Esta última temporada invernal no ha sido todo lo buena que
necesitaba una cadena como la FOX. De
hecho, ni siquiera Touch tuvo claro
la renovación de no ser por las fulminantes cancelaciones de otros grandes
proyectos como Terra Nova o Alcatraz.
Aunque Touch
contentó en su piloto, luego fue perdiendo audiencia poco a poco y no ha sabido
remontar como se esperaba de ella en un principio. Tal y como ya se comentó una
vez vistas sus primeras entregas, uno de los problemas que ha ido arrastrando
ha sido el marcado carácter procedimental de la serie. Esto es el leit motiv de la misma: Martin Bohm es
un ex periodista al que la desgracia ha golpeado sin compasión: su mujer
falleció en el atentado de las Torres Gemelas y lo dejó solo con un hijo
autista con el que le resulta muy difícil convivir, por lo que los Servicios
Sociales amenazan con quitárselo para siempre.
Sin embargo un atisbo de esperanza hace aparición en la
caótica vida de este padre: su hijo Jake parece tener una relación especial con
los números y las matemáticas, de forma que es capaz de guiar a su padre
utilizando diferentes cifras para que este inicie una serie de acciones que
tienen repercusiones a lo largo y ancho del planeta, ayudando a muy diferentes
personajes. De hecho, una de las cosas que más sorprende en la primera parte de
la temporada –y que continúa hasta el final- es el tono familiar y happy que impregna todo. De esa forma la
única tragedia que continúa sin resolverse es la propia situación familiar del
protagonista.
Con el paso de los capítulos comienza a intuirse que hay
algo más detrás de las predicciones de Jake, que como no habla siempre queda
todo envuelto en un gran misterio. Quizás arrancan estas subtramas demasiado
tarde y eso ha perjudicado a la serie, pero también es verdad que en cuanto
esta serie de casualidades empiezan a tener una mayor relación entre sí y a
situar a los protagonistas alrededor de una gran conspiración –con una empresa
tecnológica de enorme poder e influencia detrás, muy del gusto de los norteamericanos-
la cosa mejora bastante hasta su desenlace, sobre todo con la inclusión de la
actriz Maria Bello, venida directamente de su anterior serie, la interesante
pero defenestrada Prime Suspect.
La parte donde se menciona, aunque no explica, lo de las
sagradas escrituras del judaísmo también puede dar mucha miga y dependiendo de
la habilidad de los guionistas para unir las tramas generales con el “problema
a resolver de la semana” se verá o no el éxito de esta serie en su segunda
temporada, que de momento tiene mucho que explicar todavía. Y un poquito de
mala leche tampoco le vendría mal, que a veces tanta felicidad queda como
irreal en pantalla.



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