuda de Watson, que se ve reclutado a la fuerza en una
arriesgada misión que los llevará sin ton ni son por media Europa, desde
Francia a Alemania y luego a Suiza –descontando la ciudad de Londres, por
supuesto-.
La película sufre de un síndrome a lo James Bond que la
perjudica mucho, empezando por el plan del villano que ya suena a demasiado
visto y terminando con los viajes de aquí para allá que nos ofrecen diferentes
escenarios. Si ya he comentado que la historia es muy plana, resulta alarmante
lo pronto que se han quedado sin ideas, tratándose de una secuela y con una
tercera parte ya firmada. Los recursos que vimos en la primera se explotan
hasta la extenuación en esta segunda parte y los personajes parecen una
exageración cómica de lo que fueron. ¿Cuántas veces va a matar Holmes al pobre
perro? ¿Por qué sigue sin poder desprenderse de Watson? Otra vez vemos en
pantalla el proceso mental del detective antes de meterse en una pelea, para
luego repetirlo todo a base de cámaras lentas y planos rarísimos. Stephen Fry
está divertido como Mycroft, pero se trata de un papel de payaso. Y Noomi
Rapace, la que fuera Lisbeth Salander en la versión sueca para cines, apenas
cumple con un par de cabriolas como una gitana llamada Sim, metida con calzador
en la trama, una nueva cara femenina.
Pero es que ni siquiera la química entre Law (Contagio, Repo Men) y Downey (Iron Man, El solista) salva la
producción. De nuevo sus papeles están demasiado exagerados y más que de una
película de acción y aventura tendríamos que estar hablando de una comedia de
acción.
Ya comenté que a Guy Ritchie un proyecto de esta envergadura
le venía grande. Ahora me reafirmo: le viene grandísimo y se ha dedicado a
hacer exactamente lo mismo que hizo en la primera parte: juntar un batiburrillo
de imágenes a diferentes velocidades, adulteradas con la banda sonora más
ruidosa de toda la carrera de Hans Zimmer y presentarlo al público como el
último éxito de taquilla. Lo que ocurre es que no está teniendo el éxito
esperado y es que estas cosas acaban pagándose: no se puede tomar al público
siempre por tonto.




No hay comentarios:
Publicar un comentario